¿Cómo salimos de los atascos en nuestro mundo interior?
Ya hacía mucho tiempo que Alejandra (no es su verdadero nombre, por supuesto) luchaba para entender algunas cosas de su vida y así tener paz en su mente. Leía cuanto libro pudiera, y se daba cuerpo y alma a las conversaciones intelectuales que parecían prometerle respuestas. Con todo, la confusión seguía y la tranquilidad no llegaba.
Un sábado, a la salida de la iglesia, hablando con una persona que la conocía bien, escuchó un consejo: “Estás pasando mucho tiempo leyendo e investigando sobre este tema. ¿Has pensado en el efecto que tendría sobre ti si pasaras más tiempo con Dios y su Palabra?”
Pocos meses después, volvieron a conversar, y Alejandra se veía diferente. Los cuestionamientos filosóficos y las teorías que antes tanto parecían haberla interesado ahora no ocupaban todo el lugar en sus conversaciones. Se la notaba más equilibrada. Se la veía sonreír. Además, su compromiso personal en la iglesia ahora era visible y su vida estaba empezando a dar frutos que bendecían y alegraban a muchos.
¿Qué había sucedido? Sencillamente, Alejandra estaba desarrollando un nuevo hábito. Ahora, cada mañana muy temprano, pasaba una hora con Dios, leyendo la Biblia, orando y meditando en lo que Jesús significaba para ella. Y no se culpaba si, en algún momento, se dormía durante su culto matinal. Estaba acostumbrándose a este nuevo hábito. Y la idea de dormirse como un bebé en los brazos de su Padre la llenaba de ternura.
Era evidente que algo estaba cambiando en su corazón y que estaba descubriendo en carne propia lo que significan las palabras de Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27, LBLA).
Mucho de lo que ella leía era sin duda útil, pero solo encontraba respuestas intelectuales para sus cuestionamientos personales, lo que aumentaba su frustración. La información intelectual era un punto de partida, pero no podía quedarse ahí. Para encontrar respuestas personales, necesitaba relación y no tanta información.
Necesitaba relación con otras personas que pudieran aportar nuevas perspectivas. Y, sobre todo, necesitaba relación con el único que podía realmente transformar su mundo interior: Jesucristo.
Las Sagradas Escrituras nos presentan el ejemplo del apóstol Pablo, de cómo él también luchaba en su interior y de cómo Cristo obró en su historia para darle paz y hacer de él un hombre que llevara mucho fruto. En una de sus cartas, Pablo escribió: “Realmente no entiendo lo que me pasa; porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco” (Rom. 7:15). Aunque se sentía miserable y desgarrado por las fuerzas que luchaban en su mente, encontró que solo Cristo podía resolver su conflicto interno, y exclamó: “¡Gracias doy a Dios por nuestro Señor Jesucristo!” (vers. 24).
Pablo experimentó que solo Jesús puede calmar nuestras tensiones internas. Jesús es el único que tiene poder para desenmarañar las luchas de nuestra mente y darnos la paz que necesitamos para vivir una vida abundante y productiva.
Cuando unimos nuestra vida con la de Cristo por medio de una relación intencional con él, experimentamos el valor agregado de la fe cristiana. Cuando otros prefieren resolver sus luchas internas gracias a la autoayuda u otras técnicas, los hijos de Dios pueden buscar los recursos que el creador de la mente y las emociones pone a su disposición.
Hay hombres y mujeres que, unidos a Cristo, logran mucho en la vida. Como el apóstol Pablo. La razón detrás de ese éxito es sencilla: ellos no gastan sus energías en las luchas internas. Están focalizados en su relación con Dios, en los recursos que él provee para ayudarlos y en los objetivos que desean lograr.
Una personalidad en conflicto consigo misma es como una calle de una mano abarrotada con autos andando en ambos sentidos. Solo hay confusión.
Como Pablo (y Alejandra), dediquémonos a pasar más tiempo con Jesús cada día. Nuestro Señor sabe cómo ayudarnos –y puede usar a otras personas para ayudarnos también. Él es el principio unificador de nuestro mundo interno.
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