Un abordaje de la educación sexual desde una perspectiva bíblica y adventista del séptimo día
Estábamos en medio de la pandemia de la COVID-19, y mi marido y yo pensábamos en qué ofrecer desde el departamento del Ministerio de la Familia. Se nos ocurrió una especie de catálogo para acompañar a las iglesias con “charlas a la carta”; es decir, que podían elegir las temáticas que les preocupaban o que más necesitaban como iglesia.
Y, para nuestra sorpresa, todas las iglesias que se iban anotando pedían seminarios relacionados con el ámbito de la sexualidad. Esto preocupó mucho. No me sentía para nada preparada para abordar la temática, al margen de que tuviera varias formaciones en el ámbito psicológico.
Más allá de todo, iniciamos reuniones sobre sexualidad por medio de la plataforma Zoom. Es posible que esta modalidad haya hecho que los hermanos se sintieran más cómodos de dar su opinión que si la charla fuese presencial. Descubrí después que la virtualidad habilita las modalidad haters (literalmente, “odiadores”). Es decir, nos animamos a decir cosas que, cara a cara y sentados en el banco de nuestra iglesia local, no diríamos. Así, comenzaron a darse situaciones de discusiones acaloradas en cada Zoom, con posturas tan dispares que en lo personal jamás me había planteado alguna vez.
Esta situación me empujó a capacitarme más y a estudiar. Por eso, me anoté en un máster en Sexología. Entonces, como una propuesta de intervención para el trabajo final, nació la idea de la “Revolución de la ternura”. Básicamente, a la hora de hablar de sexualidad, la idea es colocar el énfasis en el concepto de relación. Por eso notarán que nos tomaremos más tiempo en poner las bases sobre este concepto y su campo semántico que en el de sexualidad. De sexualidad ya se habla bastante; o, más bien, se muestra bastante.
Y pasamos a la voz plural porque desde aquí la historia continúa juntos, porque esto se ha transformado en una gran oportunidad para realizar una tarea especial entre los dos, algo que deseábamos desde hacía tiempo.
LA RELACIÓN COMO BASE DE LA SEXUALIDAD
Para empezar, es necesario decir que la experiencia de relación en todo ser humano se inicia con sus padres o con los adultos que lo crían. Luego, esta experiencia se ve mediatizada por el resto de los adultos significativos con quienes el niño o la niña se relacionen. Se consideran adultos significativos todos aquellos que de un modo u otro tienen responsabilidad sobre ellos, como docentes, dirigentes de iglesia, abuelos, tíos, amigos de sus padres, etc. Y, finalmente, a partir de la adolescencia, sus iguales también serán una pieza clave en su experiencia de relación.
Es en esta experiencia básica de relación que se ponen o, por el contrario, se rompen las bases para una sexualidad plena.
Hay una definición académica muy interesante que dice que la sexualidad “es una capacidad que tiene cada ser humano, que le permite sentir, vibrar y comunicarse a través del propio cuerpo. Es algo que forma parte de lo que somos desde que nacemos y que permanece en nuestra vida hasta que morimos”.1
Como Iglesia Adventista del Séptimo Día creemos en Dios como Creador y Diseñador de todo lo que nos hace humanos, incluyendo la sexualidad. Y que la sexualidad, en su expresión más perfecta, dentro de un pacto matrimonial, fue creada en el mismo Edén; justo en aquellos seis días en los que Dios crea y firma su obra con la expresión: “Y vio Dios que era bueno”. En Génesis 1:26 al 28, en aquel contexto de creación perfecta, Dios manda a Adán y a Eva que fructifiquen la tierra y que se multipliquen. Y luego, en el versículo 31, dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.
Es decir, la relación sexual está dentro de todo aquello que era bueno en gran manera. Es precioso que así sea, y es nuestra responsabilidad devolverle a esto el lugar que debe tener. Debemos ser pro Edén no solo en la dieta, sino también en las propuestas de estilo de vida y de sexualidad como algo perfecto. Por todo esto, la relación que tenemos con Dios, cuánto lo conocemos y qué conceptos tenemos de él, también modelan nuestra sexualidad.
La relación que Dios nos propone es la que él mismo plantea cuando, en la misma Creación, dice claramente: “Hombre y mujer los creó”, y “a imagen de Dios los creó” (Gén. 1:27, NTV).
¿Cuál es la imagen de Dios? ¿Qué hay en nuestro imaginario cuando oímos esta expresión? ¿A qué se refiere ser hechos a su imagen? Quizá, sin necesidad de hacer muchos malabares teológicos, podemos decir que estar hechos a su imagen implica tener una identidad relacional. Porque Dios se revela como una relación. Él es un Dios triuno, tres en uno; son tres y a la vez son uno.
EL VERDADERO AMOR NO ES UNA PASIÓN VIOLENTA, INCENDIARIA E IMPETUOSA…ES DE NATURALEZA SERENA Y PROFUNDA.
Tal como nos gusta decir hoy en día, somos la naranja completa, no medias naranjas. Sí, exacto; la Deidad también son seres completos, pero a la vez son un solo Dios. Es un misterio difícil de comprender, pero sin duda lo que sobre todo nos permite saber esta forma de entender a Dios es que es absolutamente verdad la descripción que hace de sí mismo, cuando dice que “Dios es amor” (1 Juan 4:8).
LAS DISTORSIONES DEL ENEMIGO
Sin embargo, con la entrada del pecado (Gén. 3), Satanás se encargó de distorsionar todo lo bueno que había creado Dios. Así, la sociedad llegó a ser predominantemente sexista; no había verdadera igualdad ni amor en las relaciones humanas. La mujer, los niños y otros grupos sociales pasaron a ser dominados y discriminados, y el hombre era considerado superior. El maltrato era algo normal, y la sexualidad pasó a ser un ámbito de dominio masculino, un tema tabú, del que no se debía hablar.
Todo esto cambió en la segunda mitad del siglo XX, con la Revolución Sexual. Se impulsó con fuerza la necesidad de trato igualitario entre todos los grupos sociales, y especialmente entre el hombre y la mujer. De por sí, este concepto tiene base bíblica, puesto que todos fuimos diseñados y creados por Dios para recibir un trato igualitario (ver Gál. 3:26-28; Rom. 2:11).
El problema de los proponentes de la Revolución Sexual es que no incorporaron el amor verdadero o la ternura, de la que hablaremos más adelante, a la sexualidad, sino solamente la igualdad. Esto convirtió a la Revolución Sexual en una asesina de las relaciones. Los estragos en la sociedad se hicieron notar: matrimonios destruidos, abortos, hijos abandonados, y seres humanos convertidos en objetos sexuales.
Con las nuevas tecnologías, el sexo se ha convertido en la forma más económica y extendida de placer. La sexualidad genital, como objeto de consumo, es una de las fuentes que más dinero genera. Así que, nos bombardean con esta a través de la música, el cine, la televisión, la publicidad, las plataformas de streaming, las redes sociales y todo cuanto puedan. Esto está generando un cambio de mentalidad, que nos arrastra a deshumanizarnos y provoca cambios sociales de enorme envergadura.
Por todo esto, es necesario que, como cristianos adventistas del séptimo día, reflexionemos seriamente sobre nuestros pensamientos, conceptos, ideas y prácticas sexuales, alineándonos a los principios de las Escrituras. Es necesario volver a las bases bíblicas de una sexualidad permeada por el amor verdadero.
LA IMPORTANCIA DE LA TERNURA
La ternura es la práctica del amor y es la manifestación más honesta del estado de nuestro corazón. Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del amor verdadero. Por curioso que parezca, la ternura implica confianza y seguridad no solo en el otro, sino sobre todo en uno mismo; y ese es el mayor regalo que les podemos dejar a nuestros hijos.
La ternura está completamente relacionada con la inteligencia emocional. De hecho, la ternura es una de las claves de esta inteligencia, junto con otras cualidades como la empatía, la conciencia, la transparencia, el optimismo, la iniciativa, la vocación de servicio, la inspiración, la alegría y la confianza.
La ternura es emanación de la belleza, y su forma refleja algo así como un “asombro consciente”. Entre el asombro y la ternura existe, de hecho, una profunda relación de reciprocidad, hasta el punto de que el uno no puede darse sin la otra. En ambas direcciones, la capacidad de experimentar ternura manifiesta un modo de pensar y de mirar la existencia humana con benevolencia, como un acto de la benevolencia infinita de Dios.
COMO IGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA CREEMOS EN DIOS COMO CREADOR Y DISEÑADOR DE TODO LO QUE NOS HACE HUMANOS, INCLUYENDO LA SEXUALIDAD.
Elena de White lo expresó de la siguiente manera: “El verdadero amor no es una pasión violenta, incendiaria e impetuosa. Por el contrario, es de naturaleza serena y profunda. Mira más allá del exterior y solo le atraen las cualidades internas. Es prudente y discernidor, y su devoción es verdadera y permanente. El amor, elevado por sobre la esfera de la pasión y del impulso, se espiritualiza y se revela en las palabras y los actos. El cristiano debe manifestar ternura y amor santificados, en los cuales no haya impaciencia ni inquietud; los modales duros y toscos deben ser suavizados por la gracia de Cristo” (Consejos para la iglesia, p. 170).
TEOLOGÍA Y TERNURA
Por lo tanto, es importante y urgente incorporar la ternura en nuestras relaciones, si queremos tener poder suficiente para luchar contra la amoralidad y sus consecuencias en nuestros hijos.
La clave para lograr esto está en Dios y en su Palabra. En el Antiguo Testamento hay dos expresiones que encuadran el campo semántico de la palabra ternura. La primera es hesed, que aparece más de doscientas veces y se traduce como gracia, misericordia, bondad, compasión, afecto, amabilidad, simpatía, entre otros. Pero siempre que la Biblia usa el término hesed, lo hace en el contexto de la interacción. Para que exista hesed siempre hace falta más de uno. Debe existir una relación.
DEBEMOS SER PRO EDÉN NO SOLO EN LA DIETA, SINO TAMBIÉN EN LAS PROPUESTAS DE ESTILO DE VIDA Y DE SEXUALIDAD COMO ALGO PERFECTO.
El otro término utilizado en el Antiguo Testamento es rahum. Es un sentimiento localizado en la parte más profunda de la persona y su cuerpo: el interior, las vísceras, el vientre materno. Cuando se usa esa expresión, las metáforas que se utilizan son: una madre que amamanta, un padre que vela por sus hijos e hijas, y un esposo que ama hasta el extremo, a prueba de todo. Esto indica que ternura es un concepto que moviliza y nos lleva a la acción.
Una relación sana implica personas que tengan misericordia el uno del otro, y que lo demuestren en sus gestos tiernos de convivencia. Por eso, en este contexto actual, en el que nos vamos deshumanizando a través de una expresión sexual violenta, desmarcada de vínculos y afectos; en el que nos mostramos en las redes como en un mostrador, vitrina o escaparate sexual; donde incorporamos movimientos y expresiones que nos quitan la dignidad y nos hacen objetos, es cuando la ternura viene a luchar como arma pacífica, pero que no nos deja en el mismo lugar.
Mi hija de diez años me preguntaba hace un tiempo qué era eso de ser un “objeto sexual”. Fue un buen ejercicio buscar la forma de explicárselo:
‒ —¿Cómo te relacionas con una silla?
‒ —le pregunté—; ¿O con una taza? ¿Con unos anteojos?
‒ —No sé, no me relaciono…
Pensó un poquito más y dijo:
‒ —… Solo las uso.
—Pues, esa es la explicación de lo que significa la cosificación de las personas. Ser un objeto o una cosa. Allí no hay relación, no hay vínculo, no hay afecto. Solo hay un uso.
El desarrollo de la ternura se da en el marco de una relación, con los padres, al nacer. Y guarda relación con el desarrollo de la identidad relacional de la persona.
Por eso es vital encarnar ese tipo de relaciones tiernas con nuestra infancia, primero para redimir nuestra propia historia y, segundo, para cortar con la deshumanización, la cosificación, o como queramos llamar al hecho de estar perdiendo el amor, la esencia de la vida.
CON SU VIDA, SUS PALABRAS Y SUS GESTOS, JESÚS FUE EL ESPEJO FIEL DEL ETERNO AMOR DEL PADRE.
JESÚS Y LA TERNURA
Terminaremos contemplando la vida de Jesús, tierno desde niño hasta el día de su muerte, aun siendo el resultado de la violencia. Podría decirse que Jesús es la encarnación de la ternura. Su ministerio terrenal estuvo repleto de gestos de cuidado, afecto, respeto, dignidad hacia los demás, dulzura, justicia, amor, empatía, etc. Con una empatía capaz de afrontar las circunstancias de la vida con afectividad apegada a los valores del amor, pero con la firmeza de decir: “¡No!”, en forma enérgica, ante lo que no era indicado por el plan de Dios.
En este sentido, la actuación de Jesús no implica una piedad edulcorada y sentimental. La ternura podría ser un factor protector en medio de las condiciones adversas, cuando en medio de la adversidad existen relaciones de protección tierna, en que se potencia el desarrollo de la niñez. Esta es la forma en la que deberíamos relacionarnos cuando trabajamos en ámbitos relacionados con la infancia y la adolescencia. El trato de Jesús nos debería caracterizar. Incluso cuando contemplemos en muchas ocasiones tratos contrarios al respeto y la dignidad por parte de ciertos adultos hacia la niñez, deberíamos manifestarnos. Callar es un acto no solo de cobardía y complicidad, sino de fortalecimiento de estas conductas.
Otra de las formas en que se revela la ternura de Dios en el ministerio terrenal de Jesús es la forma en que Jesús habla con su Padre. En todas las ocasiones, es evidente que el Dios a quien se dirige Jesús no es una deidad distante y ajena a la realidad terrenal; es el Padre, que ama al Hijo desde la eternidad,
que lo ha enviado al mundo y se hace visible en su persona. Es el Padre de bondad, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos; que alimenta las aves del cielo y que viste de hermosura a los lirios del campo; que conoce incluso el número de cabellos de nuestra cabeza. Este Jesús es quien invita a sus discípulos a dirigir su mirada hacia el Padre con una confianza incondicional, poniendo el ejemplo de los pájaros atendidos uno a uno por Dios.
Para Jesús, todo lo creado habla del Padre y de su ternura. Los ojos de Jesús se posan sobre las bellezas de la Creación, con sentido de admiración; no para detenerse en su realidad, sino para remontarse a través de ellas al Padre, que cuida de todos y que ama con ternura a todo ser humano como hijo suyo.
Quien desee saber qué es la ternura en su grado más alto, tiene que mirar al divino rostro del hijo nacido de María. Con su vida, sus palabras y sus gestos, él fue el espejo fiel del eterno amor del Padre.
IMPLICACIONES PRÁCTICAS
No podemos continuar siendo ingenuos o ignorantes. Estamos ante una revolución sexual que está destrozando la fe, la familia y el planeta. Es urgente incorporar la ternura de Dios en nuestras relaciones y evocar la sexualidad desde la ternura, si queremos tener poder suficiente para luchar contra la amoralidad y sus consecuencias sobre nuestros niños, familias e iglesias.
Si existe un ámbito en el que los niños deben experimentar cómo es un trato tierno, es en un contexto religioso. Ese tipo de tratos es el que los volverá resistentes ante lo que venga por delante; y por otro lado, y lo más importante según lo que nos convoca, protegerá su idea de relación y su búsqueda de experimentar relaciones auténticas, como las que vino a mostrar Jesús.
Cuando un niño ha recibido un trato tierno, con todas las connotaciones espirituales y psicológicas que esto implica, será capaz de que salten sus alarmas no solo cuando reciba un trato contrario, sino también cuando perciba que se está ejerciendo ese trato contrario en otros. Incluso cuando, por ejemplo, vea imágenes eróticas o sexuales en las redes y comprenda que lo que está viendo no dignifica a quien las está ejerciendo.
Vale la pena explorar con profundidad este don del Cielo, porque contemplando la belleza de la ternura en las relaciones caerá por su propio peso la postura que cada uno debe tomar para educar en relación con la sexualidad. De hecho, la ternura es un sentimiento que se comunica en la medida en que se lo encarna: no se enseña, sino que se atestigua.
Es hora de sacar a la ternura de la prisión en la que Satanás la ha sujetado por milenios. Cuando permitamos que la sexualidad sea abrazada por la ternura divina, demostrándolo en nuestros actos, estos y palabras a diario, entonces podremos construir relaciones sobre la base del respeto, la consideración y el amor verdaderos. RA
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1 Suhail Velázquez Cortés, “Sexualidad Responsable”, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Méjico. Recuperado el 29/06/2022 de https://www.uaeh.edu.mx/docencia/VI_Presentaciones/licenciatura_en_mercadotecnia/fundamentos_de_metodologia_investigacion/PRES44.pdf
MARÍA JOSÉ ROTH, Psicóloga y Trabajadora Social; es directora del Ministerio del Niño y de la Familia de la Iglesia Adventista en España.
DANIEL BOSQUED, Doctor en Teología y Psicólogo; es rector del Campus Adventista de Sagunto, en España.
Excelente..una bendición este oasis gramatical q no encuentro en mi cotidianidad abrupta hoy en día. El Señor les bendiga.
me encantó la explicacion y la base del relacionamiento
Cuando seamos capaces de extender la ternura a todos los ámbitos de nuestras relaciones, incluso laborales y financieras, podremos escuchar lo que anticipa La Escritura: «Mirad cómo se aman».