LA MISIÓN DE LA GRATITUD

Ahora que otro año llega a su fin, no miremos hacia atrás con nostalgia, sino con inmensa gratitud. En medio de las tormentas descubrimos que Dios nunca dejó de poner en nuestras manos los remos necesarios para cruzar mares agitados; y en nuestros pies zapatos resistentes para caminar con paso firme por senderos empinados. Cada paso que dimos reafirmó
que la conducción divina nunca falla.

El salmista nos recuerda: «Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios» (Sal. 103:2). La gratitud es un ejercicio de memoria espiritual. Cuando registramos las bendiciones del pasado, nuestra confianza en el futuro se renueva. Tenemos que contar nuestras bendiciones y hablar de la misericordia y el amor de Dios. Porque si lo hacemos, nos sentiremos fortalecidos y nuestras vidas se verán enriquecidas.

La urgencia de la misión de la iglesia se sostiene en un espíritu de gratitud. Recordar lo que Dios ya ha hecho expande nuestra fe para aceptar los desafíos que se avecinan. Fue así en el caso de Israel, cada vez que recordó las liberaciones del Señor mientras avanzaba hacia la Tierra Prometida. Y así tiene que suceder con nosotros hoy mientras proclamamos el mensaje del evangelio. Recordar las bendiciones pasadas proporciona combustible constante para cumplir la misión en el presente. Como ordenó Moisés: «Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová, tu Dios» (Deut. 8:2).

La gratitud también genera elogios. No una alabanza superficial, sino una adoración profunda que reconoce cada victoria como un don de la gracia. Esa alabanza se convierte en un testimonio para el mundo, porque un corazón agradecido es un corazón misionero. «Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y alabanza».1 Una iglesia que alaba de esta manera es una iglesia sana, integrada, que se dedica al evangelismo y se moviliza para la misión.

Al acercarnos al nuevo año, llevemos con nosotros, sobre todo, certezas divinas. El mismo Dios que guio a cada remanente en el pasado guiará a su iglesia, nuestros hogares y travesías personales en el futuro. Él es quien sostiene nuestros pasos, fortalece nuestras manos y nos llama a comenzar el 2026 con confianza y expectativa mientras aguardamos el mayor de todos los eventos: el pronto regreso de Jesús.

Al final de este año, recordemos con ternura el privilegio de haber caminado juntos. Que la gratitud llene a nuestras familias; que la esperanza una a nuestra iglesia; y que la misión sea nuestra prioridad renovada. Que cada lector y miembro de la Iglesia Adventista mundial cierre este año con alabanzas en sus labios y una confianza renovada e inquebrantable en sus corazones.

Así, afianzados en la Biblia y enfocados en la misión, entraremos juntos en un nuevo año, seguros de que pronto veremos el regreso del Señor en las nubes del cielo. ¡Maranatha! ¡Y un feliz 2026!

Referencia

1 Elena White, El ministerio de curación (Mountain View, California: Pacific Press
Pub. Assn., 1959), p. 194.

  • Erton Köhler

    Pastor y presidente de la División Sudamericana entre 2006 y 2021. Ahora se desempeña como secretario ejecutivo de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

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