Día 3 | Semana de oración «Rumbo a las estrellas»
Aquellos que después del chasco, siguieron adelante con fe, recibieron un mandato divino de llevar el evangelio al mundo.
Puede ser fácil de olvidar. Olvidarse de un compromiso o de dónde dejamos las llaves no es algo fuera de lo común. Pero, ¿cómo puede alguien olvidarse de casi cinco toneladas y media de oro?
Para evitar que fuera robado por los invasores, se cubrió con yeso un Buda de oro macizo en lo que hoy es Tailandia. Con el tiempo, la verdadera identidad de Buda fue olvidada y se almacenó bajo un simple techo de hojalata. Pasaron casi doscientos
años antes de que se redescubriera el valor de la estatua. Cuando la estaban reubicando cayó al piso y parte del yeso se rompió, revelando el oro escondido. Hoy día, el Buda de oro se exhibe en un elegante templo cerca del río Chao Phraya en el centro de Bangkok. Una estatua que quedó olvidada por generaciones, hoy valorada en más de doscientos cincuenta millones de dólares.
Es posible olvidar algo mucho más importante. El libro Los Hechos de los Apóstoles comienza con estas palabras: «La Iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el evangelio al mundo».2 ¡Qué tragedia sería que la iglesia olvidara la razón de su existencia!
PROFETIZA DE NUEVO
El capítulo 10 de Apocalipsis cuenta la historia de lo que a menudo se conoce como «el Gran Chasco». En 1844, los seguidores del ministro bautista y creyente en el advenimiento, Guillermo Miller, esperaron con ansias el regreso de Jesús. Las Escrituras describen su experiencia, en sus comienzos, tan dulce como la miel al paladar, pero luego sumamente amarga. Sin embargo, Dios dio a ese asediado grupo de creyentes un consejo muy claro: «Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes» (Apoc. 10:11). Aquellos que después del chasco, siguieron adelante con fe, recibieron un mandato divino de llevar el evangelio al mundo.
Nada ha cambiado con respecto a la misión desde que los cabizbajos milleritas se dieron cuenta de que Jesús no regresaría tal cual ellos lo habían anticipado. En todo caso, el mandato dado a la iglesia no ha hecho más que agudizarse. Más tarde, en Apocalipsis, Juan escribió acerca de tres ángeles, cada uno de los cuales llevaba un mensaje que debía llegar al mundo entero
en los últimos días de este mundo.
«En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda
nación, tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!”» (Apoc. 14:6, 7). El segundo ángel advierte contra Babilonia y la confusión espiritual que promueve, diciendo que la Babilonia «caída» ha confundido al mundo con su vino embriagador. Luego sigue el mensaje intransigente del tercer ángel, advirtiendo que aquellos que participen de la gran apostasía de los últimos días no pueden ser salvos.
Para completar los mensajes de los tres ángeles, hay una descripción de aquellos que están listos para encontrarse con Jesús cuando él regrese. «Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apoc. 14:12).
En este pasaje se registra la razón de la existencia de la iglesia: proclamar el evangelio a toda criatura. Es cuando la iglesia olvida su misión que comienza a estancarse, atrofiarse y fallar. Tiene la misión de reflejar «al mundo su plenitud y suficiencia», para «revelar su gloria», y para manifestar, «aun a “los principados y potestades en los cielos” (Efe. 3:10), el despliegue final y pleno del amor de Dios».
FLUIR, Y TAMBIÉN IR
El profeta Ezequiel representó la misión de la iglesia como un río que fluye desde el templo de Dios. Al comienzo era un pequeño arroyo, pero con el tiempo se convirtió en «un río que [él] no podía pasar […]; el río no se podía pasar sino a nado» (Eze. 47:5). Mientras el río fluía por el bosque, dejó a su paso «toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario. Su fruto será para alimento y su hoja para medicina» (vers. 12). Este río, que representaba a la iglesia al llevar el evangelio al mundo, desembocaba en el Mar Muerto, cuyas aguas eran «saneadas» (vers. 8). «Todo ser viviente que nade por dondequiera que entren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, pues serán saneadas. Vivirá todo lo que entre en este río» (Eze. 47:9).
El río llevaría vida y sanación doquiera que fluyese. Tal ha de ser la influencia de la iglesia. Al poseer el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y que pronto vendrá, la iglesia debe ser un sabor de vida para vida en un mundo confuso y herido. Si la iglesia está comprometida con la tarea de levantar a Jesús y proclamar su pronto regreso, no puede dejar de avanzar para gloria de Dios.
Los estudiantes de física aprenden que la inercia es la tendencia de un objeto en movimiento a permanecer en movimiento, o de un objeto estacionario a permanecer estacionario. Solo cambiará si se ve influenciado por una fuerza externa que lo impulse o haga cambiar de velocidad o dirección. Muchos de esos mismos estudiantes de ciencias aprenderán más tarde que la inercia puede ser una influencia importante en la iglesia, ya que las iglesias estacionarias permanecen estacionarias, resistiendo las influencias de cambio de velocidad y dirección. La iglesia, sin embargo, ha sido comisionada por el cielo para nunca quedar estática o inmóvil. Ha sido llamada por Cristo para fluir o, como en el caso de la Gran Comisión: para ir.
La voluntad de Dios para la iglesia es inequívoca. Ha sido llamada a llevar el evangelio al mundo. Aunque a menudo se promueve la idea de que la sociedad es demasiado difícil de alcanzar, Elena White dijo una vez: «En todo el mundo, hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e interrogaciones brotan de las almas anhelosas de
luz en súplica de gracia y de la recepción del Espíritu Santo. Muchos están en el umbral del reino esperando únicamente ser incorporados en él». «En todo el mundo», hay quienes están «esperando únicamente ser incorporados en él».
Quiera Dios que la iglesia, como un río, fluya fuera de sus propias fronteras hacia las comunidades circundantes, llevando vida y salud, guiando a las personas hacia Cristo, «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6). Hemos sido llamados por Dios para «profetizar otra vez», para llevar los mensajes de los tres ángeles al mundo.
Jamás lo olvidemos
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John Bradshaw, pastor y presidente de It Is Written (Escrito está), un ministerio de medios de evangelización con sede en Collegedale (Tennessee, EE. UU.).
Día 1: https://revistaadventista.editorialaces.com/la-esperanza-de-los-siglos/
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