El noruego Roald Amundsen y el británico Robert Scott compitieron por ser la primera persona en llegar al Polo Sur. Ambos anhelaban ser los pioneros en plantar la bandera de su país allí.
El 14 de diciembre de 1911, Amundsen, el “explorador de lo desconocido”, marcó el Polo Sur con la bandera azul y roja de Noruega.
Robert Scott llegó un mes más tarde al punto exacto del Polo Sur y, para su decepción, encontró la bandera noruega y una carta de Amundsen que decía: “A cualquiera que llegue aquí, el Polo Sur, sepa que Noruega llegó primero”. También pedía que se le comunicara la noticia al rey Haakon, de Noruega. Scott murió antes de dejar a la Antártida, bajo un frío de 50 ºC bajo cero, en marzo de 1912, cuando se encontraba en camino de regreso a casa.
Otra conquista importante la alcanzaron el neozelandés Edmund Percival Hillary y su guía, el sherpa Tenzing Norgay. Ellos conquistaron por primera vez la cima más alta del mundo: el monte Everest. Llegaron a la cima, de 8.848 metros el 29 de mayo de 1953.
Imagínate lo fenomenal que habrá sido la llegada a la luna de los astronautas de la nave Apolo XI en 1969. Era la primera vez que los seres humanos caminaban sobre otro cuerpo celeste fuera de la Tierra.
Durante 35 años, la sonda Voyager I recorrió el largo camino desde la Tierra hasta el extremo del Sistema Solar. Recién en 2013, la sonda logró salir de nuestro vecindario, para convertirse en el primer objeto creado por el hombre en salir de nuestro sistema planetario. La sonda sigue viajando a 69.000 km/h, buscando alcanzar nuevas conquistas.
Todas estas conquistas son realmente impresionantes. Muestran la capacidad de adaptación, de creación, el ingenio y la inteligencia de los seres humanos creados por Dios.
Pero, hay una conquista aún más grande y más importante, que todos pueden alcanzar: la vida eterna con Jesús.
Este regalo de nuestro Salvador para “todos los que en él creyeren” no se compara en forma alguna con las conquistas en el hielo, en las altas rocas de las montañas o en las rocas lunares.
En verdad, la salvación ya fue conquistada por la sangre de Jesús en la Cruz. Pero es necesario aceptarla y tomar una decisión pública para ser una nueva criatura, por medio del bautismo.
“El plan de Dios consiste en llegar primero al corazón” (Elena de White, El ministerio de curación pp. 114, 115). Y ademas, Elena de White escribe decenas de veces la expresión: “Ganar almas [personas] para Cristo”.
Testificar y preparar a las personas para que acepten a Jesús son deberes muy nobles para todos nosotros.
La edad más propicia para decidir bautizarse es entre los 10 y los 12 años. Algunos pueden decidirse antes. De los 13 a los 17 años es bastante más difícil conquistar una decisión por Jesús, dado que la influencia de los amigos y una “timidez temporaria adolescente” son típicas de este período. De todas formas, es nuestra responsabilidad, como padres y líderes, “hacer de todo” para que las nuevas generaciones tomen la mejor decisión: seguir a Jesús en la adolescencia y en la temprana juventud.
Los clubes de Aventureros y de Conquistadores son una de las mayores fuentes de bautismos en la Iglesia Adventista en Sudamérica. En conjunto con Jóvenes Adventistas, el Ministerio del Niño y del Adolescente, y Educación Adventista, estos departamentos de la iglesia trabajan unidos con el fin de preparar a esta nueva generación para el Bautismo de Primavera. Este bautismo especial se viene haciendo en este mes hace ya más de cincuenta años.
“PARA LOGRAR GRANDES CONQUISTAS, NO SOLO DEBEMOS ACTUAR, SINO TAMBIÉN SOÑAR; NO SOLO PLANEAR, SINO TAMBIÉN CREER” (ANATOLE FRANCE).
El Pr. Ademar Quint acuñó el término “Bautismo de Primavera” en 1963, cuando era pastor de distrito de la Iglesia Adventista de Madureira, Río de Janeiro, República del Brasil. Buscaba una forma de motivar a los jovencitos realizando una ceremonia especial y exclusiva. El Pr. Quint pensaba, y con razón, que la “primavera de la vida” y la estación de la primavera serían épocas apropiadas y motivadoras para efectuar un bautismo especial de menores y adolescentes.
La idea del Bautismo de Primavera se difundió rápidamente por todo el Brasil y los países de habla hispana, y hasta en otras partes del mundo. En la primavera de ese entonces, se bautizaron casi dos millones de menores y jóvenes.
Hoy, el número de personas bautizadas en Sudamérica durante septiembre es el triple de cualquier otro mes del año. Nos alegra saber que, de esta forma, la iglesia sigue creciendo con más bautismos de las nuevas generaciones que de adultos. Esto no es una competencia, sino una prueba de que nuestra iglesia no está envejeciendo; por el contrario, es cada vez más joven.
El bautismo es la gran conquista: ¡la entrega del corazon a Jesús! Y, cuando los jovencitos se entregan al principio de su vida, tienen toda una vida por delante para servir al Señor.
Los adolescentes y los jóvenes tienen algunas características interesantes respecto de la decisión por Cristo: tienen menos problemas que los adultos para guardar el sábado, aceptan el llamado al bautismo con mayor facilidad, se hacen de amigos en la iglesia más naturalmente y los Conquistadores bautizados permanecen por más tiempo en la fe.
Estas verdades sobre las nuevas generaciones nos llevan a interesarnos más y tener más responsabilidad para guiarlos a la gran conquista de su vida: aceptar a Jesús de todo corazón a través del bautismo.
Ser el primero en llegar al Polo Sur, al Everest o a la Luna no se compara con la conquista del cielo. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).
Es mi deseo que te sientas movido por el Espíritu Santo a preparar a las nuevas generaciones para que tengan un lugar en el cielo. Participa de algún Club de Aventureros o de Conquistadores; coordina una clase bautismal de jóvenes o de menores; estudia la Biblia con tu hijo, nieto, sobrino o alguien de tu vecindario. Que este Bautismo de Primavera pueda marcar una impresión en los miles que sellarán su vida con Cristo. Y que tú también puedas participar, sintiendo la santa alegría de conducir personas a los pies de Jesús.RA
Muy lindo la reflexión