Por Marcelo Coronel, pastor y presidente de la Misión Bonaerense del Norte, Buenos Aires, Argentina
Cierta vez, un joven me expresó con emoción: “Pastor, ¡volví a la iglesia porque me ayudaron a sentirme parte! Los jóvenes me buscaron, me animaron, me integraron y me mostraron con amor que ser parte es importante. ¡Volví reanimado!”. Las palabras de aquel joven contenían un profundo significado espiritual. Sin dudas, recuperar el sentido de “ser parte” marcó la diferencia en el resurgir espiritual de este joven reavivado.
El sentido de pertenencia tiene un profundo impacto en la vida espiritual. Incluso es determinante en el discipulado cristiano. Este sentido de pertenencia se refleja en la comunión con Dios y en la vinculación con la iglesia.
Ser parte de una iglesia mundial
Cada congreso mundial de la Iglesia es una excelente oportunidad para reflexionar en el principio bíblico de “ser parte”. Nos referimos al aspecto constitutivo de pertenencia o membrecía característicos del pueblo de Dios.
Pertenecer a la iglesia es ser parte de la familia de Dios. Es sentirnos y “ser parte” de la iglesia. Esto se observa a lo largo de la historia. Desde la Creación hasta la liberación del Éxodo, encontramos que el pueblo de Dios estaba constituido por familias o tribus. A su vez, estas estaban constituidos por miembros, que se relacionaban entre sí un marco de interdependencia, cuidado mutuo y un pacto con Dios, basado en su amor, justicia y misericordia. Todo esto les daba identidad y un sentido de misión.
Estos principios bíblicos se expresan en nuestras creencias fundamentales.
Recordemos nuestra creencia fundamental número 14:
“La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros, llamados de entre todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. En Cristo, somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, y las diferencias entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no deben causar divisiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos unió en comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas. Por medio de la revelación de Jesucristo en las Escrituras, participamos de la misma fe y la misma esperanza, y damos a todos un mismo testimonio. Esta unidad tiene sus orígenes en la unicidad del Dios triuno, que nos adoptó como hijos suyos (Sal. 133:1; Mat. 28:19, 20; Juan 17:20-23; Hech. 17:26, 27; Rom. 12:4, 5; 1 Cor. 12:12-14; 2 Cor. 5:16, 17; Gál. 3:27-29; Efe. 2:13-16; 4:3-6, 11-16; Col. 3:10-15).1
Como adventistas creemos que la iglesia es un cuerpo constituyente conformado por muchos miembros (1 Crón. 17:22; Rom. 12:4, 5; 1 Cor. 12:12, 18, 20, 27; Efe. 2:19; 3:6; 4:25 y 5:30). A medida que el cuerpo organizado de la iglesia crecía, se evidenciaba el principio bíblico de representatividad, donde cada entidad constituyente elegía a sus delegados representantes (Éxo. 18:21-27; Núm. 1:16-18; 31:54; Deut. 1:13-15; Jos. 21:1; Hech. 15:3-4).2 Estos principios bíblicos de cuerpo constituyente, membrecía y representatividad necesitan ser apreciados en el marco de los congresos de la Asociación General.
En estas reuniones plenarias de la iglesia, se evidencia la importancia de “ser parte”. Esta experiencia también se observa en la vida de la iglesia como un todo, desde la iglesia local, hasta la iglesia mundial. Somos parte de una iglesia organizada mundial, con una misión mundial. El sentir de “ser parte” se ve reflejado en cada reunión de tu iglesia local, donde se toman acuerdos, ya sea para realizar nombramientos, aprobar planes, dar cartas de traslado o recibir nuevos miembros.
Un grupo de creyentes es constituido en una congregación local, ya sea como grupo organizado en su etapa temprana o como iglesia organizada en su etapa madurativa. Un conjunto de iglesias constituye la Asociación o Misión. Un conjunto de Asociaciones y Misiones, constituyen una Unión. El conjunto de Uniones constituye la Asociación General. Las Divisiones actúan en representación y autoridad delegada de la Asociación General en sus territorios.
En cada parte del cuerpo organizado de Cristo se resalta el concepto de “ser parte.” En un congreso de la Asociación General tenemos la representación plenaria de las partes de todo el cuerpo de la iglesia a nivel mundial.
Por este motivo, estas reuniones son de vital importancia para nosotros como adventistas del séptimo día. Como adventistas creemos que, después de Dios, el congreso de la Asociación General representa la máxima autoridad eclesiástica (ver Reglamentos Eclesiásticos Administrativos B 05 20, inciso 3).
En cada congreso mundial se toman decisiones trascendentales para la marcha de la Iglesia en el cumplimiento de su misión mundial. También se revisan los aspectos constitucionales y el orden de la iglesia, buscándose mejorar, optimizar y acrecentar el cumplimiento pleno de su misión mundial.
Ser parte del cumplimiento de la misión mundial
Ser parte implica asumir responsabilidades. Ser parte del cuerpo de Cristo es asumir nuestra responsabilidad misionera, de cuidado y amor mutuos en el marco del discipulado en una misión mundial. En este punto encontramos una convergencia entre identidad y propósito. “Ser parte” refleja nuestra identidad. “Ser parte” nos presenta un propósito trascendental y misionero. Nuestra influencia personal, fidelidad, sostenimiento y compromiso misionero, convergen en el sentido de “ser parte”. Jesús nos hace parte cuando afirmó: “Vayan, y hagan discípulos…” (Mat. 28:19, NVI). Cuando Jesús nos hace parte, nos acerca a él, a su iglesia mundial y a su misión mundial.
Debemos tener comunión, identidad, misión, pertenencia y “ser parte”, siempre unidos y entrelazados en Cristo. Esto espera Dios de nosotros hoy.
Fortalecer nuestro sentido de pertenencia
En este congreso mundial vemos la importancia de “ser parte”. En un mundo que tiende a la fragmentación, el enfrentamiento, el aislamiento y la división, ver una iglesia mundial, tan diversa y variada, pero unida en la fidelidad a la Palabra de Dios, con una fe en común, una esperanza, y una misión en común, es un milagro del Espíritu Santo.
Tenemos la oportunidad de renovar nuestro sentido de pertenencia y alentar a otros a renovar su pertenencia en Cristo, en su iglesia y en su misión. Jesús ama a los suyos y pronto vendrá a buscarlos. “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1), “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efe. 1:5), “pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Tim. 2:19), “y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hech. 5:32).
Oremos por nuestra iglesia. Oremos por el congreso mundial. Hoy, más que nunca, necesitamos animarnos a “ser parte” y vivir a pleno nuestra comunión, identidad y misión, porque “del Señor somos” (Rom. 14:8).
Referencias
1Secretaría de la División Sudamericana de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Reglamentos eclesiásticos administrativos 2025 (Florida Oeste: ACES, Asociación Casa Editora Sudamericana, 2025), p. 31.
2 El principio de representatividad pareciera tener también connotaciones cósmicas en el marco del Gran Conflicto. Ver Job 1 y 2; 1 Corintios 15:47.
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