JESÚS Y EL SÁBADO

01/06/2025

Por sus acciones y palabras, ¿intentó el Maestro de Galilea abolir el día de reposo bíblico?

Por Cristian Cardozo Mindiola

Muchos cristianos contemporáneos creen que Jesús transgredió el sábado con muchas de sus actitudes o declaraciones. Sobre esta base, argumentan que la observancia del día de reposo ya no está vigente en la actualidad. Así, apelan a las múltiples historias en las que Jesús discutió con los maestros de la Ley de su época acerca de la observancia del sábado.

Sin embargo, esta interpretación es el resultado de ignorar el contexto histórico en el que se gestaron estos debates entre Jesús y los escribas, y de olvidar que estas fueron discusiones sobre la interpretación correcta de la Torá y no sobre si seguía estando vigente o no. Por lo tanto, ni Jesús ni sus discípulos quebrantaron el sábado, sino que sus acciones estaban permitidas de acuerdo con la interpretación rabínica de la Ley. Su legado, entonces, resalta el respeto al cuarto mandamiento, no su abolición ni transgresión.

CASO 1: ARRANCANDO ESPIGAS EN SÁBADO

Una de las primeras controversias sobre el sábado sucedió cuando los discípulos atravesaron un campo sembrado y arrancaron espigas para comerlas (Mar. 2:23-28; Mat. 12:1-8; Luc. 6:1-5). Los fariseos, al ver a los discípulos arrancar las espigas (Mat. 12:2), cuestionaron a Jesús sobre por qué sus seguidores hacían lo que no estaba permitido en sábado. Es necesario notar que los fariseos no acusan a Jesús de quebrantar la Ley sino a sus discípulos, aunque la pregunta de los fariseos connota que si los discípulos quebrantan el sábado debe ser porque su maestro así los instruyó. Por lo tanto, la respuesta de Jesús busca defender el comportamiento de sus seguidores, más que a sí mismo.

Arrancar espigas podía ser considerado como una violación del sábado. Al fin y al cabo, el mandamiento ordenaba que no se podía realizar ningún trabajo en el séptimo día, y arrancar espigas era equiparado a cosechar grano, algo que estaba prohibido (Éxo. 34:21). Además, los escritos rabínicos de la época de Jesús afirmaban de manera clara que arrancar espigas era una transgresión del sábado (Jubileos 50:12; Mishná Sabbath 7:2; Talmud Sabbath 9:17; Filón, Vida de Moisés 2:22). Por lo cual, los líderes religiosos entendían que las acciones de los discípulos constituían una profanación del sábado.

Jesús les recordó a los fariseos la ocasión en que David y sus hombres, al huir de Saúl, comieron el pan de la proposición, que solo los sacerdotes tenían permitido comer (Mat. 12:3). A primera vista resulta difícil entender por qué Jesús recurre a esta historia para resolver una acusación sobre la profanación del sábado. Sin embargo, un estudio cuidadoso revela que ambas situaciones –la de David y la de los discípulos– comparten un mismo principio legal de fondo: en algunas ocasiones se puede quebrantar una ley a fin de obedecer otra ley de mayor importancia.

Suena confuso, pero en realidad es simple. Hay leyes más importantes que otras. Por ejemplo, bajo circunstancias normales, todos detendrían su vehículo en el semáforo si la luz está en rojo. Pero, si estamos llevando a una persona moribunda al hospital, la ley del semáforo pasa a un segundo plano y avanzamos aun si el semáforo está con la luz que prohíbe el paso. El principio es claro: Cuando es imposible obedecer dos leyes, la obediencia a la ley más importante cancela la obligación legal hacia la menos importante.

Este concepto legal no era extraño en los tiempos de Jesús. Por ejemplo, en la Misná, una colección de tradiciones rabínicas más o menos contemporánea de los apóstoles, se registra una discusión sobre circunstancias especiales que validan la transgresión de las leyes dietarias de Levítico 11. Por ejemplo, si una persona está por morirse de hambre, puede comer incluso la carne de animales que son impuros de acuerdo con Levítico 11 (Mishná Yoma 8:6). Además, si una persona es mordida por un perro con rabia, se le puede suministrar una parte del hígado del perro rabioso (que en ese tiempo se creía que era un remedio para la rabia). Aunque en Levítico 11 se prohíbe el consumo del perro, esta obligación legal es cancelada por la obediencia a un principio mayor: salvar la vida de una persona que ha sido mordida. En este y otros casos más, la ley judía era clara: el principio de preservar la vida de una persona era de suprema importancia y, por lo tanto, cancelaba la obligación hacia otras leyes.1

Con este contexto en mente, podemos ver que la historia de David comiendo el pan de la proposición ilustra este principio. La Ley dictaminaba que solo los sacerdotes podían comer este pan (Lev. 24:9). David, que no era sacerdote, solicitó algo de comer, y lo único disponible era el pan de la proposición. David comió de él, transgrediendo una ley bíblica. Sin embargo, el relato de 1 Samuel 21 muestra que David estaba huyendo de Saúl y no había podido comer nada en el camino. Es decir, su vida estaba en riesgo por inanición. Por lo tanto, preservar la vida de David cancelaba la obligación de restringir el pan de la proposición a los sacerdotes.

De la misma manera, la acción de los discípulos también constituía una transgresión a las prohibiciones rabínicas sobre el sábado. Pero los discípulos lo hicieron porque tenían hambre (Mat. 12:1-2), por lo que entra en juego el mismo principio legal del que hemos estado hablando: salvar una vida cancela las obligaciones que se tengan hacia otra ley. El hambre de los discípulos ponía en riesgo su vida. La vida de los discípulos cobraba precedencia sobre la observancia del sábado. Por esa razón, sus acciones no constituían una profanación del mandamiento. La lógica del argumento es que, si el hambre de los hombres de David precedía a las leyes del Templo, entonces el hambre y las necesidades de Jesús y sus discípulos también preceden a la observancia del sábado.

CASO 2: EL TRABAJO DE LOS SACERDOTES

En el Evangelio de Mateo, Jesús defiende a sus discípulos que recogieron espigas apelando al trabajo que los sacerdotes realizaban en sábado, profanando así el día de reposo (Mat. 12:5). No obstante, Jesús afirma que la Ley considera a los sacerdotes inocentes de este pecado. Esto significa que, dentro de la Ley misma, hay concesiones sobre el tipo de trabajo que sí se puede hacer en el séptimo día.Esto quiere decir que cuando el mandamiento ordena “no hagas ningún trabajo en él” (Éxo. 20:10), tiene excepciones.

Por lo tanto, la clave está en distinguir qué tipo de trabajo puede realizarse en sábado y cuál no. En el caso de los sacerdotes, es necesario que su servicio continúe en sábado porque la cesación del servicio diario en el Santuario podría hacer que Dios abandonase el Templo. Por eso, entre cesar de trabajar en sábado o trabajar en él para mantener la presencia de Dios entre el pueblo, era claro que la ley superior era mantener a Dios entre el pueblo. Es decir, el Santuario/Templo ocupa un orden superior al sábado y, por lo tanto, los rabinos entendían que obedecer las leyes del Templo cancela las obligaciones que se tengan hacia el sábado (Mishná Temurah 2:1; Sifre Números 144; Talmud babilónico, Yoma 85b).

Jesús transmite en este relato que el Templo es mayor que el sábado. Pero ¿hay algo mayor que el Templo? En Mateo 12:6, Jesús menciona que hay algo más importante: la misericordia. “Si supiesen qué significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenarían a los inocentes” (Mat. 12:7). Jesús no está diciendo que el Templo no es importante o que los servicios del Templo deben ser anulados. Simplemente afirma que en la jerarquía de leyes divinas hacer el bien al prójimo se sitúa por encima de las leyes del Templo.

Así, Jesús emplea la siguiente lógica: Si el Templo es mayor que el sábado y la misericordia es mayor que el Templo, se pueden hacer obras de misericordia en el día de reposo. Por lo tanto, cortar espigas para saciar el hambre voraz de los discípulos en sábado era una obra de misericordia hacia ellos. De allí que sus acciones sean permisibles en el día de reposo. Esto también demuestra que la misericordia hacia el ser humano es superior a los demás preceptos legales, excepto por el de la adoración a Dios.

Por lo tanto, se pueden realizar actos de misericordia y salvar la vida humana en sábado, pues la vida humana está por encima de este mandamiento. Por eso, Jesús argumenta que el sábado existe por causa del ser humano y no el ser humano por causa del sábado (Mar. 2:27).

La premisa de fondo

Cuando Jesús permite ciertas actividades en sábado, como arrancar espigas en un campo para saciar el hambre, no está transgrediendo este mandamiento ni restando valor a su observancia. Más bien, Jesús participa de las discusiones legales de su época para delinear qué tipo de acciones eran permisibles en sábado y cuáles no. Discutir sobre las actividades permisibles en sábado presupone su observancia, no su derogación. Jesús reposiciona el sábado y su observancia frente a la necesidad trascendental, contenida en la Ley, de mostrar misericordia hacia el ser humano incluso en el día de reposo. Así, él determina que, para salvar una vida que se ve afectada por peligros como el hambre o la enfermedad, es válido hacer cosas que bajo otras circunstancias serían una transgresión del sábado.

Jesús, por lo tanto, no buscaba transgredir el sábado, sino definir qué acciones están permitidas. Si Jesús hubiera buscado abolir la observancia del sábado por completo, ¿para qué molestarse en delinear qué tipo de acciones eran permitidas en sábado? Las discusiones de Jesús sobre la correcta observancia del sábado con sus contemporáneos están cimentadas sobre la presuposición de que el sábado debe respetarse.

De esta manera, las controversias de Jesús, en lugar de apoyar la idea de que él transgredió el sábado, en realidad demuestran que él estaba interesado en guardarlo y en que sus seguidores también lo hicieran, siempre y cuando tuviesen en cuenta sus indicaciones sobre qué acciones son permitidas en dicho día.

CASO 3: SANANDO EN SÁBADO

La principal controversia acerca del sábado entre Jesús y los maestros de la Ley se encuentra en Juan 5:1 al 18. En el marco de una fiesta religiosa, Jesús sube a Jerusalén y visita el estanque de Betesda. Estando allí, sana a una persona que había sufrido de parálisis por 38 años y le ordena que tome su camilla y camine. En este punto de la historia, el evangelista informa que aquel día era sábado (Juan 5:9), lo que explica por qué los fariseos le dijeron al exparalítico que no era lícito cargar su camilla en ese día (Juan 5:10).

Este hombre responde que solo estaba haciendo lo que su sanador le había dicho (Juan 5:11). Cuando los judíos descubrieron que Jesús era quien había sanado al hombre paralítico, “trataban aún más de matarlo, ya que desobedecía la ley acerca del sábado” (Juan 5:18, NBV). En el momento, Jesús responde con un argumento cristológico, en el que sus acciones son válidas porque están en armonía con las del Padre. Sin embargo, Jesús no responde directamente a la acusación de que él transgrede el sábado. Para ello, debemos esperar unos cuantos capítulos más adelante.

Ahora bien, en ocasión de la Fiesta de los Tabernáculos, Jesús retoma el tema de su supuesta transgresión del sábado de Juan 5:1 al 18. Jesús inicia su defensa legal argumentando que hay acciones que pueden realizarse en el día de reposo. Él señala que la circuncisión podía aplicarse en sábado (Juan 7:22, 23). Efectivamente, los judíos de la época de Jesús creían que si el día de circuncidar a un niño (al octavo día) caía en sábado era completamente legal efectuar el procedimiento, pues este era más importante que el día de reposo.

Por ejemplo, en la Misná se afirma de manera explícita que efectuar la circuncisión es más importante que la observancia del sábado: “En el sábado, uno puede hacer todo lo que sea necesario para la circuncisión”. Es decir, la obligación de circuncidar a un niño al octavo día era más importante que las obligaciones hacia el sábado, siendo este otro ejemplo de cómo la obediencia hacia una ley dada por Dios supera en importancia a las obligaciones hacia un mandamiento menos importante. Jesús incorpora este principio legal en su discusión para resaltar que hay acciones permisibles en el día de reposo.

Ahora bien, Jesús emplea en su argumento una regla hermenéutica utilizada por los rabinos llamada qatan gadol, que en hebreo significa “de menor a mayor”. En otras palabras, lo que es válido para la parte, es válido para el todo; lo que es válido para lo pequeño, es válido para lo mayor. Si la circuncisión era permitida en sábado, lo cual implicaba cortar o sustraer una parte del hombre, ¿no significa esto que la acción de restaurar o añadir al hombre también debe ser permitida en sábado? Después de todo, ¿qué es más importante? ¿Quitarle una parte de su cuerpo al hombre o restaurar la salud completa de su cuerpo?

Algunos judíos pensaban que en sábado no se podía realizar ningún tipo de acción dedicada a la restauración de la salud de una persona o un animal (Documento de Damasco, 11.12-16; Jubileos 50:10-11). Sin embargo, la mayoría de los judíos creía que la preservación de la vida de una persona permitía incurrir en acciones que bajo otras circunstancias estaban prohibidas en sábado. Por ejemplo, estaba permitido aplicar una medicina en sábado si una persona estaba afectada por una enfermedad mortal, pues la obligación de preservar la vida estaba por encima aun del mandamiento del sábado (Mishná Yoma 8:6).

Ahora, en los tiempos de Jesús, la circuncisión era vista no como la mutilación, sino como la restauración del órgano viril masculino.2 Entonces, si en sábado está permitido restaurar un solo órgano, ¿no avala esto la restauración de todo el cuerpo? De hecho, algunos judíos pensaban que este era el caso. Rabí Eliezer afirma que, “si a causa de un solo órgano de una persona se anulan las prohibiciones del sábado, ¿no es acaso lógico que uno deba anular las prohibiciones del sábado a causa del todo de la persona?” (Mishná Shabbat 19:5). Es precisamente a esta lógica legal a la que apela Jesús. En Juan 7:23, Jesús enfatiza que lo que él hizo fue sanar “completamente a un hombre”, literalmente: “todo el hombre” (holon anthrōpon, en griego), no solo una parte. Por esa razón, si sanar una parte del hombre está permitido en el día de reposo, sanar a todo el hombre también debía estar permitido. Jesús nuevamente llama la atención de su audiencia a la idea de que la vida toma primacía sobre el sábado. Salvar la vida de una persona es uno de los principios fundamentales de la ley de Moisés. Por esa razón, es válido, mientras se busque obedecer este principio fundamental, no cumplir con requisitos menores de la misma ley.

Matthew Thiessen afirma correctamente que en Juan 7:22 y 23 “no ocurre un rechazo del sábado; en su lugar, el Jesús juanino entra en el debate acerca de ordenar las leyes de una manera que ponga a los elementos más importantes de la ley en primer lugar”.3 Una vez más, Jesús no está abrogando el sábado, sino solo debatiendo sobre lo que es permisible hacer en este día. Jesús no está validando que una persona haga lo que quiera en sábado, sino dejando en claro que la preservación de la vida de una persona toma precedencia sobre observar los detalles menores del sábado.

CONCLUSIÓN

Algunos intérpretes han tomado las declaraciones de Jesús y las han entendido como un argumento a favor de la nulidad del sábado. Pero se olvidan de que estas discusiones entre Jesús y los maestros de la Ley están enmarcadas en los debates legales de su tiempo. Es necesario leer estos pasajes en su contexto histórico y literario para no interpretarlos erróneamente.

Cualquier persona que lea cuidadosamente las Escrituras pronto descubre que el mandamiento de guardar el sábado es un elemento transversal y de vital importancia a lo largo de toda la Biblia. Es un recordatorio de la obra creadora y redentora de Dios. Es un símbolo de la relación y la lealtad entre Dios y su pueblo. Pero, a pesar de su importancia, los detalles sobre cómo observar propiamente este día son escasos. Por eso, después de la reconstrucción del segundo Templo, los rabinos judíos desarrollaron tradiciones orales para llenar los vacíos legales y generar guías específicas sobre las acciones que se podían o no realizar en sábado.

Es en este contexto donde aparece Jesús. Él nunca cuestiona la vigencia del sábado, sino que sus debates giran en torno a lo que la tradición oral afirma que se puede o no hacer en el día de reposo. Jesús, como maestro de la Ley, participa de los debates de la tradición oral de la época y afirma de manera categórica que las acciones que busquen preservar la vida de una persona son permisibles en sábado.

Jesús no transgredió la validez del sábado ni con sus acciones ni con sus enseñanzas. Más bien, discutió qué tipo de acciones se pueden realizar en sábado, siendo la observancia del cuarto mandamiento un prerrequisito para sus enseñanzas al respecto. Por esa razón, las concesiones legales que él hace a la observancia del sábado no son una derogación de su vigencia. Jesús no está dando libertad para trabajar, comprar, o hacer cualquier acción que pueda ser realizada en otro día de la semana. Simplemente corrige una tendencia presente en el mundo antiguo y actual: creer que el sábado está por encima de la vida humana. Jesús no autoriza cualquier tipo de acción en sábado, sino solo aquellas acciones dirigidas a salvaguardar la vida humana.

Se corre un gran riesgo al leer las enseñanzas de Jesús sobre el sábado. Por un lado, se puede llegar a pensar que Jesús eliminó o minimizó la importancia del sábado. Sin embargo, como Lutz Doering ha argumentado, “Jesús tomó un principio compartido por muchos judíos contemporáneos (que salvar una vida precede al sábado) como punto de partida y extendió su aplicación. Los desacuerdos sobre esta disputa legal deben ser entendidos en relación con ‘los puntos finos’ de la Ley, no como confrontación o derogación”.4

El otro riesgo es guardar el sábado olvidando la adoración al Dios que lo estableció. El Dios del sábado tiene en gran estima a la humanidad, al punto de permitir que salvar la vida humana tome prioridad en ese día. No es que el sábado no sea importante, sino que la vida humana toma precedencia. Es de vital importancia recordar que el sábado fue hecho para la humanidad y no la humanidad para el sábado (Mar. 2:27).


Cristian Cardozo Mindiola, es Doctor en Teología y profesor de Teología en la Universidad Adventista de Colombia.


Revista completa y números anteriores: https://editorialaces.com/bibliotecagratuita

Referencias

1 Ver también 1 Macabeos 2:41; Josefo, Antigüedades de los judíos 12:277; Mishná Nedarim 3:11; Mishná Nega’im 7:5; Mishná Pesaj 6:1; Jubileos 50:10-11.

2 Tosefta Shabbat 15:16; Mekilta de Rabí Ishmael, Amalek 3; Mekilta de Rabí Ishmael, Shabbata 1.

3 Matthew Thiessen, Jesus and the Forces of Death: The Gospels’ Portrayal of Ritual Impurity within First-Century Judaism (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2021), p. 172.

4 Lutz Doering, “Much Ado about Nothing? Jesus’ Sabbath Healings and Their Halakhic Implications Revisited”, en Judaistik Und Neutestamenliche Wissenschaft: Standorte-Grenzen-Beziehungen, ed. Lutz Doering, Hans-Günther Waubke y Florian Wilk (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 2008), pp. 235, 236.

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