Un análisis de Proverbios 8
En Proverbios 8 existe una personificación de la Sabiduría, y muchos autores concluyen que hay una referencia a Cristo. Puesto que en el versículo 22 algunas versiones traducen “Jehová me creó en el principio”, los antitrinitarios concluyen que Jesucristo fue creado por el Padre.
Veamos de qué se trata todo esto. La palabra hebrea que específicamente significa “crear” es bara y no aparece en el versículo 22. La palabra que aparece allí es qana, que significa “conseguir”, “comprar”, “poseer” (y solo en algunos contextos podría tener un sentido secundario de “crear” o “producir”). Siempre que Proverbios usa qana, su significado es “poseer”, “adquirir” y no crear (1:5; 4:5, 7; 15:32; 16:16; 17:16; 18:15; 19:8; 20:14; 23:23). Por eso, la traducción “Jehová me poseía” es más exacta gramaticalmente. Entendido correctamente, el pasaje dice que la sabiduría siempre estuvo con Dios, y no hubo un tiempo en que no la haya poseído. Si Jesucristo es “el poder de Dios y la sabiduría de Dios” (1 Cor. 1:24), afirmar que el Padre lo trajo a la existencia significaría que, en algún momento de la eternidad, al Padre le faltó poder y sabiduría. Una conclusión absurda, pero inevitable, si se interpreta mal Proverbios 8:22.
Con todo, los versículos 24 y 25 muestran que alguna clase de engendramiento se produjo un tiempo antes de la creación del mundo: “Antes de los océanos fui engendrada […]; antes que los montes fueran fundados, antes de los collados fui engendrada”. ¿Qué significa esto? La clave está en el versículo 23: “Desde la eternidad fui establecida (heb. nasak)”. El mismo verbo hebreo nasak, “instalar, establecer”, se usa en Salmo 2:6 para hablar de la entronización del rey davídico: “He puesto (nasak) a mi Rey sobre Sion, mi santo monte”. Esta entronización es descrita usando el lenguaje del nacimiento: “Publicaré el decreto. El Señor dijo: ‘Mi hijo eres tú, te engendré hoy”. Nótese que aquí no se trataba del inicio de su existencia, sino del inicio de un nuevo cargo.
Richard Davidson dice que Proverbios 8:22 al 25 no habla de un tiempo antes del cual el Cristo preeencarnado no existía; el texto no habla de su “engendramiento” literal. Más bien, el pasaje se refiere a la instalación en un nuevo cargo al comienzo de la Creación. ¿Qué cargo era este? Davidson explica que se trata del papel de mediador entre el Dios todopoderoso y sus criaturas finitas. Por eso, el Cristo preencarnado es presentado como el Verbo (Juan 1:1) y el Ángel de Jehová, una teofanía de Dios mismo (Gén. 16:7-11; Éxo 3:2-6, 14).
“JESUCRISTO, EL DIVINO HIJO DE DIOS, EXISTIÓ DESDE LA ETERNIDAD COMO UNA PERSONA DISTINTA Y, SIN EMBARGO, ERA UNO CON EL PADRE”.
En algún momento de la eternidad, la Deidad determinó que a quien conoceríamos como la Segunda Persona desempeñaría este rol mediador. Al asumir este papel ante los ángeles, aunque plenamente Dios, igual al Padre (Juan 1:1; Heb. 1:8), adoptó la teofanía del arcángel Miguel, y era así como lo veían las huestes celestiales (Dan. 10:13). Después de la entrada del pecado a este planeta, ocultaría su divinidad en nuestra humanidad y se convertiría en nuestro Redentor (Fil. 2:5-7).
La evidencia bíblica anterior aclara por qué al inicio del Gran conflicto Lucifer codició la posición de Cristo. Al verlo como el arcángel Miguel, pensó que era como él, y que podía disputar su autoridad. Por eso, Elena de White explica que, antes de la creación de este mundo, el Padre tuvo que convocar un concilio celestial, para revelar “cuál era el verdadero lugar que ocupaba su Hijo […], el Rey declaró que ninguno, excepto Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía penetrar en la plenitud de sus designios. […] El Hijo de Dios había ejecutado la voluntad del Padre en la creación de todas las huestes del Cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas tributar homenaje y lealtad. Cristo había de ejercer aún el poder divino en la creación de la Tierra. […] Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo y, postrándose ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se postró con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. […] La hueste celestial lo amaba. […] Sin embargo, el Hijo de Dios ocupaba una posición más exaltada que él. Era igual al Padre en poder y autoridad. Él compartía los designios del Padre, mientras que Lucifer no participaba en los concilios de Dios” (Patriarcas y profetas, pp. 14, 15). Lamentablemente, Lucifer no aceptó la autoridad de Cristo y se rebeló.
Para Elena de White, el Hijo existe desde siempre, el Padre no lo trajo a la existencia. En una cita en la que usa Proverbios 8, dice que “el Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una persona distinta y, sin embargo, era uno con el Padre” (Mensajes selectos, t. 1, p. 291).
Por eso, cuando Jesús dice que “yo de Dios he salido y he venido”, y “salí del Padre y he venido al mundo. Otra vez dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Juan 8:42; 16:28), no está diciendo que salió de “dentro” del Padre, sino que está hablando de su procedencia –es decir, había sido enviado por el Padre–, de su encarnación (“he venido”), y de su retorno al Cielo (“vuelvo al Padre”). Por eso, Jesús oró: “Padre, glorifícame a tu lado con la gloria que tuve junto a ti antes que el mundo fuese” (Juan 17:5).
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Parte 1 del tema Jesús ¿fue engendrado?: https://revistaadventista.editorialaces.com/jesus-fue-engendrado-1/
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