FUNDAMENTADOS EN LA BIBLIA, INTEGRADOS EN LA MISIÓN

05/12/2025

La historia de Felipe y el etíope tiene mucho que enseñarnos.

Llegamos con expectativas al primer Concilio Anual de la Asociación General. Para mí, para mis colegas de la administración, los presidentes de las uniones de la División Sudamericana (DSA), los pastores de distrito y los miembros voluntarios que son delegados, fue motivo de alegría y gratitud participar y ver el lema y el enfoque de este nuevo quinquenio 2026-2030: “Integrados para la misión”.

Este lema no solo fortalece nuestra identidad adventista, sino que deja en claro lo que debemos hacer como Iglesia. “Esto es lo que somos como adventistas del séptimo día: personas del Libro, basadas en la Palabra de Dios y comprometidas con la misión de Cristo”, sostuvo el Pr. Köhler, presidente de la Iglesia Adventista a nivel mundial.

Tras la muerte de Esteban, se desató una violenta persecución y dispersión de los creyentes de Jerusalén, algo que Dios permitió y transformó en un recurso misionero. Esteban y muchos otros pagaron un precio muy alto dando testimonio de valor, de fe y de esperanza. Felipe, uno de los siete diáconos, fue uno de los expulsados. “Los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe descendió a la ciudad de Samaria y predicaba a Cristo. La gente escuchaba unánime atentamente lo que decía Felipe, porque oían y veían las señales que hacía. […] Así, había gran alegría en esa ciudad” (Hech. 8:4-8).

Esta historia es una joya misionera que demuestra cómo la lectura de las Escrituras y la obediencia inmediata al llamado de Dios son inseparables. “Después, un ángel del Señor dijo a Felipe: ‘Levántate y ve hacia el sur, por el camino del desierto que va de Jerusalén a Gaza’ ” (Hech. 8:26). En el camino se encontró con un oficial influyente y de alto rango, administrador y gobernador de Candace, reina de los etíopes. Él estaba leyendo, pero sin entender, la parte del Siervo sufriente en Isaías 53. Entonces preguntó a quién se refería este texto. La Palabra de Dios estaba presente, pero necesitaba ser explicada. Felipe no eludió la pregunta ni inventó una respuesta. Utilizó el texto bíblico que el hombre tenía en sus manos para llevarlo a Jesús. “Entonces Felipe, empezando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hech. 8:35).

Las Escrituras sirven como punto de partida para la proclamación del mensaje de salvación. Así, el eunuco etíope entiende, cree y pide ser bautizado (lo que representa la expansión de la fe hasta lo último de la Tierra, según Hech. 1:8). La Palabra de Dios proporciona el mensaje; y el mensajero, cumpliendo la misión, se asegura de que sea entendido para la salvación.

En una época de tantas palabras sin sentido, vale la pena recordar que “una frase de la Escritura tiene más valor que diez mil ideas o argumentos humanos. […] La presencia de Cristo en el corazón es una potencia vivificadora que fortalece todo el ser” (Elena de White, Consejos sobre la salud, p. 250). El mensaje requiere mensajeros que lo vivan y lo compartan. “Este etíope simboliza una numerosa clase de personas que necesita ser enseñada por misioneros como Felipe, esto es, por hombres que escuchen la voz de Dios y vayan adonde él los envíe. Muchos leen las Escrituras sin comprender su verdadero sentido. […] Muchos están en el umbral del reino esperando únicamente ser incorporados en él” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, pp. 90, 91).

Basados en la Palabra y enfocados en la misión, seamos como Felipe, porque muchos “etíopes” nos necesitan para cruzar el umbral del Reino de Dios.

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