¿FRENTE AL MAR ROJO?

Cómo salir con éxito de las crisis que tenemos que enfrentar hoy.

Después de haberlo liberado milagrosamente de la esclavitud y del poder de Faraón, Dios guio al pueblo de Israel hacia el Mar Rojo. Primero lo bendijo sobremanera, y pocos días después lo puso en grandes aprietos. ¿Alguien me puede explicar por qué?

Bueno, en realidad solo quisiera hacerlos pensar. Las Sagradas Escrituras son muy claras al dar una respuesta. Dijo Jehová a Moisés: “[…] seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová” (Éxo. 14:4).

Sabemos que Faraón se arrepintió de haberlos dejado ir y salió a perseguirlos por el desierto, furioso, con sus mejores carros y caballos. Se avecinaba una lucha desigual con los exesclavos, quienes –a pesar de estar armados– iban de a pie.

Humanamente hablando, desde la perspectiva en la que Dios no tiene lugar, solo se podía pensar en un desenlace fatal.

Y los israelitas estaban, más bien, acostumbrados a pensar que Dios no estaba con ellos. Los siglos de esclavitud habían dejado una huella profunda en su mente, que decía: No se puede confiar en nadie; estamos abandonados a lo que el destino nos depare. Gruesos surcos se habían formado en su cerebro de tanto cultivar estos pensamientos.

Ahora, ante una crisis, aunque Dios se había manifestado con grandes señales y prodigios en su favor en los últimos días, instintivamente volvieron sus pensamientos por aquellos surcos.

Los israelitas estaban paralizados de espanto. Delante de ellos estaba el Mar Rojo… sin ningún barco listo para alejarlos de Faraón. Detrás se veía el remolino de polvo creado por los caballos del colérico rey. Desde la perspectiva en que Dios no tiene lugar, estaban atrapados.

Pero Dios estaba llevando a cabo su plan; y también era consciente del miedo que esta situación iba a generar. Así que, habló claramente con Moisés y le hizo entender su plan: “Ten confianza, que en pocas horas van a estar cantando alabanzas por la manera en que los voy a liberar… nuevamente”.

Una de las grandes enseñanzas que aparecen en las Sagradas Escrituras es que Dios en ocasiones permite que sus hijos vivan situaciones difíciles y peligrosas. Luego, él se manifiesta y viene en su rescate.

En su infinita sabiduría, Dios pone a veces a sus hijos en situaciones difíciles para que los demás vean cómo es Dios: lleno de amor y de poder. Para que vean cómo los libra, cómo les da paz en medio de la tormenta, cómo puede transformar lo imposible en posible.

Moisés, quien entendió el plan de Dios, dijo a los israelitas: “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (vers. 14). Dios dirigió al pueblo hacia el mar y le pidió que empezara a caminar por él. Por fe, lo hizo, y Dios honró su confianza y abrió un camino en el mar. Faraón y sus secuaces morirían ahogados.

Las crisis en las que nos encontramos hoy son diferentes. Pero no menos reales. El miedo y la desesperanza nos ganan cuando pasamos más tiempo pensando en todo lo que va mal en este mundo y menos en lo que Dios está haciendo en nuestro favor.

¿Cuál es tu “Mar Rojo” en este momento? ¿Qué es lo que destruye tus esperanzas; lo que te llena de miedo? Y ¿dónde está Dios en tus pensamientos?

Recuerda esta maravillosa promesa: “Así dice Jehová, el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas; el que saca carro y caballo, ejército y fuerza […]. No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad” (Isa. 43:16-19).

Sabemos que Jesús viene pronto, y sabemos que la maldad y las crisis en la sociedad aumentarán mucho antes de su regreso. Pero no tenemos nada que temer. Sabemos que nuestro Padre está cuidando de nosotros y que podemos estar tranquilos.

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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