¿Va a llover? ¡No lo creo!
Por Pablo D. Canalis
Marcos y su hermano Claudio, de diez y ocho años respectivamente, se levantaron temprano para disfrutar del primer día de vacaciones. Sus padres aún estaban cansados del viaje del día anterior ya que habían tenido mucho tráfico y la gente en la carretera estaba nerviosa. Esto había dejado a su padre muy cansado.
Entre los hermanos, los roles estaban definidos. Marcos solía ser más perezoso a la hora de hacer cosas, pero este día estaba entusiasmado. Es que hacía mucho tiempo que no tenía vacaciones y quería disfrutarlas. Mientras tanto, Claudio (que se destacaba por ser más activo) se sentía cansado. Lo interesante fue ver la reacción de ambos cuando abrieron la ventana de la habitación del hotel. Claudio corrió la cortina, vio el cielo nublado, cerró la cara y dijo: “¡No lo puedo creer! ¡Está por llover!” La rabia, la frustración y la indignación no tardaron en aparecer en su rostro. Dos segundos después, Marcos se asomó, miró al cielo y luego a su hermano, y dijo: “¡No lo creo!”
Entonces, ambos empezaron a discutir sobre si iba a llover o no, hasta que mamá intervino, con firmeza y voz elevada: “¡Basta! ¡No quiero peleas el primer día de vacaciones!” Sin embargo, comprendió la cara de frustración de su hijo menor. Por eso, sentó a los dos en el sofá y les preguntó: “Claudio, ¿qué tenías planeado hacer y que la lluvia lo va a impedir?”
El niño bajó la cabeza y contestó sin mucho ánimo: “Nada, solo quería ir a la playa. No quiero estar encerrado todo el día sin hacer nada. Quiero disfrutar de estas vacaciones”. Marcos comprendió el enfado de su hermano y le dijo: “Seguro que estas nubes son chaparrones de verano. Todo pasará rápido y podremos estar al aire libre”.
Claudio tenía razón. Mientras desayunaban, empezó a llover. Pero no fue un chaparrón pasajero. ¡Llovió todo el día! Entonces, le dijo a su hermano: “¿Viste? ¡Ahora seguro que nuestras vacaciones serán dentro de este hotel sin poder ir a la playa!” “¿Y si oramos?”, sugirió Marcos. “Dios puede enviar un viento para disipar las nubes”. Los dos se arrodillaron juntos al lado de la cama y empezaron a orar. En ese mismo momento, su padre los vio, se acercó lentamente y pudo oír la oración. Luego, se escabulló para no interrumpir la oración y fue a hablar con su mujer. “Los niños están rezando para que Dios traiga la lluvia, pero ¿y si Dios no trae la lluvia?” “Tenemos que hablar con ellos mañana”, dijo la madre.
Al día siguiente, los dos corrieron a la ventana y ya llovía cuando abrieron la cortina. ¿Sería que su fe era débil, que Dios no los oyó? El hotel tenía lindas actividades para hacer y consiguieron disfrutarlas; pero los planes de Marcos no se hicieron realidad.
Siempre que empezamos un nuevo año lo hacemos con muchas expectativas. Siempre contamos con una fuerte ilusión de que las cosas van a mejorar. Muchos “abrirán la cortina” de 2025 y dirán: “¡Va a llover!” Y otros dirán: “¡No lo creo!”
¿Somos capaces de aceptar cuando las cosas no salen como queremos? ¿Cómo reaccionamos cuando Dios no parece responder a nuestras plegarias? ¿Será que Dios no se interesa por nuestros problemas?
Aprende a manejar tus expectativas en este año que comienza recordando la aseveración de Habacuc 2:4: “El justo vivirá por su fe”. Vivir por fe es convivir con imprevistos y con situaciones que se escapan de nuestro control. Mantén la calma y no te frustres cuando hoy descorras la cortina y las cosas no sean exactamente como las planeaste o imaginaste. No dejes que este mundo y sus problemas te frustren. Inicia, mantén y cultiva una relación con Dios sólida. Tan sólida que te permita estar bien en los días de sol, en los nublados y también en aquellos donde la tormenta es fuerte.
Pablo D. Canalis es médico especialista en Psiquiatría, y posgraduado en Medicina Familiar y Comunitaria.
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