Luego de varios encuentros entre Nabucodonosor, Daniel y los tres jóvenes hebreos, el poderoso rey de Babilonia parecía no haber entendido plenamente el propósito que Dios tenía para él. Los jóvenes cautivos le habían mostrado que Dios es quien da sabiduría, que Dios es quien pone reyes y quita reyes, que Dios protege y salva a quienes confían plenamente en él. Sin embargo, hasta este punto, solo había reconocido tales verdades de forma teórica, o más bien, no de forma personal. El capítulo 4 de Daniel es el relato de la experiencia y la decisión personal del rey Nabucodonosor. En este punto de la historia, el conocimiento que hasta ese momento era teórico pasó a ser práctico.
El rey del Imperio Neobabilónico recibe un sueño y Daniel lo interpreta. El mensaje de Dios no traía buenas noticias. Si el rey continuaba con la altivez de considerarse el soberano de todo, el verdadero Soberano del Universo tenía una sentencia para él. No pasó mucho tiempo después de haber sido dada la advertencia hasta que Nabucodonosor no pudo más; su corazón altivo lo llevó a declarar que todo lo que había logrado había sido por su fuerza, poder y sabiduría. En ese momento, la sentencia divina sobre el rey se hizo realidad. Ahora estaba fuera de sí, como una bestia del campo.
El ser humano tiene diferentes formas de reaccionar frente a las variadas maneras en las que Dios se manifiesta. Algunos niegan su existencia y consideran que todo lo que sucede tiene una causa natural. Otros no niegan ni afirman la existencia de Dios, solo viven independientemente de la existencia de Dios. Otro grupo de personas cree que Dios existe, pero que él no necesariamente está interesado en los seres humanos. Un último grupo considera que Dios existe y que se interesa por cada ser humano, y deciden ser fieles a él.
Por lo que vemos en el libro de Daniel, Nabucodonosor era consciente de la existencia del Dios de Israel, pero lo consideraba inferior al dios de Babilonia. Con el tiempo, y gracias a la interacción con Daniel, Misael, Ananías y Azarías, el rey comenzó a considerar que el Dios de Israel no era solamente un dios más de los muchos dioses de la época. El Dios de Daniel resultaba ser el que revelaba los misterios más profundos, que ningún otro dios había sido capaz de revelar. El Dios de Daniel se reveló como el que quita y pone reyes, incluyendo a Nabucodonosor, aunque este no lo creía. El Dios de Misael, Ananías y Azarías era capaz de librar a sus fieles seguidores aun de un fuego del cual nunca antes nadie se había librado. Era como si Nabucodonosor supiera que Dios existía, pero pensaba que no tenía nada que hacer con él.
En Daniel 4, Dios se manifestó de tal manera que finalmente Nabucodonosor reconoció no solo de forma cognitiva que Dios es el que quita y pone reyes, sino también entendió por experiencia propia que Dios es soberano y que estaba por encima de él. En algunas ocasiones el ser humano llega a situaciones críticas, en las que siente que no podría estar más abajo, y eso lo obliga a ver a lo más Alto. Dios no desea que lleguemos a esa situación, pero al parecer el ser humano busca a Dios cuando está en el fondo de un abismo del cual parece que no saldrá.
La Biblia declara que Nabucodonosor vivió, comió y actuó como una bestia del campo. Esta condición es producto del hecho de apartarse de Dios y no reconocerlo como tal. El pecado y el orgullo han llevado al ser humano a vivir como Nabucodonosor vivió durante siete años, y solo hay una forma de salir de dicha condición tan deplorable: mirar al cielo y reconocer que Dios es Dios. Reconocer que somos seres humanos finitos mientras que Dios es soberano y eterno. Cuando hagamos eso, Dios hará el mismo milagro que obró en el rey de Babilonia; él restaura y da dignidad al ser humano. Dios restauró a Nabucodonosor y lo hizo haciendo que volviera a su posición inicial como rey del Imperio.
Al final de la historia, cuando Cristo venga, él restaurará a quienes decidan servirlo de todo corazón, y volverán a su posición inicial, como herederos del Reino de Dios. La próxima vez que veas el cielo, reconoce al Soberano del Universo en tu vida, y empezará el camino de restauración hasta el día en que Cristo venga y se complete la obra redentora. Empieza hoy a caminar en el camino de la fe. ¡Maranata!
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