“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”.
H. Van Dyke.
Si pudiera reunir un dólar por cada persona que me ha dicho que su meta en la vida es “ser feliz”, les aseguro que mi cuenta bancaria tendría muchísimo dinero.
Todos queremos ser felices. Cuando vas a una librería, te encuentras con cientos de libros que hablan sobre este tema, e incluso te entregan recetas a la medida a fin de que puedas aumentar tu felicidad a través de la “ley de atracción”, el éxito en tu trabajo, el cumplimiento de metas específicas y demás “mágicos” etcéteras.
De hecho, un estudio realizado en 48 países que involucró a más de 10.000 personas descubrió que, sin importar el rincón del planeta donde miremos, todos le conferimos una gran importancia a la felicidad, y muchos la hemos abrazado como una de nuestras metas más valiosas.1
Dios diseñó el mundo de modo que funcionara de manera que, mientras estemos conectados con él y con los demás, vivamos la vida para la que fuimos destinados y seamos felices.
La buena noticia es que la ciencia ha podido identificar cuáles son las características de las personas que señalan tener un mayor nivel de felicidad. Veamos:
1-Porcentajes hacia la felicidad. Lo primero que hay que saber es que el 50 % de tu felicidad está determinada por tu genética, el 40 % tiene que ver con las acciones intencionadas que realizas para ser más feliz (por ejemplo, hacer ejercicio físico), y el 10 % restante se basa sobre las circunstancias externas, como la cantidad de dinero que tienes en el banco, tu estatus social, etc. Los estudios señalan que, en definitiva, no importa la naturaleza de las circunstancias, puedes decidir ser feliz a pesar de ellas. Los eventos positivos en nuestra vida ¿son eternos? No… ¡y tampoco lo son los eventos negativos!
2-El dinero no hace a la felicidad. Muchos lo decimos, pero pocos realmente lo creemos. Sin embargo, las investigaciones son claras: el dinero nos ayuda a ser más felices cuando satisface nuestras necesidades básicas. Pero una vez que estas son satisfechas, no hay mucha diferencia en los índices de felicidad entre los millonarios y aquellos que pertenecen a la clase media. Es que cualquiera sea la cantidad de dinero que tengas, siempre te adaptarás, y luego desearás más. Este deseo interminable de querer más y más nos muestra que el dinero nunca nos satisfará por completo y, por lo tanto, no es un factor determinante en nuestra felicidad.
3-Las relaciones hacen la felicidad. Entonces, si el dinero no me da felicidad, ¿qué me la da? El tener relaciones interpersonales significativas y saludables,2 el servir a otros3 y el ser agradecidos4. Fuimos diseñados como seres sociales. Necesitamos del otro para ser felices. Necesitamos conectarnos y empatizar con el otro para poder sentir que somos útiles y que tenemos un propósito en la vida.
Dios quiere que seas feliz, y que lo seas con él. ¿Cómo? Amando a tu prójimo como a ti mismo, reconociendo que él es tu Creador y Proveedor. Y además, recordando que cuando sirves a otros, lo sirves a él.
Ese es el gran secreto de la felicidad.
Referencias
1 Kahneman y otros (2016), Would You Be Happier If You Were Richer? A Focusing Illusion (Princeton University Press).
3 F. Borgonovi (2008), “Doing well by doing good. The relationship between formal volunteering and self-reported health and happiness”, Social Science & Medicine, pp. 66, 2.321-2.334.
4 Y. J. Wong, J. Owen, N. T. Gabana, J. W. Brown, S. McInnis, P. Toth y L. Gilman (2016), Does gratitude writing improve the mental health of psychotherapy clients?
Excelente.