ÉL SE SACRIFICÓ POR NOSOTROS

Nuestra responsabilidad ante el gran amor divino.

El Señor creó las facultades morales y físicas del ser humano como un reflejo sin pecado de sí mismo. Dios dotó a la humanidad de atributos santos y lo colocó en un jardín hecho expresamente para ellos. Solo el pecado podía arruinar a los seres creados.

La malicia que Satanás profesaba contra Dios lo llevó a proponerse destruir la obra del Creador. Pero, tan pronto como Satanás tuvo éxito en poner a Adán y a Eva de su parte, Dios intervino para rescatarlos. Él “tanto amó […] al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Dios entregó a su Hijo para rescatar a los seres que había creado. Así pues, Cristo asumió la obra de la Redención, una obra que era imposible que los ángeles realizaran. El Hijo de Dios fue hecho ofrenda por el pecado.

Como consecuencia del pecado, la raza humana estaba enemistada con Dios. A un costo infinito, y por un proceso misterioso tanto para los ángeles como para la humanidad, Cristo asumió la humanidad. Ocultando su divinidad y despojándose de su gloria, nació en Belén como un bebé. En carne humana vivió la Ley de Dios, para condenar el pecado en la carne, y dar testimonio a las inteligencias celestiales de que la Ley fue dada para asegurar la felicidad, la paz y el bien eterno de todos los que la obedecen.

Aquel que era igual al Padre revistió su divinidad de humanidad y, despojándose de toda su gloria, descendió peldaño tras peldaño en el camino de la humillación, soportando abatimientos severos. Sin pecado y sin mancilla, se presentó en el tribunal para ser juzgado, para que su caso fuera investigado y pronunciado por la misma nación a la que había liberado de la esclavitud.

Pilato declaró inocente a Cristo, declarando que no encontraba falta alguna en él. Sin embargo, para complacer a los judíos, ordenó que lo azotaran y luego lo entregó para que sufriera la cruel muerte de la crucifixión. La Majestad del Cielo fue llevada como un cordero al matadero y, entre burlas, mofas, y falsas acusaciones, fue clavado en la cruz. Pero, como la oveja que enmudece ante sus trasquiladores, no abrió la boca. Daba su vida por la vida del mundo, para que todos los que creyeran en él alcanzaran la inmortalidad. De sus labios pálidos y temblorosos salen las palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34). ¡Qué exhibición de amor divino! Así proclamó Cristo la buena nueva del perdón, incluso a sus asesinos. En la cruz reveló el amor del Dios desconocido. Hay misericordia para todos. Aun el pecador más empedernido, si se arrepiente, será perdonado.

El corazón de Cristo fue traspasado por un dolor mucho más agudo que el causado por los clavos en sus manos y sus pies. Llevaba los pecados de todo el mundo y soportaba nuestro castigo. En sus últimas horas, mientras colgaba de la cruz, sufrió la terrible consecuencia de la transgresión de la Ley de Dios, porque la iniquidad del mundo entero estaba sobre él.

Al dar a su Hijo unigénito para morir en la cruz, Dios nos ha mostrado la estima que tiene del alma humana. Todo lo que el mundo admira, todo lo que llama precioso, se hunde en la insignificancia cuando se pone en la balanza con el valor de la humanidad, porque un rescate inestimable se ha pagado por ella.

Cristo es el representante de Dios ante la humanidad y el representante de la humanidad ante Dios. Es plenamente capaz de salvar a todos los que se arrepienten. Él dio su vida preciosa y sin pecado para salvar a los seres humanos culpables de la ruina eterna, a fin de que, mediante la fe, pudieran comparecer sin culpa ante el trono de Dios.

¿Cómo responderemos a este sacrificio tan grande?


Extraído y adaptado de Elena de White, “Sacrificed for Us”, The Youth’s Instructor, 20 de julio de 1899, p. 414.

  • Mensajera del Señor, escritora y predicadora, Elena de White (1827-1915) fue una de las organizadoras de la Iglesia Adventista. Entre sus muchos escritos se encuentran cientos de valiosas cartas.

    Ver todas las entradas

Artículos relacionados

LA NECESIDAD DE VELAR

LA NECESIDAD DE VELAR

La oración y el Gran Conflicto. La Biblia nos exhorta a orar siempre, a velar en oración, no sea que Satanás se interponga entre el alma y Dios de modo que Dios y Cristo queden fuera de nuestra vista y que la palabra de Dios quede sin efecto. El Enemigo quiere ocupar...

¡CUIDA TUS PENSAMIENTOS!

¡CUIDA TUS PENSAMIENTOS!

La religión y la salud mental. El sabio dice que “sus caminos [de la sabiduría] son deliciosos y todas sus veredas, paz” (Prov. 3:17). Muchos abrigan la impresión de que la devoción a Dios es perjudicial para la salud y para tener felicidad en las relaciones sociales...

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *