El libro de Daniel y el objetivo salvífico de sus revelaciones.
Las profecías de Daniel han cautivado la atención de millones de personas a lo largo de la historia. Se han escrito cientos de comentarios sobre sus mensajes. Muchos predicadores y comentaristas hablan de Daniel y sus profecías como si fueran el punto central del libro, pero no es así. Las profecías no son un fin en sí mismo.
Las profecías tienen dos propósitos primordiales que están descritos en dos pasajes de la Escritura respectivamente. El primero está en Juan 14:29. Cristo dijo: “Ahora se lo he dicho antes que suceda para que, cuando suceda, crean”. Es decir, las profecías son un elemento poderoso para la conversión de las personas. En el libro de Daniel encontramos que Dios revela al rey Nabucodonosor los misterios del futuro porque, entre otras razones, el rey estaba intrigado por el futuro y Dios actuó en su favor mostrándole la historia de la humanidad desde sus días hasta el establecimiento del Reino de Dios (ver Dan. 2:29).
De alguna manera, aunque le llevó tiempo, esta revelación hizo que el rey terminara creyendo en Dios. El rey reconoció que el sueño que recibió de la estatua provenía de Dios, y Daniel lo reafirma. Se le revela el futuro y finalmente reconoce a Dios al decir: “Realmente el Dios de ustedes es Dios de dioses y Señor de los reyes” (Dan. 2:47).
Pero, ese fue el primer paso. El rey, en el capítulo siguiente, se rebela contra los designios de Dios y construye una estatua de oro, desafiando la revelación divina. Sin embargo, no se cumplió su voluntad sino la voluntad de Dios, al salvar a los jóvenes hebreos (Dan. 3). De alguna manera, el rey llega a comprender que la voluntad humana está sujeta a la voluntad divina y termina alabando al Dios de los jóvenes hebreos (Dan. 3:28). Este fue, según el libro de Daniel, el segundo paso hacia su conversión.
Ya en el capítulo 4 vemos, finalmente, la conversión del rey, que sucedió luego del cumplimiento de una profecía. Un nuevo sueño perturbó al rey, y este sueño ya no tenía que ver con el imperio sino directamente con el rey. Al final de la historia, el rey declara: “Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdad, sus caminos justos y puede humillar a los que andan con soberbia” (Dan. 4:37). Estas son las palabras finales y de conversión del monarca más grande que tuvo el Imperio Neobabilónico. Todo esto, gracias a la profecía que, cuando se cumplió, hizo que el rey creyera.
El segundo propósito de la profecía es mantenernos en el camino correcto. Proverbios 29:18 dice lo siguiente: “Donde no hay visión [heb. hazon] el pueblo se desenfrena [heb. para’], pero bienaventurado es el que guarda la ley” (NBLA). Este pasaje, en hebreo, usa dos palabras interesantes. La primera es hazon, es decir, visión profética o revelación profética. Son los profetas, en términos generales, a quienes se les revela los misterios divinos por medio de visiones proféticas. Así que, el texto indica que las visiones se refieren a revelaciones proféticas. El texto dice también que cuando no hay revelación profética el pueblo “se desenfrena”, es decir, queda suelto o sin restricción alguna. El verbo usado en el texto es para’, que significa “dejar ir” o “dejar suelto”. Esto significa que las profecías nos mantienen “atados”, o unidos, a la ley o a la obediencia y, por ende, tal como el texto dice, a la felicidad. Es decir, el “quedar suelto” es el camino a la infelicidad, pues la ley/obediencia es dejada de lado y aparece el desenfreno por hacer la voluntad propia sin considerar la voluntad de Dios.
Esta realidad es evidente en el caso del rey Belsasar, a quien el profeta Daniel dijo: “Y tú, su hijo Belsasar, sabiendo todo esto, no has humillado tu corazón; antes contra el Señor del cielo te has ensoberbecido” (Dan. 5:22, 23). Este monarca sabía de Nabucodonosor y lo que Dios hizo por él y con él, pero no prestó atención a la revelación profética. A causa de esto, según el texto, se rebeló contra Dios y, por esa razón, el reino le fue quitado esa misma noche. Mientras él “disfrutaba” de la fiesta, la supuesta felicidad le sería quitada; y no solo él, sino también el imperio mismo caería en manos de otro pueblo, cumpliéndose así la profecía una vez más.
Por lo tanto, la profecía tiene el rol de afianzar nuestra fe en el Dios del Cielo, en cuya mano está nuestra vida, y también nos permite andar en los caminos del Señor para permanecer seguros y felices. Sigamos estudiando y prestando atención a los anuncios proféticos de las Escrituras, para mantenernos firmes en la fe hasta el momento en que Cristo retorne y seamos partícipes del Reino eterno de Dios.
¡Maranatha!
Gracias por el artículo