Por Renato Stencel
Para muchos, el uso de palabras es la forma más eficaz de comunicarse. Con las palabras hacemos a la gente más feliz o más triste, la dejamos satisfecha o herida, alegre o afligida, y una infinidad de sentimientos más. Las palabras tienen el poder de cambiar el destino de una persona, una familia, una iglesia, ¡e incluso una nación!
Cada día, cuántas palabras ácidas invaden los oídos de las personas y producen desánimo y tristeza. Por otro lado, cuántas palabras de aliento se escuchan de la boca de amigos y seres queridos, palabras que tienen una profunda influencia. ¿Cómo medimos el impacto de las palabras en nuestra experiencia? El ser humano es muy dependiente de las palabras. Piensa por un momento en lo importantes que son las palabras en nuestra vida cotidiana.
De acuerdo con una investigación publicada en la revista Science,[1] un grupo de cinco psicólogos concluyó que, en el transcurso de un día, las mujeres hablan un promedio de 16.215 palabras; y los hombres, 15.669. El salmista David, reconociendo el valor y la importancia de las palabras, oró al Señor: “Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí” (Sal. 39:1).
Los adventistas del séptimo día usan palabras constantemente, y se los conoce como el pueblo de la Palabra. La Biblia está llena de palabras que guían nuestra experiencia y, como cuerpo de Cristo, creemos que tenemos palabras especiales para un mundo que perece en la oscuridad. De hecho, Dios nos eligió para llevar las últimas palabras de salvación a los habitantes de este planeta.
Sin embargo, es importante preguntarse: ¿Es posible ser relevante y comunicarse sin la ayuda de las palabras? ¿Existe algún método para testificar sin ayuda verbal? Quiero llamar tu atención a un mundo diferente del mundo de las palabras. Quiero llevarte al mundo del silencio. Hay muchas formas de testificar del amor de Dios sin el uso de palabras. Lamentablemente, esta forma de testificar ha sido pasada por alto entre los cristianos del siglo XXI.
Tres ejemplos de vidas silenciosas
Quiero reflexionar sobre tres ejemplos bíblicos que revelan el poder de las vidas silenciosas; tres personas que predicaron sin la ayuda de palabras, y cuyos poderosos testimonios están registrados en la Palabra de Dios.
1. Abel (Gén. 4:2-4)
Al principio de la Biblia, encontramos al primer personaje que utilizó esta técnica. Esta historia es un rompecabezas. Uno se pregunta: ¿Por qué la ofrenda de Abel fue aceptada y la de Caín no? Según los testimonios de Elena de White, “Caín y Abel, los hijos de Adán, eran muy distintos en carácter. Abel poseía un espíritu de lealtad hacia Dios; veía justicia y misericordia en el trato del Creador hacia la raza caída, y aceptaba agradecido la esperanza de la Redención. Pero Caín abrigaba sentimientos de rebelión, y murmuraba contra Dios a causa de la maldición pronunciada sobre la Tierra y sobre la raza humana por el pecado de Adán” (Patriarcas y profetas, p. 58).
Caín ofreció una ofrenda ordinaria, común, mientras que Abel ofreció algo de las primicias de su rebaño. Dios miró sus corazones. Lo que podemos notar en este relato bíblico es que Abel pagó un precio muy alto por ser un testigo silencioso; sin embargo, su vida y su mensaje no fueron en vano. El silencio de sus palabras resuena hoy en nuestros oídos. Según el apóstol Pablo, “por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (Heb. 11:4). La Biblia no registra ninguna palabra hablada por Abel, pero el mensaje comunicado por su ejemplo todavía habla a nuestro corazón. ¿Podemos hablar del amor de Dios sin usar palabras?
2. José, “el carpintero” (Mat. 1:18-25)
El segundo personaje que no pronunció una palabra en las Escrituras, pero que podemos observar un mensaje poderoso a través de su vida, fue José, el padre de Jesús. Cuando estudiamos la historia de Cristo, tendemos a mirar solo a María, su madre. En el contexto del cristianismo hay mucha admiración por María, pero por un momento quiero argumentar a favor de José, el carpintero.
José era pobre y dependía de su tarea diaria. Como hombre, enfrentó una situación muy difícil y delicada. En principio, no entendía exactamente lo que estaba pasando en su vida; pero eso no le impidió comprender su papel en el cumplimiento histórico de la profecía. José asumió la paternidad de Jesús a pesar de que sabía que ese niño no había nacido de él. Además, encontramos a José y María montados en burro huyendo a Egipto, enfrentando una situación delicada en el calor y el frío del desierto (Mat. 2:13-15).
Es interesante notar que en ningún momento vemos a José quejándose o discutiendo, sino que vemos a un padre actuando silenciosamente en favor de la providencia divina. ¿Cómo resumir el mensaje silencioso predicado por José? Confía en Dios, incluso si al principio no puedes comprender completamente sus propósitos.
Hay momentos en nuestra vida en los que el mundo parece estar en nuestra contra. Y a veces nos preguntamos: ¿Todavía podemos confiar en Dios? ¿No se ha olvidado de mí? Ciertamente, el ejemplo de José tuvo un impacto profundo en la vida y la educación de Cristo. Y la Palabra de Dios nos dice: “Descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos” (Luc. 2:51).
3. Dorcas, o Tabita (Hech. 9:36-41).
Era una mujer cristiana de la ciudad de Jope, gran amiga de los pobres y los necesitados. Los testimonios de Elena de White la describen así:
“En Jope, ciudad que estaba cercana a Lida, vivía una mujer llamada Dorcas, cuyas buenas obras le habían conquistado extenso afecto. Era una digna discípula de Jesús, y su vida estaba llena de actos de bondad. Ella sabía quiénes necesitaban ropas abrigadas y quiénes simpatía, y servía generosamente a los pobres y los afligidos. Sus hábiles dedos estaban más atareados que su lengua” (Los hechos de los apóstoles, p. 108).
Si intentáramos explicar el mensaje de Dorcas con palabras, ¿qué hizo ella? Preparó ropa para los pobres y los necesitados. El mensaje de su poderoso sermón es que ayudar a los necesitados es la mejor manera de comunicar el amor de Dios. El impacto de la vida de Dorcas fue sentido en gran medida en su iglesia. Ella era tan amada y querida en su comunidad que el apóstol Pedro la resucitó de entre los muertos (Hech. 9:36-42). Tal evento aceleró aún más la difusión del evangelio de Cristo.
Vale la pena recordar que la Biblia no registra un momento en que Dorcas haya subido al púlpito para predicar un mensaje hablado a su iglesia, pero su testimonio fue predicado en silencio con una vida cristiana dedicada al servicio de los pobres. Ayudar a los necesitados es la mejor manera de comunicar el amor de Dios.
Conclusión
Se dice que Albert Schweitzer era un hombre de múltiples talentos: maestro, filósofo, músico, médico. A los 27 años obtuvo su primer doctorado, y en 1953 ganó el Premio Nobel de la Paz. Según su propio relato, hubo un momento de cambio radical en su vida cuando decidió visitar Gabón, en África. Esto lo llevó a dedicar el resto de su vida al servicio de la humanidad. Todo el dinero que ganó en el Premio Nobel de la Paz –33.000 dólares– se invirtió en la construcción de un leprosario en África.
Una vez, estando todavía en suelo africano, dijo: “Quería ser médico para trabajar sin palabras. Durante años trabajé usando palabras, escribiendo, enseñando, dando conferencias; sin embargo, mi nueva actividad no es hablar de la religión del amor, sino practicarla sin la ayuda de las palabras”.
Renato Stencel es licenciado en Teología y doctor en Educación. Es director del Centro de Investigación White y profesor de Teología y Pedagogía en la Universidad Adventista de San Pablo, en Engenheiro Coelho, San Pablo, Brasil.
Referencias:
[1] Mehl, Vazire, Ramírez-Esparza, Slatcher y Pennebaker, “Are Women Really More Talkative Than Men?”, Science, t. 317, Nº 5834 (6 de julio de 2007), p. 82.
Las acciones hablan más fuerte que las palabras. Muchas gracias por el mensaje
Precioso articulo