“No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen (Éxo. 20:5).
Siempre me llamó la atención en este versículo la mención de que los hijos sufrirán por la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generación. Elena de White repite la misma idea. “Una mala educación afecta toda la vida religiosa […] Quizá se transforme su carácter, pero queda afectada toda su experiencia religiosa por la disciplina laxa a que estuvieron sometidos en los primeros años de su vida. Y sus hijos tienen que sufrir debido a esa educación defectuosa, pues graban esas faltas en ellos hasta la tercera y cuarta generación” (Conducción del niño, p. 257).
El carácter de una persona está formado por dos elementos: el temperamento (que es propio de cada ser humano a partir de que nace, con una fuerte influencia genética) y el estímulo y la enseñanza del medio ambiente, donde las vivencias de cada ser humano van a ir moldeando el carácter. Precisamente, los padres son parte de ese medio ambiente. La forma en que ellos tratan a sus hijos van marcando diferencias que pueden ser para bien o para mal en la vida de esa persona.
Un análisis rápido del tema nos lleva a pensar que los hijos aprenden por observación y terminan imitando los errores o los aciertos de los padres. Nacemos con un temperamento, con nuestra forma de ser innata y las situaciones de la vida terminan de desarrollar nuestro carácter.
Sin embargo, la ciencia ahora nos está planteando que los padres influyen sobre los hijos a partir que se forma el espermatozoide y el óvulo. Recientes estudios demostraron que un ser vivo puede transmitir sus recuerdos a sus hijos. Se ha podido comprobar, en un pequeño gusano llamado Caenorhabditis elegans, que partes de la memoria se trasladan a los espermatozoides y son heredadas por los hijos. La memoria se transmite por el ARN, una molécula muy similar al ADN quien forma los genes. El ARN del sistema nervioso se traslada hasta los espermatozoides produciendo cambios en el ADN y la memoria del futuro hijo. Dentro de este concepto se ha podido observar cómo lo que aprendieron los padres se transmite a los hijos.
Desde ya, un tema en discusión que es por cuántas generaciones es esta transmisión. Si los padres deciden tener un mal comportamiento, ¿cuántas generaciones se verían afectadas por la influencia de sus genes? Actualmente se habla de varias generaciones, pero la más firme es que afecta hasta la tercera generación. Estas investigaciones son muy recientes y se realizan en pequeños gusanos, pero podríamos suponer que en la misma forma se transmite nuestra moral a nuestros hijos.
Se han realizado estudios con hermanos gemelos, que tienen genes idénticos y con hermanos mellizos. Estos últimos nacieron al mismo tiempo de su madre, pero tienen genes distintos. Como eran hermanos, en ambos casos se observó que los padres influían sobre ellos y ayudaban a formar el carácter, pero el descubrimiento fue encontrar que los hermanos gemelos eran muy similares en responsabilidad y al momento de tomar conciencia de las cosas. Esto no se daba así en los mellizos aun viviendo las mismas circunstancias en el hogar. El título de esta investigación pregunta: “¿Heredé mi brújula moral?” y aclara lo siguiente: «Sus genes no son totalmente deterministas de quién es usted, los genes simplemente te dan un potencial”.1
Muchas personas están luchando con su carácter, probablemente por errores de sus padres o abuelos. Aferrémonos del amor de Dios. Él sabe bien qué nos afecta y está más que dispuesto a ayudarnos y a perdonar nuestros pecados.
Recordemos Salmo 103:8 al 14 (DHH): “El Señor es tierno y compasivo; es paciente y todo amor. No nos reprende en todo tiempo ni su rencor es eterno; no nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados; tan inmenso es su amor por los que lo honran como inmenso es el cielo sobre la tierra. Nuestros pecados ha alejado de nosotros, como ha alejado del oriente el occidente. El Señor es, con los que lo honran, tan tierno como un padre con sus hijos; pues él sabe de qué estamos hechos: sabe bien que somos polvo”.
Referencias
1 A. Ramos, M. Griffin, J. Neiderhiser, “Did I Inherit My Moral Compass? Examining Socialization and Evocative Mechanisms for Virtuous Character Development”, Behavior Genetics, Marzo 2019, Volume 49, Issue 2, pp 175–186.
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