Un llamado de amor de nuestro Padre celestial.
El libro de Joel es muy interesante, pues contiene una secuencia de imperativos que muestran una progresión hacia lo que se denomina “El Día del Señor”. En medio de anuncios de una plaga de langostas y destrucción inminente sobre Israel, se invita al pueblo a retornar al Señor, que es un mensaje recurrente entre los profetas del Antiguo Testamento. En esta ocasión estudiaremos la progresión de estos imperativos, que son (en última instancia) un llamado a prestar atención a lo que Dios desea de su pueblo y hacia el punto culminante de la historia.
El primer imperativo de esta secuencia aparece en Joel 1:2, que dice: “¡Escuchen [heb. shim’u] ancianos y oigan [veha’azinu] habitantes de la tierra!” (el texto de todas las citas bíblicas ha sido traducido directamente del hebreo por el autor). Ambos verbos están en imperativo y transmiten una súplica de parte del Señor al pueblo de Israel. Pero el versículo 3 agrega otro imperativo que lleva el mensaje a la siguiente generación, al decir “¡Cuenten [saperu] sobre esto a sus hijos!” El mensaje que sigue a estos imperativos es lo que el Señor desea que sea oído y transmitido a las generaciones futuras; a saber, una plaga de langostas que ha dejado al pueblo desolado. Al parecer, este es un hecho inédito en Israel, al punto de que debe ser perpetuado en la mente de la nación.
El segundo momento de imperativos aparece en Joel 1:5, donde se dice: “¡Despierten [haqitsu] ebrios, lloren [ubeku] y giman [vehelilu] todos los bebedores de vino!”
La razón para esto es que una nación ha llegado y ha desolado la tierra. Esta parece ser una referencia a la plaga de langostas, que prefigura la llegada de una nación enemiga, Asiria, que destruirá todo el país. Así, la plaga mencionada al inicio del libro parece ser una advertencia de lo que vendrá en el futuro. A esto, se suma un nuevo imperativo en el versículo 8, donde se declara: “¡Laméntate [‘eli] como virgen ceñida de cilicio!” Lo que viene para Israel no son buenas noticias y llegará lo inesperado. La serie de imperativos continúa en el primer capítulo del libro de Joel. El versículo 11 dice: “¡Avergüéncense [hobishu] labradores y giman [helilu] viñadores!” por lo que está por venir. La tierra será devastada y el dolor se avecina.
El primer grupo de imperativos es un llamado a prestar atención a lo que está sucediendo. El segundo es un llamado a reflexionar por lo anunciado.
Finalmente, el último grupo de imperativos apunta hacia el arrepentimiento. El versículo 13 inicia diciendo: “¡Cíñanse [higru] y laméntense [vesifdu] sacerdotes, giman [helilu] ministros del altar, vengan [bo’u] y pasen [linu] la noche ceñidos de cilicio!” Todas estas acciones están conectadas al arrepentimiento. En ese contexto, la tercera serie de imperativos continúa en el versículo 14: “¡Consagren [qadeshu] ayuno, convoquen [qir’u] asamblea, congreguen [isfu] a los ancianos y a todos los habitantes de la tierra en la casa del Señor, nuestro Dios y clamen [veza’aqu] al Señor!”
Estas series de imperativos son un llamado a retornar al Señor que no solo incluye la necesidad de arrepentirse, sino también de congregarse en la casa del Señor. Esto muestra la centralidad del Santuario en el Plan de Salvación. El pueblo de Dios no se encontraba en una buena condición espiritual. Se realiza un llamado al arrepentimiento porque se avecina algo peor que una plaga de langostas. Tal como dice el versículo 15: “Porque cercano está el día del Señor”.
¿De qué se trata este día? Es una ocasión de juicio contra las naciones que están en contra del pueblo de Dios y andan en maldad (3:12, 13). Por otro lado, el libro de Joel sostiene que Dios ejecutará juicio en favor de su pueblo (3:2). Más aún, el propósito último de Dios en el juicio es restaurar al pueblo de Dios (3:1). Por lo tanto, la invitación de Dios manifestada en todos los imperativos que se han referido apuntan al deseo de Dios de despertar a su pueblo, llevarlo al arrepentimiento y darle la oportunidad de ser restaurado.
El Señor nos invita hoy a acercarnos a él, pues quiere nuestra restauración plena. Conságrate a él y acércate a su trono de gracia, y serás restaurado por su misericordia.
¡Maranata!
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