Desde hace mucho, los descubrimientos arqueológicos confirman vez tras vez la veracidad del registro bíblico. Si bien la mayor confirmación de las Escrituras proviene de Dios, y no de cualquier estudio humano, la arqueología nos ayuda a encontrar evidencias que demuestran y confirman aquello que creemos.
Desde 2003, la Universidad Adventista Southern, en Tennessee, Estados Unidos, en conjunto con la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha venido realizando excavaciones en distintos lugares de las tierras bíblicas: Idalion (2003); Hazor (2004, 2005, 2007); Khirbet Qeiyafa (2009, 2010, 2011); Khirbet Shuweikah (2010); Laquis (2013, 2014, 2015).
Durante 2015, fueron publicados dos hallazgos importantes realizados por la expedición conjunta de arqueólogos de ambas universidades.
El primero se trata de un jarro de unos tres mil años de antigüedad, que contiene el nombre Es-baal Ben Beda. Si bien las piezas que componían el jarro habían sido descubiertas en 2012 en Khirbet Qeiyafa, en el Valle de Elah, fue reconstruido con posterioridad. Se trata de una de las cuatro únicas inscripciones descubiertas provenientes del siglo X a.C., de la época aproximada en que el rey David reinó en Israel. La importancia adicional de esta inscripción es que el nombre Es-baal aparece en la Biblia, en 1 Crónicas 8:33, mencionado como uno de los hijos del rey Saúl. Sin embargo, no se trata de la misma persona, sino de un tocayo, probablemente dueño de un establecimiento agrícola. Pero es la única mención de este nombre en algún registro antiguo fuera de la Biblia, y ambos provienen de la misma época.
El segundo hallazgo fue realizado en las ruinas de un antiguo templo en Laquis, en el sur de Israel, en 2014. Se trata de un trozo de cerámica con parte de una inscripción proveniente del siglo XII a.C. La inscripción preservada consta de tres líneas y nueve letras en lenguaje semítico primitivo. Hacía más de treinta años que no se encontraba una inscripción semítica proveniente de una época tan antigua como esta.
Si bien el significado de la inscripción no es claro, los arqueólogos aseguran que provee información importante sobre la formación y la evolución del alfabeto hebreo y otras lenguas antiguas. Por ejemplo, se encontró el precursor más antiguo, conocido hasta el momento, de la letra S del alfabeto del hebreo bíblico.
Sin dudas, es valioso el aporte que están realizando nuestros arqueólogos adventistas, trabajando en equipo con otros estudiosos de otras confesiones, para seguir desenterrando los detalles que vez tras vez confirman la veracidad del texto bíblico.
Para más información, ver:
http://www1.southern.edu/administration/archaeology/
http://www.timesofisrael.com/at-biblical-site-researchers-discover-abcs-of-how-alphabet-came-to-be/
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