¿Qué es y qué implicaciones tiene esta palabra en los escritos de Juan (es el único escritor bíblico que la usa) en el contexto de la guerra entre el bien y el mal?
Juan es el único escritor bíblico que utiliza la palabra “anticristo” (1 Juan 2:18, 22; 2 Juan 1:7), y aunque esta no aparece en el Apocalipsis, el concepto se encuentra difundido en el libro.
Contrariamente a lo que pareciera a simple vista, el anticristo no es un enemigo declarado de Cristo (del griego χριστός / Jristós: “Ungido”, o “Mesías”), sino un suplantador, un imitador, alguien que se hace pasar por él; y lo hace tan bien que resulta difícil para la mayoría, aun para “los escogidos”, notar la diferencia (Mat. 24:24). De allí el significado de la preposición antí (ἀντί), en la palabra compuesta antíjristos (ἀντίχριστος): “En lugar de Cristo”.1
En el capítulo 2 de su segunda carta a los Tesalonicenses, conocido como “El pequeño Apocalipsis de Pablo”, se anuncia que el anticristo ya estaba presente de manera inaugural, o prefigurada, en los días del apóstol (vers. 7), pero que habría de tener una actuación plena, o consumada, en el futuro, cuando surgiera su manifestación más acabada en el seno mismo de la iglesia (vers. 4). Pablo dice allí que el anticristo del tiempo del fin habría de falsificar incluso la segunda venida de Cristo2 (vers. 9), y que sería plenamente desenmascarado –uno de los significados de la palabra griega apokálypsis (ἀποκάλυψις)– y destruido por el Señor en ocasión de su regreso a la Tierra (vers. 8).
A su vez, Juan manifiesta en su primera carta que ya había en sus días varios anticristos humanos salidos de las filas mismas del cristianismo, y que rechazaban la manifestación de Dios en la persona divino-humana de Jesucristo (1 Juan 2:28).
A la luz de lo que Juan y Pablo expresan acerca del anticristo, se trata, pues, de un fenómeno multifacético. El anticristo bíblico es tanto pasado como presente y futuro; es prefiguración y consumación; es singular y plural; individual y corporativo; personal e impersonal; humano y sobrehumano, o sobrenatural. Pero Satanás es quien se oculta detrás de todas esas manifestaciones.3
En el Apocalipsis, esa versatilidad del anticristo es destacada juntamente con la imitación como su principal estrategia. Así, la marca de la bestia es la falsificación del sello de Dios.
El Cordero que está de pie en el Trono en Apocalipsis 5:6 fue sacrificado (σφάζω / sfazo), pero resucitó. Su muerte y resurrección son los dos grandes hitos de su ministerio, representados por su bautismo en el Jordán (comp. con Rom. 6:3-10).
De manera semejante, el primero de los dos seres descritos en el capítulo 13 (vers. 2, 3) fue mortalmente herido (σφάζω / sfázo) en una de sus cabezas; pero resurge del mar, símbolo (entre otras cosas) de vivificación, regeneración o renacimiento (Gén. 1:20, 21; Jon. 2:2-6; Mat. 12:39, 40).
El Cordero tiene siete cuernos (omnipotencia) y siete ojos (omnisciencia). El ser que sube del agua tiene siete cabezas. La bestia que sube de la tierra, complemento del anticristo, tiene cuernos como los del Cordero, aunque no siete. Así como Juan el Bautista fue el heraldo de Cristo, el falso profeta (del griego προφήτης / profétes: portavoz), proveniente de la tierra (Apoc. 13:11; 16:13, 14), actúa como vocero y promotor del falso Cristo surgido del mar. RA
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