Prevenciones y cuidados
La diabetes es un desorden metabólico con un origen multicausal, que se caracteriza por elevación anormal de la glucosa en la sangre y alteración metabólica de carbohidratos, grasas y proteínas. Esto ocurre por una alteración en la secreción y/o función de la insulina, hormona que estimula el ingreso de hidratos de carbono, proteínas y grasas a las células.
Con el transcurso del tiempo, esta enfermedad puede producir alteraciones en las retinas, los riñones y los nervios periféricos (como los nervios de las manos o los pies). Las personas con diabetes también pueden presentar más eventos cardíacos (infartos, coronariopatías), y lesiones en los vasos periféricos y en los vasos del sistema nervioso central.
Principalmente, hay dos tipos de diabetes: La diabetes tipo 1 y la diabetes tipo 2. La primera puede ocurrir a cualquier edad, siendo más frecuente en niños y en personas jóvenes. Por distintas causas, las células del páncreas que fabrican la insulina dejan de hacerlo, por lo que el tratamiento de la diabetes tipo 1 es siempre con insulina. Y la segunda presenta un mecanismo de acción mucho más complejo, en el que inicialmente encontramos insulinorresistencia, en que la insulina se encuentra pero no logra cumplir su función en forma correcta y, al avanzar la enfermedad, el páncreas reduce la producción de insulina por agotamiento, ya que por más que fabrique insulina esta no va a ser efectiva.
Por su parte, la diabetes tipo 2 se presenta más en personas adultas, y por su modo de acción pueden pasar años sin tener síntomas ya siendo diabético sin saberlo. Por este motivo, se recomienda que toda persona mayor de 45 años realice un control de laboratorio para conocer los valores de glucosa en la sangre (glucemia). También toda persona obesa a cualquier edad, o el que generalmente tenga presión arterial mayor de 135/80, familiares directos de diabéticos o las mujeres que hayan tenido niveles elevados de glucemia en el embarazo.
El interés en descartar la diabetes en las personas obesas es porque se nota cada vez más un aumento de diabetes tipo 2 en personas jóvenes e incluso niños con problema de sobrepeso.
Si observamos la diabetes tipo 2 con mayor detenimiento, encontramos que la insulinorresistencia es la responsable de ella. La insulinorresistencia no solamente favorece una posterior diabetes sino también se ha encontrado una clara relación con enfermedades cardiovasculares en personas que no llegaron a ser diabéticas pero sí tenían insulinorresistencia.
Aunque generalmente se relaciona la insulinorresistencia con la grasa abdominal, las primeras células que sufren este fenómeno son las musculares, mucho antes que las células grasas. Lo interesante es que el ejercicio logra revertir la insulinorresistencia en los músculos y es la herramienta fundamental en la prevención de la diabetes tipo 2. Esto podría explicar una serie de elementos relacionados con la diabetes: el sedentarismo favorece la obesidad, y la diabetes tipo 2 se encuentra más en obesos.
Así, el ejercicio previene las enfermedades cardiovasculares y la diabetes. La actividad física no solo es efectiva para prevenir la diabetes tipo 2, también es útil para reducir los niveles de glucosa en sangre, no solo por el gasto que se pueda realizar de glucosa por haber hecho ejercicio sino también porque colabora, por varios mecanismos, a equilibrar nuestro metabolismo.
Al saber que la persona diabética presenta elevados niveles de glucosa en la sangre, suponemos que la ingestión de hidratos de carbono (azúcares, harinas) debe ser restringida. Muchas personas diabéticas aumentan la ingestión de carnes, ya que no pueden comer harinas. Lamentablemente, para esas personas, las proteínas de origen animal aumentan más la insulinorresistencia, hecho que no se observó en aquellas que comían más proteínas de origen vegetal a partir de las legumbres.
Principalmente las carnes rojas y las carnes procesadas tienen una relación importante con la diabetes; esto ha sido demostrado en forma fehaciente por las investigaciones actuales.
La actividad física no solo es efectiva para prevenir la diabetes tipo 2, también es útil para reducir los niveles de glucosa en sangre.
Es común que se indiquen alimentos ricos en carnes en las dietas para bajar de peso, por su alto poder para producir saciedad y porque pueden llegar a realizar un aumento del gasto de energía, pero aquellas, al estimular la insulinorresistencia y la secreción de insulina, terminan siendo contraproducentes, al aumentar más la obesidad y la posibilidad de ser diabéticos o de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Frente a la necesidad de evitar alimentos ricos en glucosa, nos encontramos con la duda de si las frutas pueden llegar a ser nocivas, por ser ricas en fructosa, carbohidrato que se transforma en glucosa al ser utilizado. Las frutas pueden aumentar los niveles de glucemia inmediatamente después de su ingestión, pero no se ha observado que aumenten otros valores de laboratorio de mayor importancia, como la hemoglobina glicosilada. Múltiples investigaciones coinciden en que los fitoquímicos antioxidantes de las frutas cumplen un papel protector para prevenir y tratar la diabetes tipo 2.
Nuestro objetivo no es evitar la ingestión de glucosa, sino nutrirnos con los hidratos de carbono correctos: cereales, harinas integrales, arroz integral. Las proteínas correctas: legumbres. Elegir lo correcto: frutas, verduras, hacer ejercicio. Evitar lo incorrecto: carne, azúcar y harinas refinadas, bebidas alcohólicas.
¡Qué maravilloso es nuestro cuerpo y su funcionamiento! Cómo Dios ha planificado cada detalle de nuestra alimentación sabiendo que al ingerir lo que él creó para nosotros tenemos lo que necesitamos para prevenir las enfermedades. Él desarrolló en nuestros músculos elementos protectores para que solamente al movernos ya se liberen y reduzcan nuestros dolores. Y, si Dios tiene planificado todo desde un principio y lo que él hace no falla, imagina lo que quiere hacer ahora con nosotros si nos ponemos en sus manos.
No es Dios el culpable de que se produzca la diabetes, sino nosotros, por no respetar sus leyes. Él no es el responsable de nuestros errores, pero nos da los elementos para poder enmendarlos. “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus pasos” (Prov. 3:6). De esto no hay dudas; debemos acercarnos a él para recibir más de su sabiduría. RA
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