DESAFIAR PARA CRECER

Claves para no caer en el fatalismo ni en la desesperación.

Seguramente, ya has visto cuán traicioneros pueden ser nuestros pensamientos. Creamos expectativas en nuestra mente que condicionan todo lo que sucede después. Muchas veces tenemos ideas muy precisas sobre lo que “podemos” esperar en las circunstancias que nos rodean. En cierto modo, restringimos nuestro campo de visión y nuestros pensamientos a lo que nos parece lógico según nuestra perspectiva humana.

Tan avasalladores pueden ser nuestros pensamientos que no dejan lugar a lo que Dios nos prometió. Olvidamos que sus promesas no están limitadas por la pequeña realidad humana; más bien, existen en la realidad divina, donde todo es posible.

¿Recuerdas a María, cuando fue al sepulcro de Jesús? No lo encontró, y se desesperó. Se hizo “una película” de que el hortelano se lo había llevado, y cuando apareció Jesús pensaba que era el hortelano. En medio de su dolor, necesitaba aferrarse a algo que le diese sentido a la realidad que estaba viviendo.

Sumergida en su tristeza, María olvidó que Jesús había prometido que iba a resucitar al tercer día. Para ella, estaba claro que venía al sepulcro buscando a un fallecido. Ella no esperaba encontrarse con un Jesús resucitado. No es de asombrarse, entonces, que no lo reconociera (Juan 20:11-15).

Al ver la tumba vacía, María se dejó caer en el fatalismo: ¡se llevaron el cuerpo! Muchas veces tenemos reacciones similares porque, humanamente, tendemos a eso, hacia abajo. Nuestros pensamientos nos llevan hacia la tragedia y el fatalismo.

Pero, aquí es donde nuestra relación con Dios puede marcar una diferencia. Aquí es donde podemos traer las promesas divinas a nuestra mente y desafiar esos pensamientos naturales, lógicos y desesperanzadores que nos hunden.

Imagina la historia al revés. María ve el sepulcro vacío y reacciona de alguna manera a esta realidad sin saber qué hacer. Respira hondo. Otra vez. Piensa lo que le viene primero a la mente. Respira hondo. Otra vez. Decide detener el tren de sus pensamientos fatalistas y focalizarse intencionalmente en Jesús. Ora para que Dios la ayude a mantener sus pensamientos en Jesús y en su poder.

Se da vuelta y se sienta en algún lugar, sin dejar lugar para pensamientos negativos. Se concentra. Reconoce que no tiene todas las piezas del rompecabezas, pero también que Jesús sabe lo que hace. Eso le basta. Pasan los minutos, y decide alabar a Dios por sus promesas y por todo lo maravilloso que él hizo en su vida hasta ahora. Mientras está alabando y dando gracias a Dios, aparece el “hortelano”. Y María reconoce a Jesús, porque estaba pensando en él.

¡Cuánto más gratificante y feliz podría ser nuestra vida si hiciéramos este ejercicio cada vez que nos encontramos en situaciones tristes o desalentadoras! A fin de cuentas, de eso se trata creer –concretamente– en Dios y en su poder.

Aferrarnos de sus promesas es un acto de resistencia al fatalismo y la desesperanza con los que el enemigo quiere alejarnos de Dios. Es un acto concreto de fe, donde reconocemos nuestra tendencia a lo negativo, pedimos la ayuda de Dios y aceptamos que él nos ayude según su voluntad.

Necesitamos creer –de verdad– que Dios puede más que lo que nuestros pensamientos nos hacen creer. Dios sabe todo, puede todo, y tiene recursos insospechados que nuestras mentes limitadas no ven. En su inmenso amor, nos invita a ejercitarnos para dar un lugar más importante a sus promesas en nuestros pensamientos.

“Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amen” (Efe. 3:20, 21, LBLA).

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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