Todo el universo muestra la presencia de un Creador inteligente.
Dios es el Creador de todo, y él mismo reveló en su Palabra su obra creadora. El relato del Génesis es auténtico e histórico. En 6 días literales de 24 horas, Dios creó los cielos y la tierra, así como todos los seres vivos que en ellos habitan. Y en el séptimo día descansó. Así, estableció el sábado como un recordatorio perpetuo de su obra creadora. Formó al primer hombre y a la primera mujer a su imagen y semejanza, como la corona de la creación, y les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidarlo. Todo era muy bueno y en gran manera.
Cada palabra era un mandato cargado con la energía creativa que transformó este planeta desordenado y vacío en un paraíso. Dios habló, y fue hecho; ordenó, y existió (Sal. 33:6, 9). En el acto creador estuvieron involucradas todas las personas de la Trinidad. El agente activo, sin embargo, fue el Hijo de Dios, el Cristo preexistente. Jesús es el Creador, el que —por su Palabra— trajo la Tierra a la existencia.
El Creador es un Dios responsable, planificador cuidadoso y ocupado en el bienestar de su creación. Y creó a los seres humanos para que tuvieran una relación con él (no para que permanezcan aislados), con libertad para elegir, amar y servir. Fueron creados para amar y ser amados. Su amor lo llevó a compartir con la creación uno de los mayores dones que podía conceder: la existencia. Nada en todo el Universo funciona por un poder propio o inherente. El Dios que creó todo es quien preserva y sostiene todo. El poder creador de Dios está involucrado no solo en la Creación, sino también en la Redención y en la Restauración.
En Hechos 17, Pablo defiende su fe en la Creación y presenta al Dios creador, eterno y soberano. Los griegos no negaban la existencia de Dios, pero pensaban que él estaba demasiado ocupado y distante. Por eso, tenían un altar dedicado “al dios no conocido”. Entonces, Pablo les dijo: “A ese, que ustedes honran sin conocerlo, les anuncio yo” (vers. 23). Por eso, Pablo fue llamado proclamador de nuevos dioses, ya que (utilizado por Dios) buscó alejarlos de las deidades paganas y conducirlos al Dios verdadero.
Cuenta la historia que un anciano viajaba en tren leyendo la Biblia. A su lado, iba un joven universitario leyendo un libro de ciencias. Al notar que el anciano leía la Palabra de Dios, el joven lo interrumpió y le dijo: “¿Usted todavía cree en ese libro de fábulas? Debería estudiar Historia Universal y descubrir que la Revolución Francesa demostró la miopía y la necedad de la religión. Solo personas sin educación y sin cultura pueden creer que Dios creó el mundo en siete días. Usted debería conocer los sabios descubrimientos de nuestros científicos. Deme su tarjeta con su dirección para que le envíe material científico por correo”. El humilde anciano le entregó su tarjeta. Ella decía: “Profesor Doctor Louis Pasteur, Director general del Instituto de Investigación Científica de la Universidad Nacional de Francia”. El joven se retiró cabizbajo.
Este hecho, que data de 1892, está registrado en la autobiografía del Dr. Louis Pasteur, quien afirmaba: “Un poco de ciencia nos aleja de Dios, mucha ciencia nos acerca a él”. En este sentido, Derek Barton (Premio Nobel de Química en 1969) manifestó: “No hay incompatibilidad entre ciencia y religión. La ciencia prueba la existencia de Dios”.
A su vez, Elena de White apunta: “La mano que sostiene los mundos en el espacio, la mano que mantiene en su disposición ordenada y actividad incansable todas las cosas en el universo de Dios, es la mano que fue clavada en la cruz por nosotros” (La educación, p. 132). Por medio de la creación, de la redención, de la adoración y la restauración, Dios mantiene sus derechos de Autor sobre toda la vida y el universo. ¿Puedes reconocer eso? Entonces, adóralo, ámalo y haz su voluntad.
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