¿Cómo te preparas para recorrer el nuevo año?
Una expresión que actualmente se utiliza mucho es: “Déjalo que fluya”, y se la aplica a distintas situaciones: un imprevisto, un desafío, una dificultad, o cualquier situación de la vida cotidiana. La idea es que las cosas simplemente deben ocurrir y que intentar controlarlas no tiene sentido, sería una pérdida de energía.
Este concepto puede ser muy terapéutico en el sentido de que nos invita a relajarnos y afrontar con flexibilidad las cosas que nos sucedan. Y esto es positivo para la salud psicológica. Pero ¿es totalmente confiable?
Te invito a reflexionar en esto tomando como analogía la sorprendente tecnología de los coches autónomos. Son una maravilla. Solo basta colocar la función piloto automático, y te olvidas de manejar. Estos vehículos están equipados con una gran cantidad de cámaras y sensores que pueden registrar todo tipo de señales de la calle o de la ruta, para diagnosticar y tomar decisiones de acuerdo con esa información. El piloto humano, entonces, le entrega el control a la inteligencia artificial del auto.
Pero, lamentablemente, también hay accidentes con ellos. En Florida (Estados Unidos), un conductor de este tipo de vehículos iba mirando una película cuando, trágicamente, chocó y perdió la vida. Por eso, los fabricantes de este tipo de autos dicen que nunca hay que soltar el volante.
Pensemos en los límites del “déjalo que fluya”. No es cuestión de dejar totalmente el control. Nos hace bien relajarnos, colaborar con las circunstancias, disfrutar más del viaje, pero siempre tendremos algún grado de responsabilidad en la conducción de nuestra vida. Es que Dios nos ha dotado de la maravillosa facultad de la voluntad, y somos responsables de usarla adecuadamente.
Al mantenernos unidos a la Cruz, podremos tener la seguridad y la paz de que lo que fluya en nuestra vida será siempre la voluntad de Dios”.
Ahora bien, la Biblia nos presenta una versión distinta del “déjalo que fluya”. San Pablo la expresó en Gálatas 2:20 con las sublimes palabras: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” (NVI). Si le entregamos totalmente nuestra vida a Cristo, si nos rendimos de corazón a su amor aceptando su sacrifico por nosotros, le permitiremos que nuestro “yo” sea crucificado con él.
A partir de entonces, lo que vivamos “en el cuerpo” ya no será simplemente expresión de nuestros impulsos o reacciones a las circunstancias, sino una manifestación de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Al mantenernos unidos a la Cruz, podremos tener la seguridad y la paz de que lo que fluya en nuestra vida será siempre la voluntad de Dios. Podemos enfrentar este nuevo año en una de dos posiciones espirituales: centrados en el “yo” o centrados en Cristo. En la primera posición, el “déjalo que fluya” puede ser fatal. En la segunda, usando diariamente nuestra voluntad para mantenernos unidos a la Cruz, el “déjalo que fluya” será una experiencia maravillosa de paz y seguridad.
“Tan completamente había anonadado Cristo al yo que no hacía planes por sí mismo. Aceptaba los planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba. De tal manera debemos depender de Dios que nuestra vida sea el simple desarrollo de su voluntad” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 179).RA
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