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El ministerio sumosacerdotal de Cristo es parte de la obra de la salvación.
La Biblia nos revela que la obra de Cristo en nuestro favor consiste en dos grandes ministerios: uno, terrenal; y otro, celestial (Rom. 5:7‑10; Heb. 7:25). Estos ministerios no deben ser vistos como dos cosas separadas y distintas, sino como dos facetas de la misma obra divina de la salvación.
En los rituales del Santuario se prefiguraban estas facetas. Así, en Levítico 4:31 al 35 se observa que cuando alguien del pueblo pecaba debía llevar un cordero al Santuario como sacrificio expiatorio por su pecado. Sin embargo, el ritual no terminaba con la muerte del cordero: para que el pecador pudiera irse “perdonado” (vers. 35), el sacerdote tenía que aplicar la sangre del sacrificio en el Altar del Holocausto (vers. 34). Solo después de que sucedían estos dos actos (sacrificio y mediación sacerdotal), el pecador volvía a su casa en paz con Dios.
Con esto, se enseñaba que la obra de Jesús tendría un ministerio terrenal, en el que sería sacrificado como cordero (Isa. 53:3-7; Juan 1:29); pero iría al cielo “llevando” su sangre (Heb. 9:12), para cumplir la función de Sumo Sacerdote de aquellos que creyeran en él (Rom. 8:32-39). A continuación, profundizaremos en estas ideas.
Su ministerio terrenal
El pecado produce separación entre Dios y el hombre (Gén. 3:7-12), y exige la muerte del pecador (Gén. 3:19; Rom. 6:23). Por esto, en el eterno plan de salvación, la Deidad había determinado que, de producirse la caída del ser humano, un día el Hijo de Dios vendría a este mundo (1 Ped. 1:18-20) como hombre (Juan 1:14; Heb. 2:14), para representar al hombre (“el postrer Adán”, o “segundo hombre”, 1 Cor. 15:45, 47) y ganar por el hombre todo lo que este perdió (Luc. 19:10; Rom. 5:14-19).
Su vida impecable. Jesús debía vivir una vida perfecta para poder ganar el derecho a la vida que el hombre perdió (1 Ped. 1:19). De otra manera, él mismo se hubiera condenado a ser esclavo del pecado y no hubiera podido ser nuestro Salvador (Heb. 4:15; 7:26). El “postrer Adán” debía vencer donde el primer Adán fracasó (1 Cor. 15:21).
Su muerte vicaria. En la Cruz, él no estaba muriendo por algún pecado que hubiera cometido; estaba recibiendo el castigo de otros. Estaba muriendo en nuestro lugar (Isa. 53:3‑5; 1 Ped. 2:24), muriendo la segunda muerte, que a los pecadores nos correspondía experimentar. Es gracias a este sacrificio que aquellos que lo aceptan ya no tienen temor de la segunda muerte (Juan 3:16-18), porque hubo Uno que la sufrió en su lugar.
Su resurrección triunfante. Puesto que Jesús no pecó, la muerte no tenía “derecho legal” de retenerlo en la tumba, y por eso se levantó triunfante al tercer día (1 Cor. 15:1‑4). Así, demostró que los que creen en él, aun si les tocara descansar un tiempo en el sepulcro, un día se levantarán gloriosos para disfrutar la vida sin fin (1 Tes. 4:13-18).
Su ministerio celestial
Luego de resucitar y ascender al cielo, Jesús empezó su ministerio sacerdotal (Heb. 8:1, 2). Alguien podría preguntar: ¿Es que acaso con la Cruz no bastaba? Si la Biblia enseñara el universalismo (la idea de que Dios va a salvar a todos, sin importar si aceptan a Cristo o no), entonces un ministerio celestial sería innecesario. Pero, si bien la expiación realizada en la Cruz fue para todos (2 Cor. 5:14, 15), esta no se acredita automáticamente, pues solo beneficia a aquellos que por la fe la reciben (Hech. 16:30, 31). Por tanto, lo que Cristo ha hecho en el Santuario desde su ascensión es aplicar los beneficios de su sacrificio expiatorio a aquellos que personalmente lo han recibido como Salvador (Heb. 7:25).
¿Cuál es más importante?
Finalmente, debe decirse que si alguien pregunta cuál de los dos ministerios es más importante, se debe responder que ambos son igual de importantes. Sin el completo sacrificio expiatorio de la Cruz, él no tendría ninguna sangre que presentar en favor del pecador; pero, sin su ministerio sumosacerdotal, nadie podría ser salvo, porque nadie recibiría los beneficios de su sangre expiatoria. Sin duda, el plan de salvación será tema de estudio ¡por toda la eternidad! RA
Es increíble y nuestra mente humana esta lejos de comprender, pero la sierva del señor Elena de White dice que en su eternidad nos sera revelada grandes misterios del universo incluso avanzado hacia la eternidad habrá cosas nuevas que nuestra mente ahora ni se imagina.
Exelente tema bendiciones…
muy buen artículo Doctor Álvarez. Podría explicar más eso de que Jesús murió la.muerte segunda. Saludos su hermano Jaime