DE LAS PALABRAS A LA ACCIÓN

Ecos sobre la burla al cristianismo en los Juegos Olímpicos.

Desde el pasado 24 de julio hasta el 11 de agosto, se disputaron los Juegos Olímpicos de París 2024. La ceremonia inaugural fue foco de varias polémicas, especialmente por el degradante show Drag queen (juego de los roles de género en el que se utilizan ropa, maquillaje y peinados que exageran los rasgos –generalmente– del sexo opuesto) que representaba a la comunidad LGBTQ+ (que evocaba al cuadro de “La Última Cena”, de Leonardo Da Vinci; y al “El festín de los dioses”, de Van Biljert). Estas puestas en escena fueron consideradas provocadoras y blasfemas, ya que tenían alusiones directas a Jesús y el cristianismo en general. Estas escenas fueron ampliamente repudiadas por su falta de respeto y obscenidad. Sin dudas, fue así. Lo sucedido fue muy lamentable y quienes sostenemos los valores bíblicos no estamos de acuerdo en absoluto con lo que se mostró.

Ahora bien, es posible centrarnos en todo lo que está mal, pero esta columna es acerca de las redes sociales y nuestra vida espiritual. Por eso, y sin apoyar lo que se vio, decidí escribir sobre el tema y volver la mirada hacia otro aspecto: me preocupó la reacción de muchos cristianos en las redes sociales ante lo sucedido.

Me encontré comentarios de este tipo: “Esta gente lo único que merece es el infierno”.  “Oro para que Dios les dé lo que se merecen: la muerte”. “Si es así, oremos por Satanás y sus ángeles; por ahí hasta se salvan”, etc.

Esto me llevó a dos reflexiones:

1-¿No estaremos siendo como Jonás y Nínive al creer que, de cierto modo, somos mejores que aquellos que participaron de este acto? Con esto no apoyo ni justifico el accionar de estas personas. Lo que sí afirmo es que la justicia es algo que solamente le corresponde a Dios, no a nosotros.

Pablo, en Romanos 3 y tratando un asunto similar en el que los judíos se creían mejores que los gentiles (es decir, que todos aquellos que no eran judíos), expresa: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado […] no hay justo ni aun uno” (Rom. 3:9, 10).

Por eso, Pablo, a pesar de ser uno de los mayores apóstoles que alguna vez existió (debido al alcance y la extensión de su obra), cuando se presentaba decía: “[…] Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Tim.  1:15). ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a reconocer que somos tan pecadores como aquellos que participaron de lo que pasó en los Juegos Olímpicos? Difícil, ¿no es cierto?  Solo cuando entendemos que no merecemos absolutamente nada, y que absolutamente nada de lo que hagamos puede hacernos salvos, que la gracia es una buena noticia (Rom. 5:8).

2-¿De qué sirve la indignación si no te lleva a la acción de amar a las personas y hacer algo por ellas? Esto no significa afirmarlas en su pecado, sino verlas como necesitadas de salvación, tanto como tú y yo.

Cuando Pablo llegó a Atenas, “su corazón se indignó profundamente, viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hech. 17:16). La indignación tiene su lugar, el problema es cuando solo queda en eso.

¿Qué hizo Pablo al respecto? Hechos 17:23 dice que en lugar de creerse mejor que ellos e irse, vio más allá de esa idolatría y les señaló un altar en el que estaba la inscripción: “Al dios no conocido”. En otras palabras, detrás de esa idolatría vio un corazón vacío, con dolor y confusión, pero por quienes Jesús también murió.

¿Separaste un momento para orar por esas personas o solo te mantuviste hablando del tema? ¿Oraste para que Dios envíe más obreros porque la mies es mucha? ¿Estás dispuesto a estar en medio del areópago como Pablo (es decir, arremangarte para trabajar) y ser usado por Dios para alcanzar a las personas allí en tu escuela, universidad, trabajo y familia?

De nada sirve quedarnos hablando en las redes sociales y después callar cuando llega el momento. Pero, si vamos a hablar, que sea para decir las cosas como son pero con amor y con el objetivo de salvar. Recordemos que, en su terrible agonía de la Cruz, el propio Jesús exclamó: “Padre, perdónalos porque no sabe lo que hacen” (Luc. 23:34).

Necesitamos dejar de quejarnos y protestar en las redes sociales, y orar y trabajar más por aquellos que están descarriados y no conocen a Jesús.

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1 Comentario

  1. Jesus HC

    Importante reflexion, tambien hay momentos de llamar al pecado por su nombre en su lugar y momento. Mas preocupante es lo que sucede dentro de la iglesia, y como lo de afuera influye dentro. Dios nos siga capacitando para ensenar a nuestros hijos y jovenes en su palabra. Deuteronomio 6:7
    [Bendiciones pastor Brian en su labor]

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