Una cualidad de quienes tienen miedo… pero lo enfrentan.
Dice la Biblia: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente. No temas, ni desmayes; porque yo, el Señor tu Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (Jos. 1:9).
En su libro Anatomía del miedo, el pensador español José Antonio Marina escribió que “la valentía es la virtud del despegue”. Mucha gente es temerosa. Cuando existe una amenaza u ocurre algo que la pueda dañar, queda paralizada, como adherida a la situación e incapaz de reaccionar. En cambio, el valiente enfrenta las circunstancias adversas levantándose con decisión y coraje. Puede ser que sienta miedo, pero actúa con fuerza y energía a pesar de él.
La valentía es la virtud que lleva a no retroceder ante la amenaza, los cambios, las dificultades o el dolor. No se empequeñece ante el miedo, sino que actúa con convicción. Defiende lo que es correcto, aunque eso signifique ir en contra de la opinión popular. El valiente es capaz de reconvenir apropiada y equilibradamente a otra persona por algún mal que haya perpetrado en la casa, en el trabajo o en la comunidad. La valentía, entonces, consiste en enfrentar los miedos y la adversidad.
La historia está escrita por personas valientes, por aquellos que se levantaron en contra de la injusticia, la falsedad y la opresión con el propósito de crear un mundo más humano y feliz. Todos los países recuerdan a sus héroes, los valientes que construyeron la nación. En la actualidad, se necesita cada vez más valentía para actuar y reaccionar ante la multitud de demandas, presiones y exigencias que existen. Por ejemplo, para algo tan simple como manejar en el centro de una ciudad con mucho tráfico –a veces caótico y complicado–, se requiere valentía. Conozco personas que se niegan a ir al centro por el temor que les genera el movimiento intenso de los vehículos.
Es importante diferenciar la valentía de otras actitudes que están en el mismo eje de continuidad. De un lado está la carencia de valentía o su infrautilización, a la que llamamos “cobardía”, mientras que del otro se encuentra el exceso o sobreúso de ella, que se conoce como “temeridad”. Ambos extremos no son recomendables. La idea es moverse con equilibrio por la “zona de fortaleza” (como se puede apreciar en la imagen).
En Josué 1:9, la Biblia menciona que la virtud de la valentía es un don de Dios. El Ser supremo es quien concede la fuerza para enfrentar las empresas difíciles, tal como sucedió en la época de Josué. Al sucesor de Moisés le fue encomendada la conquista de la tierra de Canaán, un lugar habitado por pueblos hostiles (y algunos de ellos, muy poderosos). Se requirió mucho valor para enfrentar gigantes como lo hizo Josué, quien condujo la ocupación de las ciudades en las que vivían estas personas de estatura y proporciones descomunales.
Cada mes te propongo cultivar alguna virtud del carácter. En esta ocasión, te sugiero ejercitar la valentía. ¿De qué manera? Hay muchas formas de lograrlo. Por ejemplo, embarcándote en una nueva aventura o hobby que esté relacionado con tus intereses particulares. Identifica algunos de tus miedos personales y toma la sana decisión de enfrentarlos. Cuando no compartas las ideas promovidas por otras personas –por más convencionales que estas sean–, anímate a alzar la voz para exponer tus propias ideas (aun cuando sea en público). O quizás algún colega te haya estado ofendiendo con sus comentarios; en ese caso, utiliza una buena dosis de valentía para confrontarlo, exponiendo tu disconformidad con respeto y firmeza.
Es importante explorar el nivel de valentía que tenemos y mostramos en la vida cotidiana. El actuar con valentía permite desarrollar la resiliencia y la habilidad para enfrentar activamente los problemas. Implica asumir riesgos, analizar las opciones y actuar. ¡Que Dios nos proporcione las fuerzas para ser valientes cuando sea necesario serlo!
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