La religión y la salud mental.
El sabio dice que “sus caminos [de la sabiduría] son deliciosos y todas sus veredas, paz” (Prov. 3:17). Muchos abrigan la impresión de que la devoción a Dios es perjudicial para la salud y para tener felicidad en las relaciones sociales de la vida. Pero, los que caminan por la senda de la sabiduría y la santidad descubren que “la piedad es provechosa para todo, pues cuenta con promesa para esta vida presente, y para la venidera” (1 Tim. 4:8). Están vivos para gozar de los verdaderos placeres de la vida, y no se afligen con vanos remordimientos por las horas malgastadas, ni con pesadumbre u horror de mente, como sucede con demasiada frecuencia a los mundanos cuando no los distrae alguna diversión excitante.
Es verdad que hay muchos cristianos profesos que tienen imaginaciones enfermas y no representan correctamente la religión de la Biblia. Siempre andan bajo una nube y parecen creer que es una virtud quejarse de su espíritu deprimido, de las pruebas y los conflictos. Esta manera de actuar no está de acuerdo con las palabras del Salvador: “Así alumbre la luz de ustedes ante los hombres, para que vean sus obras buenas y glorifiquen a su Padre que está en el cielo” (Mat. 5:16).
Es el deber de todos caminar en la luz, y cultivar la alegría habitual de la mente, para que puedan reflejar la luz en lugar de la oscuridad y las tinieblas. La piedad no entra en conflicto con las leyes de la salud, sino que está en armonía con ellas. Las personas pueden enseñar que las diversiones insignificantes son necesarias para mantener la mente por encima del abatimiento. La mente puede, en efecto, distraerse de este modo por un tiempo, pero hay otros modos de recreación que son más inocentes y saludables. El ejercicio físico a menudo tendrá una influencia más beneficiosa sobre la mente, mientras al mismo tiempo fortalecerá los músculos, mejorará la circulación, y demostrará ser un agente poderoso en la recuperación de la salud.
“¿Quién desea vida y apetece muchos días buenos? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, haz el bien; busca la paz y síguela” (Sal. 34:12-14). La conciencia de hacer el bien es la mejor medicina para los cuerpos y las mentes enfermos. La bendición especial de Dios es salud y fortaleza. Aquel cuya mente está tranquila y satisfecha en Dios está en el camino de la salud. Tener la conciencia de que el ojo del Señor está sobre nosotros, y que su oído está abierto a nuestras oraciones, es una verdadera satisfacción.
Saber que tenemos un Amigo inagotable a quien podemos confiar todos los secretos del alma es una felicidad que las palabras nunca podrán expresar. Los sentimientos de desánimo son frecuentemente el resultado de demasiado ocio. Las manos y la mente deben ocuparse en trabajos útiles que aligeren las cargas de los demás. Los que así se ocupan se beneficiarán también a sí mismos. La ociosidad da tiempo para cavilar sobre penas imaginarias y, con frecuencia, los que no tienen penas y pruebas reales las toman prestadas del futuro. La mente debe apartarse del yo; sus poderes deben ejercitarse en idear medios para hacer a los demás más felices y mejores.
La verdadera religión ennoblece la mente, refina el gusto, santifica el juicio, y hace a su poseedor partícipe de la pureza y la santidad del cielo. Acerca a los ángeles y nos separa cada vez más del espíritu y de la influencia del mundo.
El apóstol Pablo dijo a sus hermanos filipenses: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, piensen en eso” (Fil. 4:8). Adopten esto como norma de vida. Extraído y adaptado de Elena de White, “Health and Religion”, Signs of the Times, 23 de octubre de 1884, pp. 1-2.
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