Si has leído el artículo del mes pasado, te invito a quedarte en la misma historia. Si no lo has leído, está bien también.
Estábamos en el campamento de Sitim, cerca del río Jordán, adonde los dos muchachos espías volvieron trayendo noticias a Josué sobre la ciudad de Jericó. Tenían ahora el camino despejado para empezar la conquista de la Tierra Prometida.
Pero, antes de la conquista venía la pelea y, para pelear, tenían que juntar coraje. ¿Suena conocido? Sabes que en pocos días tendrás un examen importante, una consulta para recibir un diagnóstico médico, un encuentro difícil con alguien, un tema complejo que definir, una decisión que no quisieras tomar.
¿Cómo te preparas? Oras a tu Padre para que te dé sabiduría y claridad de mente. Le pides que venga contigo a la cita. Cantas himnos y lees promesas de las Sagradas Escrituras. Hablas con alguien de confianza.
Josué se encontraba en ese lugar. Él era el hombre del momento, escogido por Dios para liderar a su pueblo en este período de guerra. La presión era inmensa, pero la promesa también lo era: “Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Jos. 1:5).
Pero Dios también le dijo: “Esfuérzate y sé valiente”; “Solamente esfuérzate y sé muy valiente” (Jos. 1:6, 7). Josué tenía que hacer su parte. Tenía que usar la inteligencia que Dios le había dado para diseñar estrategias, para definir tiempos y para organizar la preparación de los hombres que entrarían en acción. Y tenía que llevar a cabo lo que Dios mismo le diría.
En nuestra vida de todos los días, Dios no nos da siempre los detalles de lo que tenemos que hacer: caminar seis vueltas a la ciudad de Jericó, una por día; y al séptimo día dar siete vueltas, con los sacerdotes tocando trompetas. ¡Cómo nos gustaría, en algunas situaciones delicadas, que el Señor nos dijera exactamente qué pasos dar para afrontarlas!
Dios, en su sabiduría, puede darnos (o no) indicios, pautas e ideas para avanzar en cierto sentido. Él conoce nuestra necesidad, conoce nuestro grado de orientación o desorientación y actúa de acuerdo con lo que es mejor para nosotros. Aquí, en este episodio de la vida de Josué, hay directivas claras y también hay un claro “esfuérzate”. Es como si Dios le estuviera diciendo: “Te voy a ayudar, pero no te voy a dar todo servido en bandeja”.
La mayoría de las veces, Dios nos deja un espacio lleno de nada. No es un espacio del cual él esté ausente; es más bien un espacio donde él nos permite escribir nuestra propia historia, con nuestro propio puño y letra. En ese espacio, tenemos la oportunidad de decidir y de ejercitar nuestra fe.
Y, ejercitar la fe requiere esfuerzo. Dios nos da el espacio. Nosotros lo llenamos. ¿Con qué lo llenamos? Con pensamientos, palabras y acciones.
Con pensamientos, que nos recuerdan que Dios está con nosotros en esta situación: “Yo estoy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios, que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10). ¡Cuánto bien nos hace llenar nuestros pensamientos con las promesas divinas!
Con palabras, que dicen que vale la pena poner en acción el plan que estamos eligiendo para confrontar la situación. Es un plan que hemos diseñado usando la inteligencia y los talentos que Dios nos dio (elementos concretos a los cuales Dios da un gran valor). Puedo hablar esas palabras antes de creerlas. Nuestro cerebro las va a oír, y pronto las va a creer también.
Con acciones, que comienzan celebrando lo que Dios podrá hacer con el plan que empezamos a poner en práctica. Damos un primer paso y mantenemos un espíritu maleable a los impulsos del Espíritu Santo, quien nos puede ayudar a modificar nuestro plan, si es para nuestro bien.
La cultura en la que hemos crecido puede habernos enseñado que el esfuerzo humano y las cosas espirituales son dos cosas diferentes, que no deberíamos mezclar. Pero, en esta historia vemos que el esfuerzo humano es algo que Dios mismo le pidió a Josué. Es algo altamente espiritual. No es un esfuerzo para alcanzar la salvación (porque la salvación viene únicamente por la gracia de Cristo); es un esfuerzo para vivir una vida cotidiana llena de fe, usando los talentos y la inteligencia que Dios nos dio.
La vida nos presenta muchas situaciones complejas para afrontar. Y cada una de ellas es una oportunidad para crecer en la confianza que tenemos en Dios. Que la vida de Josué te motive a seguir luchando y a seguir esforzándote, sabiendo que tu Padre está todo el tiempo junto a ti. RA
Cada artículo de Lorena llena mi corazón de esperanza. No me pierdo ninguno. Dios siga bendiciendo a la autora.
Si
Muchas gracias Sol! Me anima mucho tu comentario. Bendiciones!
De traductora a traductora: Tus meditaciones son simples y llenas de fuerzas. Gracias.