Luego de que Daniel revelara el misterio al rey Nabucodonosor sobre el sueño de la estatua que es finalmente destruida (Dan. 2), en Daniel 3 encontramos la reacción del rey frente a una verdad que Dios le mostró.
Generalmente, cuando nos enfrentamos a situaciones favorables la aceptación de la verdad no trae complicaciones. Cuando un joven es aceptado en una universidad para iniciar los estudios tan anhelados, reacciona con alegría y acepta inmediatamente la realidad. Por otro lado, si no es aceptado en la universidad, es natural que tenga el deseo de pedir alguna explicación y razones por las cuales se le negó el ingreso. Esto sucede porque la verdad o la realidad a la que se enfrenta no le son favorables y no son lo que esperaba.
Nabucodonosor reacciona frente a una verdad divinamente revelada, y tiene deseos de reclamar o levantar su protesta frente a los designios celestiales. Él sabe que lo revelado venía de parte de Dios y que era verdad, pero no está dispuesto a aceptarlo. Es, hasta cierto punto, natural para el ser humano reaccionar de la manera en que lo hizo Nabucodonosor. Este rey entró en un estado de negación.
Ahora, Misael, Ananías y Azarías reciben la noticia del decreto real. Ellos también podrían haber entrado en un estado de negación de la realidad, pero su reacción es diferente. Ellos sabían que el decreto era real y se ejecutaría, sin embargo, deciden reaccionar de manera diferente. Aceptan la realidad que les toca vivir y deciden sobre la base de la verdad.
Lo primero que hacen estos tres jóvenes frente a la amenaza inminente es afirmar una verdad: “Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente” (Dan. 3:17). Frente a situaciones difíciles, es necesario recordar la verdad bíblica y afirmarla. Los jóvenes hebreos recuerdan y afirman que Dios es capaz y poderoso para salvarlos de cualquier peligro; de eso no tenían duda alguna.
Lo segundo que hicieron es describir lo que Dios haría. Ellos saben que Dios los puede librar, lo que no saben con certeza es si serán librados o no. Por eso dicen lo siguiente: “y de tus manos, rey, nos librará. Y si no…” (Dan. 3:17, 18). Estos tres jóvenes no saben lo que pasará y qué es lo que Dios va a permitir frente a las condiciones que les toca enfrentar. Esto no es falta de fe, es simplemente, desconocer el futuro.
Finalmente, lo tercero que hicieron fue decidir sobre la base de la verdad que se les había revelado. Desde su niñez aprendieron que no se debe adorar a ninguna imagen de ningún tipo (Éxo. 20:4-6). La verdad fue establecida en su corazón al punto de poner sus vidas en riesgo. De hecho, cuando leemos la historia del cautiverio babilónico, descubrimos que una de las razones por las cuales el pueblo de Israel es llevado cautivo es la idolatría. Con esa experiencia, los jóvenes no están dispuestos a transgredir las leyes divinas. Es cierto que pueden morir a manos del rey, pero hay una verdad mayor que esa: Dios.
Entonces, estos tres jóvenes reaccionaron frente a la realidad que les tocó vivir fundamentados en la verdad de la Palabra de Dios. Esta es la clave para el éxito. Conocer la verdad, aceptarla y vivirla debe ser parte de la experiencia de todo creyente.
El rey Nabucodonosor ya conocía algunas verdades sobre Dios, pero aún no las aceptaba ni mucho menos vivía conforme a la voluntad divina. La no aceptación de la verdad lo llevó a tomar decisiones que ponían en riesgo la vida de un grupo de hijos de Dios. Por otro lado, los jóvenes hebreos no solo conocían la verdad teóricamente, también la aceptaron y vivieron en conformidad a esta. Ellos pensaron: “Dios nos puede librar de la muerte en esta ocasión, pero no es decisión nuestra. Lo que sí decidimos es no adorar a ídolos, aunque nos cuesta la vida”. Vivamos no solo conociendo verdades sobre Dios, sino aceptémoslas y vivamos según dichas verdades; entonces tendremos una experiencia cristiana viva y ferviente como estos tres jóvenes hebreos… Y Dios nos salvará en la mañana gloriosa. ¡Maranatha!
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