Consejos útiles y prácticos para una decisión clave.
En nuestro reciente artículo sobre atención odontológica, mencionamos que, en nuestra búsqueda de una salud bucal agradable, atractiva y funcional, hay varios elementos esenciales que los profesionales hacen y que no podemos hacer por nosotros mismos.
Para tener una salud odontológica óptima, casi todos deberían visitar a un profesional de manera periódica. Si tú eres uno de los millones de personas que no tiene un odontólogo (ya sea porque ha elegido evitarlos, porque se ha mudado hace poco o por algún otro impedimento), deberías remediar la situación. Recuerda que la prevención y los tratamientos tempranos son más simples, más agradables y menos costosos.
Entonces, ¿cómo realizar la adecuada elección de un odontólogo? Ten en cuenta que un dentista determinado, por más competente que sea, puede no ser el que tú necesitas. Pueden influir factores de personalidad, expectativas y otras circunstancias. Y, por supuesto, lo que queremos es un profesional confiable, capacitado y compasivo, que efectúe un trabajo serio y de calidad.
En primer lugar, un par de maneras sobre cómo no elegir un dentista: los avisos publicitarios en Internet suelen ser poco más que promociones pagas. Desconfía de ellos, a menos que encuentres un sitio con muchísimas evaluaciones de los pacientes; la mayoría de ellas, positivas. Tampoco elijas un dentista sobre la base de lo que cobra. Al igual que en muchos otros campos, en odontología, lo más barato suele salir muy caro a largo plazo.
Por otro lado, lo más caro no necesariamente garantiza calidad. Además, ten en cuenta que tampoco los avisos omnipresentes y bien elaborados son dignos de total confianza. Un buen comienzo es preguntarle a un amigo que tenga una relación de larga data con un dentista; mejor aún si son varios amigos quienes recomiendan a un mismo dentista.
Cuando te contactes con el consultorio del odontólogo, puedes percibir la actitud de su equipo. ¿Te escucha la recepcionista? ¿Responde tus consultas sobre costos, disponibilidad, etc.? ¿Te explica los detalles de forma de pago?
Cuando te encuentras con el profesional, ¿se muestra confiado, amable, paciente y comunicativo contigo? ¿Te explica tu condición bucal? ¿Te presenta las opciones de tratamiento y te explica las consecuencias a largo plazo? ¿Te invita a participar de la toma de decisiones? ¿Comprende tus limitaciones financieras o de disponibilidad, y te sugiere maneras de responder a tus necesidades personales? ¿Te informa sobre el tratamiento, lo que te sucederá y sobre cómo te afectará? ¿Le interesa saber qué piensas? ¿Toma en cuenta lo que sientes, o tu ansiedad y preocupaciones? ¿Está siempre apurado o se muestra paciente? ¿Te da instrucciones sobre cómo cuidar de tu higiene oral? ¿Te toma rayos X y revisa tus encías y tus tejidos blandos, y se interesa por tu salud general? ¿Toma precauciones para no lastimarte?
Por último, deberías sentir confianza en que, si hay emergencias o problemas futuros, este odontólogo te responderá, se preocupará y actuará para resolver la situación.
La buena salud bucal es una parte fundamental de la salud general, y sabemos que Dios, en su misericordia y amor, desea que tengamos una salud plena. Cuando disfrutamos de una salud así, es mucho más fácil que nuestra boca se llene de risa y nuestra lengua de alabanza (Sal. 126:2).
Excelentes artículos de la Revista Adventista de España. En realidad resaltan temas de gran valor práctico y dan a la vez su lugar a la Biblia, al Espíritu de Profecía y a la ciencia contemporánea ¡Dios bendiga a quienes participan en la elección temática, a los articulistas y a los lectores que como yo anhelan una revista adventista que dignifique el nombre de Jesús y de nuestra iglesia.