EL CICLO GRATIFICANTE

matrimonio

26/02/2019

¿Cuál es tu mayor temor en cuanto a tu matrimonio?

En muchos casos, tanto el esposo como la esposa tienen temor de brindar todo su amor o todo su respeto y que su cónyuge no sea recíproco en sus actitudes, y siga mostrando falta de amor o falta de respeto.1

Cuando Jesús se refirió a las tribulaciones que enfrentarían los creyentes por su causa, mencionó que “los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mat. 10:36). Puede ser que estés sintiendo exactamente eso. ¿Deberías decir, simplemente: “Brindar amor y respeto de manera incondicional no funciona”? Primeramente, debemos tener en cuenta que los cambios de actitudes en cuanto al amor y el respeto en el matrimonio a veces llevan tiempo. Ten confianza en la Palabra de Dios en los tiempos de oscuridad; Dios obrará.

Sin embargo, recuerda que, en última instancia, cuando amas o respetas a tu cónyuge de manera incondicional estás siguiendo la voluntad de Dios para tu vida y para tu matrimonio (Efe. 5:33). Y, si tu amor o tu respeto no encuentran reciprocidad inmediata en las actitudes de tu cónyuge, puedes tener la certeza de que el Señor está atento a sus hijos, y que algún día serás recompensado, ya sea en esta Tierra o en el cielo. Después de todo, como dijo Jesús: “Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” (Mat. 5:46).

RA Febrero 2019 - Ciclo gratificanteEl apóstol Pablo lo expresó con estas palabras: “Sirvan de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres, sabiendo que el Señor recompensará a cada uno por el bien que haya hecho” (Efe. 6:7-9, NVI). Tus esfuerzos sí son importantes y valiosos para Dios. Nada que hagamos se desperdicia. De eso se trata el Ciclo Gratificante:2

Tus reacciones, actitudes y decisiones en los momentos difíciles de tu matrimonio pueden asemejarse al sol que brilla sobre la manteca y sobre la arcilla. El calor del sol derrite la manteca, pero endurece la arcilla; pone de manifiesto las propiedades internas de la manteca o de la arcilla. De la misma manera, el calor de las dificultades y las crisis matrimoniales revela lo que hay en ti. Tu cónyuge, en ocasiones, puede ser exasperante (o peor). Puede ser que tu cónyuge te presione, tenga expectativas demasiado exigentes respecto de ti o te haga enojar, etc. Eso es un hecho; no hace falta que sigas haciendo hincapié en eso. En esas situaciones de presión, enfrentas dos alternativas: reaccionar de manera agradable a Dios o en forma pecaminosa. Es muy fácil, simplemente, culpar a tu cónyuge. Sin embargo, sin importar cuán deprimente o irritante pueda ser tu cónyuge, tu actitud hacia él o ella es tu propia responsabilidad. Tu cónyuge no es la causa de que seas o actúes como lo eres o lo que haces; antes bien, el otro pone de manifiesto tu manera de ser. Cuando tus reacciones hacia tu cónyuge revelan falta de amor o falta de respeto, significa que aún tienes asuntos propios que resolver.

En última instancia, tu matrimonio no tiene nada que ver con tu cónyuge; todo se resume a tu relación con Jesucristo. Quizá, muchas de las “crisis matrimoniales” que enfrentan las parejas en realidad sean “crisis de fe”. La pregunta que debemos hacernos es: “¿Creo o no en lo que Jesús mismo enseñó y prometió?” No podremos practicar el verdadero amor y el respeto en el matrimonio a menos que lo hagamos como para el Señor. Y, si Cristo no es verdaderamente el Señor de nuestra vida, nada funcionará.

Quizá sea el momento de decir: “Señor, yo creo; pero ayúdame en mi poca fe” (ver Mar. 9:24). Sí, habrá momentos en los que fallaremos; pero la Biblia dice que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”. La diferencia entre las parejas exitosas y las que fracasan es que las exitosas continúan poniéndose en pie y siguen enfrentando con fe las dificultades. Las que fracasan buscan el camino fácil. Lo quieren ahora. Desean que sus necesidades sean satisfechas. No les gusta el conflicto; quieren que todo sea “feliz”. Pero este enfoque es la personificación de la inmadurez.

En definitiva, debemos manifestar amor y respeto incondicionalmente porque, por encima de nuestro cónyuge, vemos a Jesucristo. Porque podemos vislumbrar el momento en que estemos frente a él, cara a cara, y tomemos conciencia de que nuestro matrimonio fue solo una herramienta y una prueba para profundizar y demostrar nuestro amor y reverencia hacia el Señor. Entonces, en aquel día, Jesús nos dirá: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mat. 25:21). RA


Referencias:

1 Este artículo es la continuación del artículo de “En familia” del mes pasado.

2 Ver Emerson Eggerichs, Amor y respeto (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2010), p. 235.

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