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La llegada de la primavera hace de septiembre un mes especial. La estación marca el establecimiento de días más largos y estimula a los seres vivos a reproducirse, lo que le da a la naturaleza nueva vida y multiplica la belleza de las flores. Esta renovación es tan notable que fue capaz de influir en la identidad de movimientos políticos y sociales. En 1968, la búsqueda de transformación en la Checoslovaquia de antaño se denominó la “Primavera de Praga”. En un pasado más reciente, los fuertes movimientos de transformación en el Medio Oriente y el Norte de África que comenzaron en 2010 fueron llamados de forma similar: “Primavera árabe”.
La llegada de la primavera también es clave para la Iglesia Adventista en Sudamérica. Es el tiempo de las “Celebraciones de la esperanza”, que enfatizarán nuestra unidad, nuestra identidad y nuestra misión.
La primera de estas celebraciones tendrá el énfasis en el voluntariado y la misión entre las nuevas generaciones, a través del proyecto “I Will Go” [Yo iré]. El encuentro, que se realizará en la Universidad Peruana Unión, del 11 al 14 de este mes, involucrará a universitarios de Sudamérica y otras partes del mundo que buscan una experiencia misionera intensa. Además de intercambiar experiencias con voluntarios que están en regiones desafiantes, los participantes también recibirán capacitación, motivación y nuevas oportunidades de misión en proyectos locales y mundiales.
Las nuevas generaciones seguirán en el foco de las celebraciones el sábado 14, con el Día del Conquistador. Es la oportunidad de fortalecer un movimiento que prepara a nuestros adolescentes para permanecer firmes en la fe, comprometidos con la iglesia y activos en la misión. Estamos cada vez más cerca de tener un club en cada iglesia organizada.
Seguidamente, celebraremos el 125º aniversario de la primera iglesia organizada en la División Sudamericana, en Crespo Campo, Argentina. La ceremonia especial se realizará el viernes 20, en el mismo lugar donde todo comenzó y se plantó la semilla de un movimiento que ya superó los 2,5 millones de miembros y las 28.000 iglesias y grupos. Queremos inspirarnos con el ejemplo de los pioneros y, al mismo tiempo, renovar nuestro compromiso de fortalecer el discipulado con énfasis en la misión, trabajando por una iglesia cada vez mejor, a pesar de que nos encontramos en un mundo cada vez peor.
Redoblando nuestros esfuerzos en la misión, celebraremos la Semana de la Esperanza, del 21 al 28 de este mes. Un ejército de pastores y evangelistas voluntarios estará predicando, haciendo llamados y bautizando en cada una de nuestras iglesias, porque “el corazón que está lleno de la esperanza bienaventurada […] no puede estar mudo” (Elena de White, Review and Herald, 12 de febrero de 1895). Será un momento de decisión para muchas personas que han estado estudiando la Biblia desde la campaña de Semana Santa.
En cada celebración, aprovechando el clima de vida nueva del mes de septiembre, se realizará el Bautismo de Primavera. Este es el período de mayor crecimiento de la iglesia; y para que sea aún más fuerte estamos orando y trabajando desde principios de este año para involucrar a toda la iglesia en la misión de dar un millón de estudios bíblicos, alcanzando a interesados, familiares, vecinos y amigos de la Red Nuevo Tiempo y otras iniciativas misioneras. Nuestro énfasis en la participación de cada miembro en la misión no podría ser diferente, porque “los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. […] Ninguna otra obra puede ser comparada con esta y nada debe desviar nuestra atención de ella” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 17).
Como resultado de las “Celebraciones de la esperanza”, y de tantas otras iniciativas de este año, soñamos con ver a 250.000 personas entregarse a Jesús a través del bautismo. Es un sueño osado, y que va más allá de los números, porque no solo necesitamos crecer en cantidad, sino especialmente en calidad, con personas mejor preparadas, integradas y discipuladas. Podemos confiar en que, con el poder del Espíritu Santo, tendremos una multiplicación de discípulos, como sucedió con la iglesia cristiana primitiva (Hech. 6:7). RA
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