CAMBIANDO LA PERSPECTIVA

¿Por qué fracasamos en las resoluciones de Año Nuevo?

Cada año nuevo trae consigo una renovada esperanza de cambio. En redes sociales y medios de comunicación, abundan los mensajes motivacionales que nos animan a establecer metas ambiciosas como: bajar de peso, aprender un nuevo idioma, crecer profesionalmente o mejorar nuestra relación con Dios. Sin duda, todos objetivos muy buenos.

Sin embargo, a medida que los días pasan, nos damos cuenta de que muchas de esas resoluciones caen en el olvido o terminan siendo abandonadas. ¡Y ni siquiera llegamos a febrero!

Ahora bien, ¿por qué es tan común que, a pesar de nuestras buenas intenciones, terminemos fallando en cumplir nuestras promesas?

Las razones pueden ser varias. Veamos:

  • Metas poco realistas. Se trata de objetivos demasiado ambiciosos o fuera de nuestro alcance. Al no ver resultados inmediatos, rápidamente nos sentimos abrumados o desmotivados.
  • Falta de planificación. Las famosas resoluciones de Año Nuevo suelen ser más una declaración de buenas intenciones que un plan bien estructurado.
  • Cambio rápido de hábitos. Al principio nos enfrentamos a la resistencia natural que tenemos frente a lo nuevo, y esto puede generar frustración y hacer que abandonemos.
  • Falta de apoyo o comunidad. Tener a alguien que nos ayude puede ser clave para no perder el impulso.
  • Distracciones y responsabilidades cotidianas. La falta de tiempo y fuerza puede hacer que las resoluciones se queden en segundo plano.
  • Miedo al fracaso. El miedo a no cumplir nuestras metas o a fallar puede generar parálisis y, en lugar de seguir intentándolo, optamos por abandonar nuestras resoluciones antes de siquiera haber hecho un esfuerzo significativo.
  • Falta de flexibilidad. A veces, las circunstancias cambian y no somos flexibles en ajustar nuestras metas a las nuevas realidades. Si una resolución no funciona como planeábamos, abandonarla por completo suele ser una salida más fácil que adaptar la estrategia.

¿Lograste identificarte con alguna de las razones mencionadas? ¡Seguramente que sí!

Ahora, si bien estos pueden ser pequeños consejos que te ayudarán, el mayor problema es que nuestras listas de resoluciones carecen de un fundamento sólido. Esto deviene en que la mayoría fracase en pocas semanas. Desde luego, todo sucede porque nuestras resoluciones, aunque bien intencionadas, frecuentemente no están centradas en Dios como la razón de nuestras acciones.

En nuestra sociedad actual, se nos enseña a vivir de manera fragmentada. Separamos nuestra vida en compartimentos: el trabajo, la familia, la religión, el ocio y la salud, como si cada uno de estos aspectos fuera independiente del otro. Pero lo cierto es que todo, absolutamente todo, está conectado y está bajo el gran paraguas de la espiritualidad. Esta no se limita solo a lo que hacemos en la iglesia o durante los momentos devocionales. La vida entera es espiritual, ya que Dios está presente en todas las áreas de nuestra existencia.

Por eso, 1 Corintios 10:31 nos da el siguiente principio: “Así, si comen, o beben, o hacen otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios”. ¿Cómo sería esto exactamente? Te doy un ejemplo. Si tu resolución es “quiero bajar de peso”, pregúntate: ¿Por qué quiero hacerlo? Algunas de las respuestas más frecuentes que podrías darte son:

  • “Para sentirme mejor conmigo mismo”.
  • “Para tener más energía”.
  • “Para verme mejor físicamente”.
  • “Para estar más saludable y disfrutar de una vida más larga”.

¿Son válidas esas respuestas? ¡Claro que sí! Pero, al mismo tiempo, son incompletas. ¿Por qué? Porque no encuentran su fundamento en Dios. ¿Cómo sería eso exactamente? Si bien todas respuestas mencionadas son beneficios de bajar de peso, la razón de nuestro cambio debería ser “honrar a Dios con mi cuerpo para que sea templo del Espíritu Santo y ser un buen mayordomo de lo que me ha dado” (1 Cor. 6:19, 20). De esa forma, una resolución pasa de ser un simple deseo de cambio a un acto de adoración en las diferentes áreas de tu vida. Por lo tanto, te motivo a que en este 2025 tus resoluciones estén centradas en Dios.

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