La maravillosa promesa de Joel 2.
Piensa en una semilla sembrada en la tierra. Durante semanas, la riegas, la cuidas y esperas. Parece que no ocurre nada. Pero, bajo la superficie, algo está sucediendo. La semilla absorbe agua, nutrientes y energía. Y, en el momento oportuno, irrumpe en la tierra y se convierte en una planta floreciente.
En muchos sentidos, la profecía es como esta semilla. Dios siembra promesas y profecías a lo largo de las Escrituras; algunas parecen dormidas durante mucho tiempo, pero no están inactivas. Están trabajando silenciosamente bajo la superficie, esperando el momento que las desencadene.
Al igual que la semilla necesita las condiciones adecuadas para brotar –luz solar, humedad, temperatura adecuada–, las profecías a menudo necesitan un conjunto específico de circunstancias o acontecimientos para cumplirse. Estas son condiciones desencadenantes de eventos proféticos trascendentes.
Existe una profecía que, de tan importante, es mencionada dos veces en la Biblia, y aludida al menos otro tanto. Esta profecía, además, desencadena otros eventos proféticos clave dentro del Plan de Salvación.
Me refiero a la promesa del derramamiento del Espíritu Santo de Joel 2:28 y 29: “Entonces, después de hacer todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes tendrán visiones. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres por igual”.
Pedro confirmó que esta profecía se había cumplido parcialmente en sus días: “Lo que ustedes ven [hoy] es lo que el profeta Joel predijo hace mucho tiempo” (Hech. 2:16).
Sin embargo, el cumplimiento de esta profecía era condicional. Jesús les había dicho que, antes de poder proclamar el mensaje de salvación a todo el mundo, se debía cumplir una condición: “Recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y me serán testigos” (Hech. 1:8). Solo que el derramamiento del Espíritu Santo no sería automático. Antes, debían dejar las diferencias entre ellos, consagrarse, pedirse perdón y llegar a la unidad en Cristo. Una vez que estuvieron “unánimes”, se cumplió la promesa de Joel.
Pero, si notamos bien, el contexto de Joel 2 es el del Juicio final (el “Día del Señor”), el de la Segunda Venida. Por eso, creemos que lo que se cumplió de manera local en Jerusalén se cumplirá de manera global antes de la Segunda Venida. El fuerte pregón (es decir, la predicación final del evangelio antes de la Segunda Venida) solamente podrá cumplirse mediante el derramamiento de la lluvia tardía.
La lluvia temprana, que se cumplió en Pentecostés en los días de los discípulos, quedará opacada por la manifestación del poder del Espíritu Santo en el tiempo del fin. Pero las condiciones para recibir al Espíritu siguen siendo las mismas: consagración, arrepentimiento, confesión y unidad. Esa unidad que se logra cuando dejamos a un lado las agendas propias, nuestras miserias y egoísmos, nuestras ideas preconcebidas, y decidimos amar a nuestro hermano como Cristo lo ama.
Hoy, Satanás ha sembrado división ideológica en el mundo. Vivimos en sociedades divididas y polarizadas. Y nosotros –como Iglesia Adventista–, y luego de andar ya por este mundo por casi dos siglos, tenemos nuestras propias facciones, nuestras trincheras teológicas e ideológicas. Sí, tenemos toda una historia que, depende desde dónde se la mire, puede seguir dividiéndonos o puede unirnos en pos del derramamiento final del Espíritu. Porque ese Dios que levantó este movimiento, quien nos ha acompañado a lo largo de los desafíos de crisis económicas, dos guerras mundiales y un sinfín de otras crisis, nos llevará hasta el aposento alto para poner a un lado nuestras diferencias, para poner a un lado el egoísmo de nuestras propias visiones de lo que es correcto e incorrecto, para aprender a perdonar y ser perdonados. Y, una vez que pasemos por nuestro propio aposento alto, el Espíritu se manifestará con poder.
¿Estás dispuesto a abandonar eso que te hace tan “distinto” para dejar que el Espíritu Santo nos marque la agenda y nos dé el poder para cumplirla?
Solo entonces podrá cumplirse con poder la promesa final de Joel 2.
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