Tiempo estimado de lectura: 3 minutos.
No todas las personas que piden ayuda y acuden a psicoterapia tienen el mismo potencial “terapizable”; es decir, la capacidad para recuperarse, crecer y progresar en su motivo de consulta. Esto puede explicarse por múltiples factores, como el nivel de reflexión, autoconciencia, miedos, prejuicios, dificultad en admitir un problema o debilidad, e incluso el probable boicot del propio entorno. Generalmente, la misma capacidad de crecimiento o estancamiento que el paciente demuestra en el proceso terapéutico se observa en su vida fuera del consultorio.
Todos conocemos personas que maduran y se desarrollan en varios sentidos, mientras que otras parecen estancarse, deterioran progresivamente sus vínculos, y aumentan el sufrimiento propio y el ajeno. Las causas pueden ser variadas, pero hay una que se destaca y frecuentemente se transforma en el “gigante” que obstaculiza nuestro crecimiento.
A mediados de la década de 1990, dos psicólogos sociales desarrollaron una investigación con resultados que permitieron generar lo que hoy se denomina el efecto Dunning-Kruger: un tipo de error en el pensamiento según el cual los individuos con escasa capacidad presentan un sentimiento de superioridad ilusorio, por el cual se consideran más inteligentes que otras personas más preparadas, y miden incorrectamente su habilidad por encima de lo real. Cuanto mayor es la incompetencia del sujeto, menos consciente es de ella. Por el contrario, los más capacitados tienden a subestimar su competencia.
Así, los que menos saben sobre un área muchas veces se muestran incapaces de reconocer su propia incompetencia y tienden a no poder reconocer la capacidad de las demás personas en dicho campo.
“Yo sé qué medicamento me hace mejor; además, ya investigué en Internet, no necesito seguir las instrucciones del médico”. “Estuve investigando, no le creas a ese técnico que solo busca quitarte el dinero. Mi abuelo decía…” “Eso de la depresión y los problemas emocionales es una ‘pavada’; cuéntame qué problema tienes, y yo te ayudo. Es cuestión de orar más, comer mejor…”
Este efecto se produce especialmente cuando hay una dificultad en la metacognición: la habilidad de tomar distancia de uno mismo y analizarse con más objetividad. También, un “barniz” de conocimiento sobre un área puede llevarnos a asumir erróneamente –y a veces peligrosamente– que se es un experto.
Todos en algún momento somos afectados por este efecto, no importa cuán inteligentes, informados o capacitados estemos en algunas áreas. De hecho, muchas veces personas brillantes caen en este error cuando aseguran saber sobre cualquier tema que les interese.
En el otro extremo, este efecto también puede hacer que otros, muy capaces en alguna área, a pesar de saberse más preparados, tiendan a dudar de su capacidad o creer que todos tienen el mismo nivel que ellos.
Entrenarnos en una autoevaluación honesta, humilde y auténtica es imprescindible para nuestro crecimiento integral. Esto es algo que podemos ejercitar con las siguientes prácticas:
- Aceptar que se puede aprender más sobre un área. Esto ayuda a reconocer y aceptar la incompetencia previa.
- Aprender y leer más sobre cómo funciona nuestra mente (¡felicitaciones por estar leyendo este artículo!).
- Nunca dejar de aprender y de practicar. No asumir que ya se sabe todo.
- Tomar en cuenta la opinión de otras personas, pedir y reconocer críticas constructivas.
- Cuestionar más lo que creemos que sabemos sobre un área. Las dudas, aunque a veces incómodas, nos dan la oportunidad de aprender.
- Estar dispuestos a admitir equivocaciones, errores o malas interpretaciones. Aceptar las propias debilidades finalmente termina fortaleciéndonos.
- No temer pedir ayuda o admitir que no sabemos algo.
Nadie es experto en todo, todos ignoramos muchas cosas. El grave error es olvidarlo, y andar por la vida creyendo erróneamente que somos superiores en conocimientos que no hemos desarrollado. Ese se transforma en el gran obstáculo por superar. Para lograr nuestra mejor versión en esta vida, el desafío es desarrollar una humildad inteligente en el saber y una disposición honesta para aprender.
“Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad” (Prov. 18:12, Dios habla hoy). “Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da” (Sant. 3:13, Dios habla hoy).RA
Excelente artículo.
Me encantaría poder contactar con esta psicóloga. Sus artículos son de gran ayuda para cualquier persona. Que Dios guie su profesion y bendiga su vida