Desde muy temprano en la historia de la Iglesia Adventista, el mensaje de salud tuvo un lugar destacado, y lo ha tenido hasta el día de hoy, animándonos a prevenir enfermedades por medio de una alimentación vegetariana. Anteriormente hemos analizado una de las razones por las cuales este tipo de alimentación es recomendada por la Iglesia Adventista (la espiritualidad), y en esta ocasión ahondaremos en una razón relacionada con nuestra salud.
Las principales sociedades científicas y asociaciones nutricionales y médicas del mundo respaldan la alimentación vegetariana. Las guías alimentarias de EE.UU. y Canadá, entre otros países, recomiendan los patrones alimentarios con bajo consumo de carnes y alto consumo de alimentos de origen vegetal para prevenir enfermedades metabólicas. En su postura, la Academia de Nutrición y Dietética de los EE.UU. establece que “las dietas vegetarianas adecuadamente planificadas, incluidas las dietas totalmente vegetarianas o veganas, son saludables, nutricionalmente adecuadas y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y en el tratamiento de ciertas enfermedades. Este patrón alimentario, bien planificado, es apropiado para todas las etapas del ciclo vital, incluyendo embarazo, lactancia, infancia, niñez, adolescencia, adultos mayores, así como atletas”.[1]
Aquellos que adoptan el vegetarianismo junto con un estilo de vida saludable presentan ventajas, como menor riesgo de incidencia de diabetes y beneficios en su tratamiento; menor incidencia de obesidad, hipertensión, síndrome metabólico, enfermedad cardiovascular (y mortalidad), todos los cánceres, cáncer colorrectal en pescovegetarianos, cáncer de próstata, y menor mortalidad por todas las causas. Una vida saludable y un plan alimentario basado en plantas puede alargar los años de vida.[2] Comparada con la dieta lacto-ovo-vegetariana, la dieta vegetariana estricta parecería brindar protección adicional para obesidad, hipertensión, diabetes tipo 2 y mortalidad por enfermedad cardiovascular.
Estos beneficios están relacionados con los estudios que demuestran que el consumo de carnes rojas y procesadas provoca o agrava ciertas enfermedades como diabetes tipo 2, enfermedades del corazón, hipertensión, síndrome metabólico, obesidad, enfermedades reumáticas, gota, osteoporosis (en consumo excesivo), trastornos intestinales, y también causa mortalidad.
Hace muchos años, Elena White escribió: “El peligro de contraer una enfermedad aumenta diez veces al comer carne. […] El comer carne trastorna el organismo, anubla el intelecto y embota las sensibilidades morales”.[3] Hoy la ciencia comprueba una y otra vez lo dicho hace mucho tiempo. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer evaluó, en el año 2015, los estudios realizados hasta ese momento y declaró a la carne roja (vacuna, caprina, ovina, porcina, equina) como probablemente cancerígena para el ser humano, basado en evidencia limitada. No así con las carnes rojas procesadas,[4] clasificadas como alimento cancerígeno para los seres humanos. Ellos recomiendan limitar el consumo de carnes rojas y consumir de manera muy limitada, o nada, carnes rojas procesadas.[5] Sin embargo, los efectos positivos de los alimentos de origen vegetal sobre la prevención de enfermedades crónicas son posiblemente más definidos que los efectos deletéreos de la carne.
El bajo consumo de grasas saturadas y el alto consumo de vegetales, frutas, granos enteros, legumbres y productos de soja, frutas secas y semillas (todos altos en fibra y fitoquímicos) son características de los vegetarianos y los vegetarianos totales, lo que produce una disminución del colesterol LDL y total, y mantiene los niveles de glucosa en sangre controlados.
Uno de los estudios más importantes sobre vegetarianismo en la comunidad científica es el Estudio de Salud de los Adventistas Nº 2 (AHS-2), el cual comprueba mucho de lo ya mencionado y muestra cuál es el estilo de vida con tan buenos resultados sobre la salud. Los números muestran cómo los adventistas buscan cuidar su salud para servir a Dios y la comunidad, guardan el sábado descansando y estando en comunión con Dios y la comunidad, realizan ejercicio, toman aire fresco y sol.[6]
Esta dieta característica se puede resumir de esta manera:
Ingestión elevada | Ingestión moderada | Consumo escaso | Abstinencia |
Frutas, vegetales y cereales integrales | Lácteos bajos en grasas, legumbres y frutas secas | Grasas saturadas, colesterol, azúcares, sal | Carnes, tabaco, alcohol, cafeína |
Todo alimento, a largo o a corto plazo, tendrá un efecto en nuestro organismo, beneficioso o maligno. La posibilidad de cuidar nuestra salud está a nuestro alcance. Demos un paso, aunque sea pequeño, para acercarnos a estas instrucciones escritas hace tantos años y validadas hoy por la ciencia.
No es necesario cambiar todos los hábitos alimentarios de una sola vez. Es fascinante observar en el consultorio cómo los pacientes refieren lograr cambios paso a paso. Elige uno de estos alimentos beneficiosos, como ser una verdura que nunca has probado. Incorpórala con otras hasta que sea de tu agrado, para continuar luego incorporando otras. Así, poco a poco, puedes educar tu paladar. Otro consejo práctico es percibir a las verduras como el plato principal. Nuestra costumbre es consumirlas como una pequeña guarnición, y debería ser justamente al revés: la mitad del plato con vegetales en todas las comidas.
Avancemos con fe en el proceso de los cambios alimentarios. Dios nos guiará, y podremos hacer cambios para beneficio de nuestra salud y de todos los que nos rodean.
Referencias:
[1] M. Vesanto, W. Craig y S. Levin, “Position of the Academy of Nutrition and Dietetics: Vegetarian Diets”, Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, vol. 116 (2016), Nº 12, pp. 1.970, 1.980.
[2] M. J. Orlich et al., “Vegetarian dietary patterns and the risk of colorectal cancers”, JAMA Internal Medicine, vol. 175 (2015), Nº 5, pp. 767-776;
T. J. Key et al., “Cancer in British vegetarians”, The American Journal of Clinical Nutrition, vol. 100, supl. 1 (2014), Nº 1, pp. 378S-385S;
T. Y. N. Tong et al., “Risks of ischaemic heart disease and stroke in meat eaters, fish eaters, and vegetarians over 18 years of follow-up”, BMJ (Clinical research ed.), vol. 366, Nº l4.897 (04/09/2019);
M. J. Orlich y G. E. Fraser, “Vegetarian diets in the Adventist Health Study 2: a review of initial published findings”, The American Journal of Clinical Nutrition, vol. 100, supl. 1 (2014), Nº 1, pp. 353S-358S;
P. N. Appleby y T. J. Key, “The long-term health of vegetarians and vegans”, The Proceedings of the Nutrition Society, vol. 75 (2016), N º 3, pp. 287-293.
[3] Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 58.
[4] Carnes que han sido transformadas a través del salazón, curado, fermentación, ahumado u otros procesos para mejorar el sabor y la preservación, como salchichas, hamburguesas industriales, embutidos como jamón, carne en conserva y seca, así como carne en lata, y las preparaciones y las salsas sobre la base de carne.
[5] Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (OMS): “Monografías de la IARC evalúan el consumo de la carne roja y de la carne procesada”, comunicado de prensa Nº 240, 26 de octubre de 2015.
[6] Orlich y Fraser, “Vegetarian diets in the Adventist Health Study 2”.
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