“Solo hay una cosa más dolorosa que aprender de la experiencia: no aprender de la experiencia” (Archibald MacLeish).
La mitología griega nos regala la historia de Midas, rey de Frigia. Obsesionado con el oro, el monarca disfrutaba cada día del recuento de sus monedas doradas. Su fortuna era enorme; y su felicidad, plena. Pero la ambición pudo más. Dionisio le ofreció al rey concederle un deseo. Y Midas no dudó: “Deseo que todo lo que toque se convierta en oro”.
Así, Midas fue feliz convirtiendo todos sus objetos en ese precioso metal. Pero, la sombra del peligro se manifestó en su petición cuando tomó una rosa y no pudo olerla porque instantáneamente se hizo oro. Lo mismo ocurrió con el racimo de uvas que quiso comer. La mayor tragedia ocurrió cuando Zoe, su hija, corrió a abrazarlo. Midas no pudo impedirlo, y ella quedó convertida en oro.
La historia hebrea nos ofrece el caso de Uzías, rey de Judá. Obsesionado con el poder, ascendió al pedestal de la presunción, para solo descender de allí con lepra (2 Crón. 26:18-23). Quiso asumir funciones sacerdotales, y Dios lo hirió con esa terrible enfermedad. Así, el rey más próspero que tuvo el pueblo de Dios después de Salomón (según Elena de White en Profetas y reyes, p. 225) fue el artífice de su propio y trágico destino: “Su corazón se enalteció para su ruina” fue el veredicto (2 Crón. 26:16).
Ante el inesperado giro, su hijo Jotam asumió la responsabilidad y fue su corregente por unos cuatro años, ya que mientras Uzías vivía y estaba aislado por la lepra en una casa apartada, Jotam “tuvo cargo de la casa real, gobernando al pueblo de la tierra” (2 Crón. 26:21) y “llevó pesadas responsabilidades durante los últimos años del reinado de su padre” (ibíd., p. 226).
¿Eres también un líder que tuvo que asumir un cargo ante una situación imprevista? ¿Te encuentras a la puerta de un gran desafío? Aprende de Jotam. Toma nota de su experiencia, a fin de que salgas airoso.
1- Jotam advirtió los errores finales de su padre. “El castigo que cayó sobre Uzías pareció ejercer una influencia refrenadora sobre su hijo” (ibíd.). Siempre podemos aprender de nuestras equivocaciones, pero eso no significa que tengamos que cometerlas para recibir la didáctica lección. Podemos educarnos observando el desempeño (bueno o malo) de otros líderes.
2-Jotam imitó lo que su padre hizo de forma correcta. “E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Uzías su padre, salvo que no entró en el santuario de Jehová” (2 Crón. 27:2). Hasta un mal dirigente puede servir de ejemplo, dado que, a veces, ellos realizan o toman medidas dignas de imitar. Examinar todo y quedarse solo con lo bueno es un consejo inspirado por el Espíritu Santo (1 Tes. 5:21)
3-Jotam supo establecer sus prioridades. “Así que Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios” (2 Crón. 27:6). Como Salomón, su destacado antepasado, tenía en claro que la obediencia y la fidelidad a Dios se ubican siempre y en toda circunstancia en el primer lugar. Y esto no se basa solo en dedicar tiempo a la devoción personal mediante el estudio de la Biblia y la oración. Estos son los pilares. Pero luego, sobre ellos, debemos poner en práctica (siempre con la ayuda divina) las reformas necesarias. El buen líder nunca se queda en la teoría. Así lo hizo Jotam, quien edificó la puerta mayor de la casa de Jehová y el muro de la fortaleza; así como ciudades en las montañas y torres en los bosques. Además, tuvo éxitos rotundos en sus contiendas bélicas contra pueblos enemigos y consiguió que le pagaran tributos. Es vital para todo líder establecer no solo las bases bíblicas de un plan de acción, sino también instaurar sólidas defensas contra las dañinas influencias con que esta sociedad (cada vez más relativista y peligrosa) nos invade.
Aun así, el pueblo continuaba corrompiéndose (2 Crón. 27:2). Por eso, hoy más que nunca necesitamos líderes que con coraje, creatividad, vocación, fe y confianza inquebrantable en Dios sean aprendices, y sirvan encaminados hacia la dirección marcada por el Cielo.
No todo lo que brilla es oro; hasta los líderes exitosos como Uzías tienen sus errores. Pero existen los Jotam, quienes, advertidos, se aleccionan en los desaciertos.
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