Declaración oficial vigente de la Iglesia Adventista votada en el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General el 3 de octubre de 1999, en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce que cada ser humano es valioso a los ojos de Dios, y buscamos ministrar a todos los hombres y las mujeres en el espíritu de Jesús. También creemos que por la gracia de Dios, y a través del estímulo de la comunidad de fe, un individuo puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios.
Los Adventistas del Séptimo Día creen que la intimidad sexual es adecuada únicamente en la relación conyugal entre un hombre y una mujer. Este fue el designio establecido por Dios en la Creación. Las Escrituras declaran: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gén. 2:24). Por todas las Escrituras, este modelo heterosexual está afirmado.
La Biblia no consiente actividades o relaciones homosexuales. Los actos sexuales fuera del círculo del matrimonio heterosexual son prohibidos (Lev. 18:5-23, 26; Lev. 20:7-21; Rom. 1:24-27; 1 Cor. 6:9-11). Jesucristo afirmó la intención de la creación divina: “¿No han leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador ‘los hizo hombre y mujer’, y dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo’? Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mat. 19:4-6, NVI). Por estas razones, los Adventistas del Séptimo Día se oponen a las prácticas y las relaciones homosexuales.
Jesús afirmó la dignidad de todos los seres humanos, y extendió la mano compasivamente a personas y familias que sufren las consecuencias del pecado. Él ofreció un ministerio cariñoso y palabras de consuelo a personas que luchan, diferenciando entre su amor por los pecadores y sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecaminosas. Como discípulos, los Adventistas del Séptimo Día se esfuerzan para seguir la instrucción y el ejemplo del Señor, viviendo una vida de compasión y fidelidad semejante a la de Cristo. RA
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