Dios siempre recompensa nuestras buenas elecciones.
Al leer el libro de Daniel, en especial la sección histórica (Dan. 1-6), es evidente e indudable que Dios actuó en la vida de los cuatro jóvenes hebreos que fueron puestos al servicio del rey de Babilonia. Podría sorprendernos que en la actualidad no se escuchen historias tan asombrosas como la de los jóvenes hebreos. Lo cierto es que Dios no actúa solamente por medio de milagros portentosos, sino además tiene otros medios de accionar.
Ahora bien, Dios actuó en la vida de Daniel y de sus amigos de maneras milagrosas: los liberó del fuego ardiente (Dan. 3) y del foso de los leones (Dan. 6); salvó su vida de la muerte al revelarles el sueño del rey de manera sobrenatural (Dan. 2). Pero, en el capítulo 1 de Daniel, encontramos que no hay ningún milagro o acto sobrenatural como los mencionados anteriormente. Allí solo se describe el gran conflicto cósmico y se narran decisiones y respuestas divinas de manera sencilla.
En primer lugar, encontramos a los jóvenes hebreos, a quienes intentan cambiar su identidad al asignarles nuevos nombres (vers. 7), con un plan de estudios ajeno a las Escrituras (vers. 4) y con una alimentación completamente diferente (vers. 5). En ese contexto, no objetan sus nombres nuevos ni tampoco se niegan a estudiar lo que se les proponía, pero sí se oponen firmemente a ingerir ciertos alimentos y piden una alimentación vegetariana (vers. 8, 12). La reacción del jefe de los eunucos es tener temor de que algo salga mal y sea condenado a muerte (vers. 10).
En segundo lugar, hay una propuesta razonable de parte de Daniel y sus amigos. El texto dice: “Prueba, ahora, con tus siervos diez días. Danos legumbres a comer y agua a beber. Después, compara nuestro rostro con el de los jóvenes que comen la comida del rey” (Dan. 1:11, 12). Daniel y sus amigos no ceden a la presión, sino que se ponen a prueba ante la nueva realidad. Confiando en que la alimentación dada por Dios en el principio (ver Gén. 1:29) es la mejor opción, proponen una salida ante la autoridad de turno.
Como resultado de la prueba a la que se sometieron, al final de los diez días el rostro de los jóvenes hebreos “se veía mejor y más nutrido que el de los otros jóvenes” (Dan. 1:3).
En tercer lugar, al término de los tres años de preparación, fueron llevados ante el rey, no solo los jóvenes hebreos sino también todos los participantes del proyecto. En esa ocasión, Nabucodonosor entrevista de manera personal a todos los participantes, y Daniel, Ananías, Misael y Azarías resultan los mejores en todas las letras y las ciencias.
Esta historia nos enseña que las acciones de Dios en favor de sus hijos no son unilaterales. La relación Dios-ser humano es una vía de doble sentido, en la que ambos interactúan con el propósito final de que el poder de Dios sea evidente, en primera instancia en la vida del creyente. Antes de que los leones fueran apaciguados cual gatitos indefensos, antes de que el fuego abrasador se vuelva inofensivo, el milagro debe suceder en el creyente. Esto es posible cuando una persona decide ser fiel a Dios por medio de decisiones sencillas que estén acorde con la voluntad divina. Vivir así es el milagro más grande que uno pueda imaginar.
La sociedad de hoy ejerce mucha presión sobre el creyente del siglo XXI. Ante eso, debemos ser capaces de tomar decisiones correctas. El ambiente en el que realizamos nuestras actividades no siempre será el ideal, pero las decisiones que tomamos ante cualquier circunstancia deben estar fundamentadas en los principios bíblicos.
Por lo tanto, el milagro más grande no es el que esperas que Dios haga para salvarte de un examen en sábado o que el jefe de tu trabajo te permita no trabajar el sábado. El milagro más importante no es la desaparición de una enfermedad que te aqueja por varios años y ya no sabes qué más hacer, ni tampoco es que aquello que parece imposible suceda de la noche a la mañana.
El milagro más grande es el que obra en silencio cuando tus decisiones se alinean con la voluntad de Dios. Entonces verás la mano de Dios en medio de las luchas y los desafíos que enfrentas a diario, así como ocurrió con Daniel y sus amigos.
¡Maranatha!
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