Las nuevas tecnologías nos causan distracciones que afectan nuestra salud mental, social, física y espiritual.
En su evento “Hecho en YouTube”, la plataforma anunció una lista de actualizaciones diseñadas para premiar la creatividad. Una de las cosas que más resaltó fue que, a partir de 2023, los creadores de contenido podrán monetizar los Shorts (videos breves de hasta sesenta segundos). Después de contar los ingresos publicitarios totales de Shorts cada mes, YouTube asignará una parte no especificada de esos ingresos para cubrir las licencias de música. Luego de eso, los creadores obtendrán el 45 % de los ingresos restantes y YouTube obtendrá el 55 %.
Si bien esto es una noticia enorme, no debería sorprendernos. Al ver la tendencia tecnológica, el contenido corto ha avanzado de forma exponencial. Y así sucedió con las historias de la red social Snapchat, que luego fueron copiadas por las otras redes sociales. Además, los videos cortos de TikTok, que se pusieron de moda en el auge de la Pandemia, también fueron emulados por otras redes. Así nacieron los Reels (videos verticales cortos a los que se les pueden añadir filtros o todo tipo de efectos y música) de Instagram y de Facebook, y los mencionados Shorts de YouTube.
Esto sucede porque somos una generación sobreestimulada. ¿Qué es la sobreestimulación? Es cuando nuestro cerebro está expuesto a un exceso de estímulos que a la larga terminan afectando su desarrollo. Estos estímulos disparan dopamina en nuestro cuerpo (es un neurotransmisor que domina el centro del placer; también es conocida como “hormona del placer”, ya que regula la motivación y el deseo en nuestro cerebro). La constante exposición a experiencias sobreestimulantes genera adicción. Esto significa que cada vez necesitarás más y que el efecto estimulante de la experiencia en tu cerebro durará menos tiempo. Por eso, como se dice en el lenguaje de las redes, “el contenido corto es el rey”, ya que nos da una mayor cantidad de estímulos en menor cantidad de tiempo que un contenido más extenso (como el que acostumbrábamos consumir).
Por eso, para cuando te quieres dar cuenta, pasaste más de media hora, como mínimo, mirando videos en las redes sociales. Esa voz en tu cabeza que te dice “solo un poco más” es generada por la sobreestimulación.
La pregunta que emerge es si esta sobreestimulación afecta nuestra salud mental, social, física y, sobre todo, espiritual. Definitivamente, sí. Porque después, a la hora de pasar tiempo con Dios leyendo la Biblia, en oración y reflexión, dices frases como:
“No me puedo concentrar”.
“Me distraigo fácilmente”.
“Me aburro”.
“No tengo motivación”.
“Tengo sueño”.
“Me siento desanimado”.
¿Te suenan algunas de estas frases? Eso sucede porque el sistema de recompensas de tu cerebro está desajustado. Es que, llevado por la vorágine de las redes, acostumbraste a tu cerebro a siempre estar sobreestimulado. Entonces, estudiar, leer, reflexionar y orar se vuelve tedioso y menos valioso para ti.
Presta atención y recuerda lo que te diré a continuación: “Lo que el diablo no puede destruir, lo distrae”. Y eso está haciendo con nosotros. Somos una generación distraída.
¿Eh? Sí, sí… Así como lo leíste.
Entonces, no es una cuestión de restringir o reprimir, sino de gestionar –de forma intencional– un reajuste en nuestro cerebro para ser equilibrados en el uso de las nuevas tecnologías. Claramente nuestro sistema de recompensas está desajustado.
Para este ajuste, es preciso aplicar el principio de Filipenses 4:8: concentrémonos en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello, todo lo admirable, y todo lo que sea excelente y digno de alabanza.
La felicidad está en hacer lo que propone Salmo 1:1 al 3: “Dichoso el hombre que no anda en el consejo de los malos ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en silla de burladores. Antes en la ley del Señor se deleita, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará”.
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