Las crisis ecológicas y el tiempo del fin.
Terremotos, tornados, inundaciones, huracanes, tifones, hambrunas y pandemias se suceden por doquier. Durante los últimos días del ministerio terreno de Jesús, sus seguidores le preguntaron por las señales del fin de los tiempos y de su prometido regreso. Entre otros indicadores, Jesús les dijo: “Oirán de guerras y de amenazas de guerras, pero no se dejen llevar por el pánico. Es verdad, esas cosas deben suceder, pero el fin no vendrá inmediatamente después. Una nación entrará en guerra con otra, y un reino con otro reino. Habrá hambres y terremotos en muchas partes del mundo. Sin embargo, todo eso es solo el comienzo de los dolores del parto, luego vendrán más” (Mat. 24:6-8). En otras palabras, Jesús señaló las guerras, los terremotos, las pestes y los desastres naturales como señales de su venida.
Estos eventos ¿son el resultado de transgredir las leyes de la naturaleza? ¿Es el ser humano responsable por estos desastres? Incluso creyentes de diferentes religiones consideran que estos desastres son el resultado de la ira divina. Entre los adventistas, también tenemos la perspectiva del Gran Conflicto. ¿Qué papel desempeñan Dios y Satanás en estos desastres? En el Apocalipsis leemos que, por medio de sus ángeles, en los últimos días de la historia Dios envía a “cuatro ángeles que estaban de pie en las cuatro esquinas de la tierra. Sujetaban los cuatro vientos para que no soplaran sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol” (Apoc. 7:1).
Incluso ha surgido la llamada “ecoteología”, que busca determinar cuál es el rol de la teología y de la religión respecto del problema ecológico que vive el mundo hoy. Así, la ecoteología articula la fe y la teología en las distintas religiones, para cuestionar al hombre actual y proponerle una regulación que lo lleve al cuidado del planeta y a un desarrollo sostenible, auténticamente humano, protector de la “madre tierra” mediante el buen uso de los recursos naturales.
¿Cómo deberían reaccionar los adventistas ante esta crisis ecológica y climática, que ha conducido al aumento cada vez más llamativo de los desastres naturales en el mundo? Bueno, en primer lugar, el marco del Conflicto Cósmico nos hace ver que, detrás de lo que ocurre ante nuestros ojos, existen causas “sobrenaturales”. El libro de Job nos muestra que Satanás tiene poder para traer calamidades sobre esta Tierra (ver Job 1; 2), y que él utiliza sus poderes para dañar al ser humano, con la intención final de infligir daño a Dios. Sí, él es “el líder de los poderes del mundo invisible, quien es el espíritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a Dios” (Efe. 2:2).
Por otro lado, si bien sabemos que estos desastres naturales serán una característica del tiempo del fin, también somos conscientes de que Dios puso al ser humano como mayordomo de este mundo. Esta mayordomía también incluye cuidar y proteger la creación de Dios, no solo velando por el reino vegetal, sino también teniendo compasión por el reino animal.1
Si bien creemos que ninguna de las iniciativas ecológicas (tampoco las sociales, las políticas, etc.) puede traer una esperanza definitiva para este mundo, como adventistas cumplimos con nuestra responsabilidad como mayordomos de este mundo, y manifestamos compasión no solo hacia los seres humanos, sino también hacia el reino animal, mientras esperamos la solución definitiva para este mundo: la segunda venida de Jesús y la renovación de esta Tierra; renovación que la restaurará a su condición original. Allí, Jesús “secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más” (Apoc. 21:4).
Referencias
1 Esta mayordomía del reino animal abarca también la dieta que adoptamos. Elena de White escribió una carta a un médico y su esposa, en 1896, en la que describió una ocasión en que una mujer católica se arrodilló a sus pies llorando y le expresó lo terrible que era comer animales para satisfacer un apetito pervertido. Elena de White tomó entonces la resolución de abandonar el consumo de carne. Esta es una razón ética para no comer carne; esto no es una razón de salud. Es un llamado a la misericordia. Elena de White escribió: “Cuando una mujer católica, arrodillándose a mis pies, me presentó la actitud egoísta de quitarles la vida a los animales para satisfacer un apetito pervertido, me sentí avergonzada y angustiada; lo vi bajo una nueva luz y dije: ‘Ya no patrocinaré a los carniceros; no quiero carne de cadáveres en mi mesa’ ” (Testimony Studies on Diet and Foods, p. 67).
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