¿ES VERDAD ESA MENTIRA?

Perfumes, engaños y gratitud.

¡Qué falta de sentido común! ¿No se da cuenta de que el dinero no sobra y que hay muchísimas necesidades en la iglesia? Gastar en vanidades superfluas… Y, además, ¡hacer el ridículo y molestar interrumpiendo una reunión importante! Desubicada, esta mujer…

“María oyó las palabras de crítica. Su corazón temblaba en su interior. Temía que su hermana la reprendiera como derrochadora. El Maestro también podía considerarla impróvida. Estaba por ausentarse sin ser elogiada ni excusada, cuando oyó la voz de su Señor: ‘Dejadla; ¿por qué la fatigáis?’ El vio que estaba turbada y apenada. Sabía que mediante este acto de servicio había expresado su gratitud por el perdón de sus pecados, e impartió alivio a su espíritu. Elevando su voz por encima del murmullo de censuras, dijo: ‘Buena obra me ha hecho; que siempre tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer bien; más a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura’” (Elena White, El Deseado de todas las gentes, p. 514).

María, la hermana de Marta y Lázaro (Juan 12:2, 3), no dejó a nadie indiferente con su gesto de gratitud y adoración: “Tomando una libra de perfume de nardo puro que costaba mucho, ungió los pies de Jesús, y se los secó con los cabellos, y la casa se llenó con la fragancia del perfume” (vers. 3, LBLA).

Para casi todos, un acto condenable; para Jesús, un gesto lleno de gratitud, amor y reverencia.

Es más, el acto de devoción de María dio ánimo a Jesús en sus últimas horas. “Y cuando él penetró en las tinieblas de su gran prueba, llevó consigo el recuerdo de aquel acto, anticipo del amor que le tributarían para siempre aquellos que redimiera” (ibíd.). Y esta historia es para nosotros una fuente de ánimo mientras avanzamos –a veces a los tropiezos– en nuestra propia vida. Jesús nos prometió: “Al que viene a mí, de ningún modo le echaré fuera” (Juan 6:37, LBLA).

Muchas veces nos tocan vivir situaciones en las que podemos sentirnos como María. Nuestros caminos se cruzan con personas bien intencionadas o no tanto que no entienden –o no quieren entender– nuestros motivos y nuestras acciones de servicio a Dios. Y podemos empezar a dudar de nosotros mismos y de lo que hacemos. Aquella es una excelente táctica de aquel a quien no le interesa que mostremos nuestro amor a Dios comprometiéndonos con su obra. Una genial estrategia de aquel a quien no le interesa que tengamos una imagen sana de quién es y cómo es Dios. Así, pretende llenar nuestra mente de dudas y mentiras, que sabotean nuestros deseos de acercarnos más a Dios y vivir una vida más consecuente con lo que creemos.

Pero aquí, nuevamente, las promesas de nuestro Señor vienen a desenmascarar esas mentiras. De muchas maneras, a lo largo de toda las Escritura revelada, Dios nos dice: “¡Vengan! Yo los amo y los recibo con los brazos abiertos. ¡De ningún modo los echaré fuera!”

Las mentiras con las que el enemigo quiere desanimarnos pueden causar mucho daño en nuestra vida. Pero la promesa es mucho más poderosa. Como dijo Jesús: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir, yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Las palabras de Jesús llenaron a María de nueva vida y neutralizaron por completo las mentiras que el enemigo quiso hacerle creer. Esas mentiras no eran verdad: ella no estaba molestando, no estaba derrochando dinero, no estaba haciendo el ridículo.

Pocos días después, María siguió fielmente a Jesús allí donde todos lo abandonaron. Fue la primera en ir al sepulcro en la mañana de la resurrección. Fue la primera a quien Jesús se dejó ver aquel día. Y fue la primera en anunciar su resurrección entre los hombres.

Esta fuerza de convicción puede ser nuestra también, cuando creemos –realmente– que Jesús nos recibe siempre, nos perdona, alivia nuestro corazón y valida nuestro servicio hacia él. Sus promesas, atesoradas en nuestra mente, son un gran antídoto contra las mentiras que quieran desmoralizarnos.

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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2 Comentarios

  1. Ivonne

    Enriquecimiento espiritual actualizando valores en historias bíblicas..

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  2. Luis Daniel Gómez

    Alabado sea el Señor así es Amén

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