Un breve repaso de la historia de la Asociación Casa Editora Sudamericana.
Por Walter Steger.
Hace 125 años, en 1897, se imprimió en la ciudad de Buenos Aires el primer periódico adventista en Sudamérica: El Faro. Este hecho es sumamente significativo, ya que marcó el inicio de la obra adventista de edición y publicación de material impreso en territorio sudamericano. Tal como sucedió en Estados Unidos con The Present Truth, en 1849, y en Brasil con la revista O Arauto da Verdade, en 1900, los mismos editores y establecimientos, o las revistas que representaban, continuaron o se fusionaron con otros para formar una procesión ininterrumpida de obras impresas y establecer casas editoras. Así como surgió la editorial insigne de la Iglesia Adventista mundial, la Review and Herald, a partir del pequeño periódico de James White, como también la Casa Publicadora Brasileira, a partir de la revista O Arauto da Verdade, la publicación de El Faro daría lugar, con el tiempo, al establecimiento de la Asociación Casa Editora Sudamericana. Y esta es su historia.
Antecedentes
El mensaje adventista llegó a Sudamérica gracias a la difusión de literatura adventista publicada en otros países. Ya a partir de 1885, algunos periódicos misioneros escritos en alemán, francés e inglés llegaron por distintos medios providenciales desde Europa, y dieron fruto en las primeras conversiones al Adventismo del Séptimo Día en estas tierras. Luego, en 1891, llegaron los primeros colportores, Albert Stauffer, Elwin W. Snyder y Clair A. Nowlin, y tuvieron éxito vendiendo literatura extranjera entre las minorías que hablaban esos idiomas.
Sin embargo, ya para 1897 el territorio que se beneficiaba con estos escritos había sido prácticamente cubierto. Se necesitaba urgentemente un periódico en castellano a fin de dar a conocer la verdad en el grupo hispanohablante mayoritario en América del Sur. Por otro lado, los libros provenientes del extranjero tardaban mucho en llegar, y no siempre había disponibilidad de ellos. Ágiles de visión, nuestros pioneros percibieron la urgente necesidad de establecer una editora en estas tierras.
Primeras publicaciones
El Faro (1897)
A fines de 1896, la Junta de Misiones Extranjeras de la Asociación General autorizó a la Junta Directiva de la Misión Argentina a publicar un periódico de ocho páginas en castellano. Al año siguiente, Frank H. Westphal, John McCarthy y Jean Vuilleumier se reunieron para estudiar minuciosamente los escritos de Elena de White, orar y comparar ideas. Después de dos semanas, decidieron publicar el primer periódico adventista sudamericano. Así, el 22 de julio de 1897, salió a la luz en Buenos Aires el primer número de una revista mensual de doce páginas, llamada El Faro.
En un principio, un hermano laico de Buenos Aires traducía artículos al español y un profesor universitario corregía los manuscritos; ambos prestaban su trabajo gratuitamente. Jean Vuilleumier, gracias a la experiencia adquirida en Suiza, ayudaba a editar la revista. Contenía escritos de Elena de White y artículos preparados por representantes de la obra en el continente sudamericano sobre temáticas bíblicas y de salud, como también espacios para preguntas y respuestas bíblicas.
El Faro fue un éxito desde el comienzo. Se vendía de casa en casa en Buenos Aires, se lo enviaba por correo y, una vez por semana, el personal de la Misión dedicaba una velada para enviarla a los miembros del Gobierno nacional y a centenares de hombres de negocios. No transcurrió mucho tiempo antes de que El Faro se leyera en Chile y en Perú, además de los países del Río de la Plata.
En 1905 se cambió el nombre de la revista El Faro por La Verdad Presente, y las ventas se duplicaron. Los alumnos de la escuela adventista de Camarero, en la provincia de Entre Ríos (precursor dela actual UAP) imprimían la revista y vendían, junto con los docentes, folletos sueltos y suscripciones en las ciudades vecinas, y un domingo por mes iban a Paraná, a sesenta kilómetros de distancia. Al año siguiente, la imprenta fue trasladada a la localidad de Florida, Buenos Aires, donde continuó la producción de esta revista. En 1907 la tirada mensual constaba de doce mil ejemplares.
Carta mensual (1898)
En 1898, ya existía un boletín de noticias de cuatro páginas que circulaba en la costa oriental de Sudamérica. Se trataba de una publicación en español y en alemán, debido a que la mayoría de los hermanos adventistas de este territorio eran germanoparlantes. Era una especie de boletín informativo de la misión escrito a máquina e impreso por medio de un hectógrafo. Se decidió discontinuarla en el año 1904.
Las Señales de los Tiempos (1900)
A mediados de 1899, la Junta de las Misiones aceptó una propuesta de Granville H. Baber, presidente de la Iglesia Adventista en Chile, para publicar una revista misionera en su territorio. Así, surgió Las Señales de los Tiempos en Valparaíso. Mucho se debió a la ardiente iniciativa del joven y entusiasta Eduardo W. Thomann, quien llegó a ser redactor, administrador, prensista y gerente de circulación de la naciente revista. El primer número apareció en enero de 1900, con un total de ocho páginas grandes.
Revista Adventista (1901)
Con el fin de proveer información y noticias de la obra adventista, y también artículos de edificación espiritual, surgió en enero de 1901 la Revista Adventista, en Chile, también por iniciativa de Eduardo Thomann y bajo su dirección, con el apoyo administrativo del pastor Baber.
Las primeras prensas
De este modo, tanto en Chile como en Argentina la obra de las publicaciones comenzó con un periódico misionero (El Faro y Las Señales de los Tiempos), y uno interno (la Carta mensual y la Revista Adventista).
Al principio, todas las revistas recién mencionadas se imprimían en talleres comerciales no adventistas. Conscientes de la ventaja que significaría tener una imprenta propia, los dirigentes de la iglesia en Chile pronto realizaron esfuerzos en esa dirección, y en julio de 1900 compraron una prensa manual.
En la Argentina, sin embargo, la adquisición de una prensa demoró algunos años en concretarse. Si bien los dirigentes percibían la necesidad de contar con una imprenta propia, recién en octubre de 1902 se aprobó una recomendación de establecer una imprenta en la República Argentina. No obstante, en ese momento no se avanzó con ninguna medida específica.
En 1904 se inició una campaña destinada a obtener los recursos para comprar una prensa, y se recibieron las primeras donaciones. Además, ese año se decidió discontinuar la publicación de la Carta mensual en Argentina, y que la Revista Adventista, publicada en Chile, fuera el órgano de difusión unificado para toda la Misión Sudamericana de habla hispana.
Finalmente, se compró la prensa en marzo de 1905, y se la estableció en el entonces Colegio Camarero, en Entre Ríos, Argentina. La nueva imprenta se denominó “Imprenta La Verdad”, posiblemente porque la revista que imprimiría se llamaba La Verdad Presente (anteriormente, El Faro).
A los pocos meses, los dirigentes se dieron cuenta de que sería conveniente tener la imprenta en un lugar más accesible, que facilitara la adquisición de materia prima y la distribución de las publicaciones. Así, en 1906 se compró una propiedad en las calles Echeverría y Vergara, en Florida, Buenos Aires, y se trasladó la imprenta a ese lugar.
Ese mismo año, con la formación de la Unión-Asociación Sudamericana, se decidió que la Revista Adventista se publicara en Buenos Aires, nombrando al secretario de la Unión, Nelson Town (Argentina), como redactor y a Eduardo Thomann (Chile) como redactor asistente.
En 1908, se cambió el nombre a “Imprenta Adventista del Plata”. En 1910 se suspendió la publicación de La Verdad Presente y Las Señales de los Tiempos se convirtió en la revista misionera oficial de la Unión Sudamericana para el habla hispana. En 1913 se la renombró y se llamó El Atalaya; finalmente, en 1956, tomó el nombre de Vida Feliz.
El año 1910 marcó un hito importante de la editorial, con la traducción y la publicación del primer libro propiamente dicho, titulado El don de profecía en la iglesia evangélica, escrito por John N. Loughborough.
Unificación y consolidación
En el Congreso de la Unión Sudamericana realizado en Camarero entre el 27 de febrero y el 12 de marzo de 1910, se decidió unificar las dos imprentas de la Unión, cerrando la que estaba en Espejo, Chile, y fortaleciendo la de Florida. Algunos equipamientos fueron trasladados en barco desde Chile hasta Florida, y otros se vendieron, para invertir el dinero en la imprenta de Florida. Se realizaron muchas mejoras durante el resto de ese año. Se compró un motor a nafta para mover las máquinas, con lo que se discontinuó definitivamente el trabajo manual y se agilizó la producción. Se instaló una nueva prensa y se encargó otra prensa grande a Inglaterra. Para fin de año se había construido un nuevo edificio de diez por quince metros para la imprenta, aledaño al pequeño edificio ya existente en Florida. La edición de diciembre de la Revista Adventista destacó que se pudo percibir un “contraste marcado entre las facilidades anteriores y las nuevas”.
En 1912 se cambió el nombre de “Imprenta Adventista del Plata” por el de “Casa Editora Unión Sudamericana”. Durante el resto de esa década la editora continuó creciendo, adquiriendo más y mejor maquinaria y equipamientos, y construyendo nuevas dependencias según las necesidades.
En casa propia
En 1918 se designó a E. W. Everest como gerente y tesorero exclusivo de la Casa Editora, que por primera vez contó con alguien que podía dedicar todo su tiempo a esta tarea. Enseguida, se comenzó a analizar un nuevo plan de organización de la Casa. Hasta ese momento, la institución había estado sirviendo a los cuatro países que en ese entonces conformaban la Unión Austral: Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Ahora se analizaba la posibilidad de extender ese territorio, para servir también a la Unión Incaica, que abarcaba Perú, Bolivia y Ecuador. Esta reorganización se aprobó en 1920, y la Casa pasó de la supervisión de la Unión Austral a la de la División Sudamericana. Con la reorganización, se eliminó la palabra “Unión” del nombre, y desde entonces se conoció a la institución como Casa Editora Sudamericana.
Durante ese mismo año, tres representantes de la Asociación General visitaron Sudamérica, y observaron que la propiedad de la Casa Editora no era lo suficientemente grande para la expansión que sería necesario implementar a futuro, por lo que en 1921 se adquirió un nuevo terreno de tres hectáreas en la calle San Martín de la misma localidad de Florida, no muy lejos de la ubicación anterior. Sin embargo, debido a la escasez de fondos, la construcción de la nueva planta se demoró. Finalmente, en 1925 se levantó el edificio principal y cuatro viviendas para los empleados. En octubre de ese mismo año, la planta se mudó a las nuevas instalaciones y se comprobó que, a pesar de que parecía grande cuando se lo estaba construyendo, el edificio resultó ser del tamaño justo, y se ocupó cada metro de espacio disponible.
La década de 1920 resultó ser de grandes bendiciones para la editorial. Pasó de tener diez empleados en 1918 a tener cuarenta empleados en 1930. Se continuó adquiriendo nuevas maquinarias y se hicieron nuevas construcciones y mejoras en lo edilicio. Sin embargo, la depresión económica de los años 30’ y la crisis mundial acaecida luego de la Segunda Guerra Mundial afectaron también a la editora, que se vio obligada a reducir su personal y los salarios. A pesar de eso, Dios bendijo a la institución y permitió que continuara cumpliendo con su misión de predicar el evangelio y fortalecer a la iglesia a través de las publicaciones.
A fines de la década de 1940 se realizaron nuevas mejoras edilicias y de equipamiento necesarias. Durante 1947 hubo tanto trabajo que las prensas funcionaban constantemente día y noche a lo largo de toda la semana, excepto el sábado, y llegó a haber ochenta empleados. ¡Qué bondad la del Señor de mostrar, una vez más, que después de la tormenta siempre sale el sol!
Consolidación
En 1951, la Casa Editora se constituyó como Asociación Civil y se aprobaron nuevos estatutos. Este hito marcó el inicio de una etapa de afianzamiento de los logros obtenidos y de una serie de mejoras y expansiones posteriores.
Por ejemplo, en 1951 se decidió participar por primera vez en la exposición llamada “Feria del Libro de Buenos Aires”. En la actualidad, la ACES sigue participando de este evento, que es referente cultural y editorial en Latinoamérica y en el mundo. Miles de personas se acercan cada año, y no solamente se llevan los libros y los materiales de la editora sino también, especialmente, el mensaje de esperanza que contienen.
En 1954 se aprobaron los planos para expandir el taller a doscientos metros cuadrados. Por otro lado, debido a los problemas de importación que había en el país vecino de Chile, en 1964 se decidió finalmente abrir una sucursal de la ACES en Santiago de Chile, con el equipamiento mínimo de una prensa, una dobladora, una engrapadora y una guillotina.
Más tarde, en 1968, se adquirieron las primeras prensas de sistema offset. Tan acuciante como la necesidad de modernizar el equipamiento era la falta de espacio adecuado. Por ello, entre 1973 y 1974 se remodeló y amplió el edificio del taller.
El incendio
El 23 de julio de 1974, a la madrugada, se inició un incendio en la Casa Editora, que quemó gran parte de las oficinas de la Redacción, las oficinas del departamento de Arte y la biblioteca. Un cortocircuito, el mal funcionamiento de una reactancia o el recalentamiento de la chimenea de la caldera de la calefacción son las tres teorías propuestas para el inicio del fuego. Hubo pérdidas irreparables en cuanto a colecciones fotográficas históricas, ilustraciones y, especialmente, la colección de libros y revistas publicados por la Editora desde sus mismos comienzos. Aunque posteriormente se realizaron esfuerzos persistentes, solo se pudo reponer algunos de ellos. Pero, más allá de todas las pérdidas materiales, la protección de Dios fue evidente: no hubo que lamentar ninguna víctima.
En septiembre de 1974 se aprobaron los planos para la construcción de un nuevo sector para la Administración, la Redacción, la Biblioteca y el salón de cultos. El nuevo edificio se inauguró en abril de 1978.
Crisis y reorganización
En la década de 1970, otra crisis económica afectó a la editorial. De hecho, en 1978 la Junta Directiva de la División Sudamericana evaluó la continuidad de la institución, dado que la inflación de ese año en Argentina fue del 160 %. Pero la misión no se detuvo. Para revitalizar las ventas, se reflotó un plan de 1951, que consistía en un jefe de Ventas que viajara por los países de Sudamérica impulsando la circulación de los libros y las revistas. En 1977 se concretó esta idea, y el Pr. Edsel Bouvet fue el primero que inició esta tarea.
También comenzaron las exposiciones de la ACES en ciudades del interior de Argentina, algo que luego continuaría con la ardua y constante tarea del Pr. José Luis López y su librería itinerante. Hoy, esta tarea es llevada adelante por los esposos Néstor y Stella Aranda.
Además, la ACES abrió sus puertas a la comunidad en lo que se denominó Casa Abierta, con la finalidad de permitir que los miembros de la iglesia conocieran mejor la institución y sus publicaciones, y para beneficiarse con precios promocionales. La primera vez fue el 10 de septiembre de 1978, y resultó un éxito, que se repitió, con distintas modalidades, casi todos los años desde entonces.
La reorganización llegó en 1980, cuando se aprobó un nuevo organigrama, con un gerente general y cuatro gerentes de áreas: Administrativo, de Producción, de Distribución y de Redacción. Una característica que compartieron los distintos administradores de turno ha sido su apoyo a la capacitación y el perfeccionamiento de su personal. A lo largo de los años, un buen número de empleados se benefició con becas para realizar cursos de perfeccionamiento o cursar carreras de grado y posgrado en el área de su responsabilidad de trabajo.
Durante las siguientes décadas, se adquirieron varios equipos importantes para mejorar la calidad y la velocidad de la producción de materiales, como prensas rotativas y planas, además de la llegada de nuevas tecnologías informáticas para los distintos sectores. Además, en 1986 se construyó una importante ampliación de los talleres para el departamento de Encuadernación, en 1994 se construyó un depósito para bobinas de papel, y entre 2005 y 2007 se construyó una nueva área para Logística y Expedición. Y, por la gracia de Dios, a partir de 2022 la editorial contará con múltiples oficinas nuevas, frente renovado y salón de cultos nuevo.
La misión continúa
Con vaivenes, crisis, fe y compromiso, hoy la ACES produce, edita e imprime las siguientes publicaciones periódicas: Revista Adventista; Conexión 2.0; Mis Amigos; Ministerio Adventista; Revista del Ancianato; Vida Feliz; Revista de AFAM y El Colportor Evangelista.
Además, se producen libros de colportaje, salud y familia, del Espíritu de Profecía y teológicos, y las Guías de estudio de la Biblia, entre otros. La ACES es la única imprenta en la Argentina que imprime Biblias, y está al servicio de Sociedades Bíblicas Unidas. También se producen libros didácticos para todas las escuelas adventistas, y otras, de habla hispana de Sudamérica.
Desde 2006, la ACES imprime millones de copias de libros misioneros. Un hito en este aspecto fue la impresión, en 2013, de 16 millones de ejemplares del libro La gran esperanza, una compilación de El conflicto de los siglos, de Elena de White.
Desde aquellos humildes inicios en 1897, esta institución ha centrado sus esfuerzos en producir material impreso con un mensaje de esperanza, proclamando el pronto regreso del Señor Jesús. Por eso, al recordar la historia y celebrar estos 125 años, renovamos nuestra consagración y compromiso de continuar la tarea comenzada por nuestros esforzados y sacrificados pioneros: esparcir como hojas de otoño las páginas portadoras de buenas nuevas en cada rincón de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, hasta que Cristo vuelva. ¡Maranata!
Walter Steger: Magíster en Teología, es pastor, editor de la ACES y uno de los autores del libro La fuerza de la palabra: La historia de la Asociación Casa Editora Sudamericana, de próxima publicación.
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