¿BRECHA O INTERACCIÓN?

Las diferencias generacionales existen. ¿Cómo podemos lidiar con ellas?

Días atrás, leí un artículo de Will Martin en el medio digital Business Insider. Allí, se recalca que “La humanidad siempre avanza de innovación en innovación mejorando la calidad de vida global. En los últimos 150 años, hemos asistido a los avances tecnológicos más importantes de la historia. La luz eléctrica, los autos, el plástico, el teléfono y la televisión tienen menos de 150 años; mientras que innovaciones más recientes –como Internet– han promovido un desarrollo social cada vez más rápido.”

Sin embargo, esta innovación exponencial nos ha conducido a lo que conocemos como la “brecha generacional”.

¿De qué se trata esto? Podríamos definirla como la diferencia de opiniones entre generaciones en cuanto a su forma de ver al mundo debido a las disparidades socioculturales en el contexto donde crecieron. Esta brecha la vemos de forma visible en las diferencias entre generaciones respecto de la ropa, la comida, la música, las costumbres, la perspectiva, las creencias, el consumo de contenido y el uso de las tecnologías.

Entonces, emerge la pregunta: ¿Cómo podemos convivir en la iglesia con esta marcada brecha generacional que aumenta conforme pasan los años? Si no conseguimos responder este interrogante, siempre caeremos en el peligro de pensar que uno de los extremos de la brecha está correcto, mientras que el otro está equivocado. 

¿Qué dice la Biblia al respecto? Fíjate cómo Pablo aconseja a su hijo espiritual, el joven Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Tim. 4:12). No obstante, unos versículos más adelante, se menciona: “Cuando corrijas a un anciano, no lo regañes; al contrario, tenle paciencia y aconséjalo como si fuera tu propio padre. Trata a las ancianas como a tu propia madre (1 Tim. 5:1, 2, TLA).

¿Qué es lo que Dios nos plantea aquí? Nos llama a dejar los extremos y encontrar un equilibrio, un punto en común, donde hagamos del obstáculo de la brecha generacional una oportunidad de interacción generacional. Y esto es posible, porque tenemos una cosa en común: compartir el evangelio de Jesús y prepararnos para su pronto regreso. ¡Amén!

Parafraseando estos versículos, lo que Dios nos dice es: “Jóvenes, no pueden dejar afuera a los ancianos, por más rápido que avance el mundo; ellos tienen más para dar de lo que imaginan; ellos quieren y necesitan subirse al tren y sentirse vigentes, integrados, útiles y tenidos en cuenta. Puede que en un principio se resistan o existan roces, pero debemos ser pacientes y considerar que ellos manejan otros tiempos. Factores como la visión, la coordinación, la memoria y la falta de flexibilidad para una rápida adaptación no deben ser justificativos para dejarlos fuera. Todos formamos la iglesia, todos podemos causar un impacto, y todos tenemos un lugar dentro de la obra de Dios”.

Y al mismo tiempo: “Ancianos, ustedes fueron pioneros en la predicación del evangelio. Los peligros no tenían comparación, los medios eran diferentes, y allí estuvieron cuando los recursos eran escasos y hasta inexistentes. Es momento de que ustedes sean los mentores de esta nueva generación. Que su experiencia sea su máximo tesoro, que sus historias no queden en el olvido y que recuerden cuando ustedes eran esos jóvenes llenos de ímpetu y necesitados de dirección”.

Sin importar si eres padre o hijo, nieto o abuelo, tenemos un mensaje que predicar y una venida que anunciar. Así que, jóvenes, ayudemos a los ancianos con paciencia en este proceso de adaptación; y ancianos, ayúdennos con su experiencia y dirección, para que juntos destruyamos brechas generacionales y construyamos puentes de interacción generacional. Puentes donde unos aprendamos de los otros y juntos seamos instrumentos para que Dios acabe su obra.

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