JESÚS Y EL SÁBADO

21/05/2021

¿Invalidó el Maestro de Galilea el día de reposo? 

Como judío, Jesús era un fiel observante del sábado bíblico (Luc. 4:16). Sin embargo, algunos intérpretes concluyen que, con algunas de sus acciones, Jesús menospreciaba el sábado. 

El conflicto de las espigas

Los evangelios registran que en sábado los discípulos recogieron algunas “espigas de trigo, y las desgranaban para comérselas” (Luc. 6:1).  La razón por la que hicieron esto es porque estaban hambrientos (Mat. 12:1). Cuando ciertos dirigentes religiosos vieron esto, los acusaron de hacer algo ilegal. La ilegalidad no estaba en cosechar el grano, porque en el AT esto se permitía, aun siendo de un campo ajeno: “Cuando entres en la mies de tu prójimo, podrás arrancar espigas con tu mano, pero no aplicarás la hoz a la mies de tu prójimo” (Deut. 23:25). Para estos fariseos, el problema estaba en el acto mismo de recoger productos agrícolas en día de reposo (Mat. 12:2; Mar. 2:24: Luc. 5:2), pues según las leyes rabínicas estaba prohibido cosechar y restregar semillas en sábado. 

Sin embargo, Jesús afirmó que actuaban en ley (Mat. 12:7), y para demostrarlo usó dos ejemplos. El primero fue el caso de David, cuando él y sus hombres “sintieron hambre”, y “entró en la casa de Dios y comió los panes de la proposición”, que solo les estaba permitido comer a los sacerdotes (Mat. 12:3, 4). Debe aclararse que no comieron el pan que estaba en la misma mesa en el Lugar Santo, sino que era el pan que había sido removido para ser reemplazado por uno nuevo (1 Sam. 21:6). Esos panes, que solo podían ser comidos por los sacerdotes, eran cambiados cada sábado (Lev. 24:8, 9).

Aquí existen dos elementos para tener en cuenta. Por un lado, no se condenó a David por este acto, porque existía una necesidad legítima. Por otro lado, es muy probable que el sumo sacerdote no se opusiera porque sabía que David no era un ciudadano común; era el ungido del Señor, y consideró que él y sus hombres podían servirse de ese pan. Jesús citó este ejemplo para mostrar que el sábado no invalida las necesidades humanas, y también para establecer una analogía entre él y David. Si con David se permitió una excepción por ser el ungido, con Jesús también se tenía que hacer lo mismo. El segundo ejemplo dado por Jesús fue el de los sacerdotes que trabajaban el doble en sábado, pero eran “sin culpa” (Mat. 12:5). ¿Por qué? Porque estaban al servicio de Dios en un trabajo santo, y no secular.

En ambos casos, los fariseos tuvieron que haber pensado: “¿Quién se cree este para igualarse con David, o con el trabajo sagrado de los sacerdotes?” Jesús les dijo: “Os digo que uno mayor que el Templo está aquí” (Mat. 12:6), mostrándoles que su autoridad era superior a la de David y a las regulaciones rituales. Por eso, destacó: “El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado. Por tanto, el Hijo del hombre es Señor aun del sábado” (Mar. 2:27, 28).

Las disputas de las sanaciones

Jesús realizó varias sanaciones en sábado (Mat. 12:9-14; Mar. 1:29-31; 3:1-6; Luc. 13:10-17; 14:1-6; Juan 5:1-15; 9:1-41). En estos casos, los fariseos también acusaron a Cristo de transgredir el sábado, pues según sus tradiciones solo se podía atender a quien corría riesgo de muerte, aunque estaban dispuestos a atender a un animal si caía en un pozo porque perdían dinero (Mat. 12:10). Jesús, como “Señor del sábado”, les mostró la manera correcta de guardar el sábado y les dijo que era “permitido hacer el bien en sábado” (Mat. 12:12), porque sanar no era un trabajo secular, sino una obra de misericordia. Cuando sanó al paralítico de Betesda, Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17), porque imitaba las obras de su Padre, quien mostraba su misericordia al ser humano,  aun en sábado.

Conclusión

Jesús jamás transgredió el sábado. Al contrario, enseñó la forma más elevada de guardarlo, al despojarlo de aquellas tradiciones que lo habían convertido en una carga pesada. La verdadera observancia del sábado deja de lado las actividades seculares para centrarse en Dios (Isa. 58:13, 14), pero de ninguna manera priva al hombre de sus legítimas necesidades, ni de las obras de misericordia hacia los demás. 

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