Nuestras dudas merecen respuestas divinas que renueven la esperanza.
Ha transcurrido ya un año de lucha contra la COVID-19; y la pandemia, que parecía casi controlada, se ha vuelto más amenazante. Seguimos con muchas preguntas y pocas respuestas; con demasiadas opiniones y falta de soluciones; con demasiadas polémicas y falta de colaboración. A pesar de las promesas de la vacuna, el sentimiento general continúa siendo de inseguridad, miedo y confusión.
No estamos ante un simple fenómeno natural que se pueda teorizar o explicar. Hay un poder mayor que obra para la destrucción del mundo y de los hijos de Dios. Una realidad que solo puede entenderse plenamente a través del mensaje bíblico y la revelación profética. Aun así, surgen cuestiones complejas que es necesario comprender para poder afrontar la crisis sin perder la esperanza. Por eso, destaco tres preguntas muy habituales en estos días de pandemia:
1-¿Dónde está Dios, ante tanto sufrimiento?
Antes de responder, reflexionemos sobre otras preguntas que pueden ayudar a contestar la primera. El sufrimiento ¿es producido por Dios o por las malas elecciones humanas? A lo largo de la historia, Dios ¿le dio la espalda al ser humano o lo abandonó? Recordemos lo que sucedió en el Jardín del Edén, en el diluvio y en el Calvario. En los tres casos, Dios siempre tomó la iniciativa para rescatar, perdonar, brindar esperanza, otorgar promesas y salvar.
Hoy Satanás intenta crear la imagen de un Dios ausente y situaciones que nos lleven a preguntarnos: “¿Dónde está Dios?” Pero la respuesta es simple: él está donde nosotros lo ponemos. Dios fue sacado de los hogares, las escuelas, los espacios públicos, las ceremonias, los valores de la sociedad y los corazones. Fue colocado en pantallas y pasarelas, fue vendido en el mercado religioso y ridiculizado en programas humorísticos, fue explotado en disputas políticas y expuesto en páginas policiales. ¿Quieres saber dónde está realmente Jesús? ¡Pregúntales a sus hijos fieles! Ellos saben dónde encontrarlo en tiempos de alegría y también en tiempos de dolor.
2-¿Es esta pandemia un castigo de Dios para el mundo?
La Biblia habla de juicio y castigo, especialmente en Apocalipsis 14, pero este no es el mensaje principal: su énfasis está en la salvación. El castigo es la consecuencia de rechazar la oferta divina. El apóstol Pedro deja en claro que Dios lleva su misericordia al extremo. Según él, Dios “no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9).
A pesar de toda la locura, la rebeldía, el rechazo y la independencia del ser humano, Dios es paciente. Sigue buscando salvar, y no castigar. Entonces creo que las preguntas deberían ser diferentes: ¿Es esta pandemia una gran oportunidad para que el mundo regrese a Dios? ¿Está permitiendo Dios esta crisis como una última invitación al arrepentimiento y a la salvación? Nota cómo el virus llegó a todo el mundo, prácticamente al mismo tiempo. Ricos y pobres, cultos y no instruidos, ciudades grandes y pequeñas, países desarrollados y en desarrollo. ¿No parece este uno de los llamados más fuertes de Dios, como lo fue en los días del diluvio y el Calvario? (Juan 3:16, 17).
3-¿Es esta la última señal antes del regreso de Jesús?
Sin duda, esta pandemia es muy grave y se entreteje en un escenario escatológico. Pero, si leemos con atención Mateo 24:5 al 14, notaremos que las señales generales no son la última palabra sobre la Segunda Venida. No provienen de Dios, sino del enemigo de Dios. Siempre han ocurrido y se volverán más intensas hacia el final. Al mencionarlas, Jesús repite expresiones como: “Aún no es el fin” (vers. 6); “principio de dolores” (vers. 8); “permanecer firmes hasta el fin” (vers. 13). Todo esto es un recordatorio de que el regreso de Cristo no será definido por las señales del enemigo, sino por el mismo Jesús. En el versículo 14 de Mateo 24 se presenta la señal inminente. Allí se expresa que el fin vendrá cuando el evangelio sea predicado en todo el mundo. El texto denota el amor divino, que renueva las oportunidades.
La última señal no será una pandemia, sino la predicación de la Segunda Venida al mundo entero. La pandemia puede ayudar a impulsar esta predicación. Después de todo, si esta llegó al mundo en semanas, ¿por qué no llegaría también en ese tiempo la predicación del evangelio a todos? Para que esto suceda, pongamos la fuerza en el cumplimiento de la misión y no alimentemos la especulación.
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