COMO ADVENTISTAS, FUIMOS LLAMADOS A SER EMBAJADORES DEL CIELO, NO CIUDADANOS DE ESTA TIERRA.
Recuerdo cuando viajé con un coro de Argentina a una gira por Estados Unidos. Allí, tuvimos la oportunidad de ir a la embajada argentina en Los Ángeles (California), para cantar en la celebración del Día de la Independencia, el 9 de julio. Fue muy interesante la expectativa de todos para escuchar el discurso del embajador y sus palabras a tantos conterráneos que estaban fuera de su país. Todos estábamos mirando y escuchando atentamente las palabras de este dignatario y representante del país.
Cuando pienso en un embajador, pienso en alguien que representa a su país en otras tierras. Esta es una figura exacta utilizada por Pablo con el fin de referirse al papel del cristiano en este mundo. Dice 2 Corintios 5:20: “Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!”
Ser embajadores de Cristo es un tremendo privilegio y una gran responsabilidad. Es un llamado para representar a Cristo, su vida, su amor, su mensaje, su misión y su pasión por los perdidos. Eso significa ser cristiano: un reproductor de Cristo en todo.
Y entonces, aquí viene el dilema entre estar en este mundo y no ser de este mundo. Estar en este mundo es temporal, pasajero; ser de otro mundo es una decisión, es para siempre y es eterno.
Por eso, voy a realizar cinco preguntas que tienen que ver con ser embajadores; es decir, con ser de otro mundo.
1-¿Cómo pueden los jóvenes y los miembros de la iglesia resistir las presiones para conformarse con este mundo?
La Biblia es clara en Romanos 12:2 “No os conforméis a este mundo, sino transformaos”. Los “conformados” son aquellos cuya vida es controlada por las presiones exteriores, por ideologías populares y por estándares que la sociedad establece como los ideales. Por su parte, los “transformadores” son aquellos cuya vida es controlada por la voluntad de Dios. Estas son las características esenciales de un embajador del Reino de Dios:
- Dios los usa para transformar a aquellos que están a su alrededor.
- La vida de los transformadores/embajadores no es fácil, pero sin duda es emocionante, y es motivo de tremenda alegría el hecho de que Dios te use para influir sobre otros. No quieren ser exprimidos para caber en los moldes del mundo, sino que están transformando las cosas en el mundo en que Dios nos colocó.
- Son fieles, a pesar de las consecuencias. Alguien dijo bien que “fe no es creer a pesar de las evidencias, sino obedecer a pesar de las consecuencias”.
- Tienen una fe verdadera, que no procura brechas para escapar. Simplemente, obedecen a Dios y saben que él hará aquello que sea mejor. La fe se basa en órdenes y en promesas, no en argumentos y explicaciones. No tienen una “fe comercial”, que dice: “Obedecemos a Dios si él nos recompensa por eso”. Esto se trata, una vez más, de la filosofía de adoración de Satanás en el desierto al tentar a Jesús: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mat. 9:4).
- Saben que los tiempos de gran adversidad son tiempos de gran oportunidad. Tú tienes una gran oportunidad para ser un embajador de Cristo en la “Ventana 10/40” de la sociedad: los campus universitarios.
- Son una generación que no se somete y que se levanta con fidelidad para cumplir la misión.
2-¿Cómo ser un cristiano embajador en este momento de pluralismo, de polarización, de diversidad y de tolerancia?
Oponerse al racismo, la violencia de cualquier naturaleza y cualquier otro acto de injusticia es un deber del cristiano. Solo que no podemos ser ingenuos al punto de defender banderas correctas pero “secuestradas” por grupos que llevan adelante otras agendas, frecuentemente anticristianas.
Aquí vemos la vieja táctica usada con maestría por muchos de características ampliamente progresistas: dividir para conquistar. Antes, la dicotomía era “ricos contra pobres”, “hombres versus mujeres” y “blancos versus negros”. No precisamos ser marxistas (ni debemos serlo) para predicar la justicia social, porque la Biblia ya enseña eso. No necesitamos ser feministas (ni debemos serlo) para predicar derechos justos para ambos sexos (y digo “sexos” y no géneros, ya que la Biblia enseña esto claramente: solo hay dos géneros: hombre y mujer). No precisamos adherir a movimientos antirracistas cooptados por intereses políticos para defender la igualdad entre las etnias (y digo “etnias”, no razas, ya que la Biblia enseña esto claramente). Desdichadamente, para estos movimientos sociales militantes, si tú no piensas en las mismas soluciones que ellos, estás equivocado, y serás visto como un blanco de linchamientos públicos y virtuales.
Ante este panorama desolador, hay una salida. Como siempre, la encontramos en la Palabra de Dios. La predicación creacionista bíblica es la solución para todas las desgracias humanas, pues nos nivela a todos al pie de la Cruz y nos hace percibir nuestra filiación común. Pero ¿quién quiere escuchar “historietillas bíblicas” en una hora como esta? En una sociedad que viene siendo condicionada a relativizar cada vez más la Biblia, y sus primeros capítulos, estos son tomados como mitos. Así, la sociedad está despreciando la verdadera solución y corriendo a los brazos que no son los de Dios.
¿Qué nos pide Cristo? “Cristo pide voluntarios que se alisten bajo su estandarte y sostengan ante el mundo la bandera de la Cruz” (Elena de White, Mensajes para los jóvenes, p. 21). Esa es nuestra bandera, esa es nuestra causa por la cual vivir y morir.
3-¿Nos comportamos de igual manera en el mundo virtual que en el real?
La verdad es que muchas veces no, y eso me preocupa bastante. Porque, al mismo tiempo que los jóvenes rechazan la falta de autenticidad, son ellos mismos presos de la cultura de la apariencia. A veces damos más valor a la ética de la personalidad que a la ética del carácter, y parecer termina siendo más importante que ser.
Otros son cautivos del hacer y poco tienen del ser. ¿Saben una cosa? Solamente en el diccionario aparece la palabra “hacer” antes de “ser”. En la vida de un embajador, debería prevalecer siempre el ser. La cuestión es encontrar y comprender en primera medida quién eres tú, a quién perteneces, hacia dónde vas: en búsqueda de esa identidad en Cristo. Una vez que vivimos de esta manera, no habrá incongruencias entre un joven en lo virtual y en lo real.
Por otro lado, tenemos muchos jóvenes dispuestos a tener una vida sin duplicidad, y lo que ellos son el terreno virtual lo son también él lo real. Vivir así es totalmente liberador, poderoso, y la influencia es mucho mayor desde que tu estés más preocupado en ser de Cristo y seguir lo que él quiere para tu vida, por más que estos posicionamientos hagan que tengas menos “seguidores”.
Los mejores discípulos producen más discípulos que followers (seguidores); los verdaderos cristianos producen más cristianos que seguidores de ellos mismos. Entonces, encara este desafío de ser tú con Cristo 4×4, todo terreno, a toda hora, en cualquier lugar. En lo real y en lo virtual.
4-¿Cómo usa un embajador sus redes sociales?
Quiero desafiarte a que puedas usar tus redes sociales para ser un representante del Rey del Universo en este mundo. Las redes sociales son hechas para conectar y para traer un resultado cuando son extendidas y lanzadas. Se dice que el celular es la extensión del brazo, y la verdad que las redes sociales son la extensión de nuestro interior.
Mi amigo @escarabajobinario hizo cierta vez esta reflexión: Las redes sociales son un llamado de Dios. En Lucas 5:10, Jesús le dice a Pedro que sería un pescador de hombres. Para pescar peces, necesitamos redes, y para pescar seres sociales necesitamos redes sociales. Pero, recuerda que debemos hacer todo para gloria de Dios, como dice Pablo en 1 Corintios 10:31. Podríamos reescribir el texto así: “Si, pues, ustedes facebookean, twittean, instagramean, ticktokean, o hacen otra cosa, háganlo para la gloria de Dios”.
Las redes sociales tienen un propósito. Internet es hoy el medio más usado del planeta y ya desplaza a la televisión. Y ¿cómo podemos ser buenos con las redes sociales? El secreto está en Lucas 5:11: “Dejando todo lo siguieron”. Debemos decidir seguir a Jesús ahora. Haciendo una versión libre de Josué 24:25, podríamos decir: “Decide a quién vas a servir; yo y mis redes serviremos a Jehová”. ¿Amen? ¡Amén!
5-¿Podemos hablar hoy de principios, verdad e identidad?
Actualmente se habla y se discute mucho, tanto en las redes como en las conversaciones personales. Pareciera que muchos tienen un doctorado en “opinología”, ya que argumentan y defienden cualquier idea, tenga o no respaldo bíblico. Muchas veces las voces de las calles terminan siendo un principio común más fuerte que las voces de la Palabra. La cuestión radica en la toma de decisiones. Es decir, en “P o P”. ¿Qué es lo que más pesa en la hora de la decisión? ¿La Preferencia o el Principio?
La Preferencia está basada en el gusto, en la voluntad personal, en lo que yo quiero, en lo que yo deseo, en lo que yo entiendo como mejor, en el criterio personal. O sea, en mi “yo”.
Basta recordar la historia de Sansón en Jueces 14:1 al 3. Él tomó a una mujer simplemente porque ella le agradó. Esas declaraciones nos hacen recordar el tiempo de los Jueces: “cada cual hacía lo que bien le parecía” (Juec. 17:5; 21:25). En vez de seguir al Señor, Sansón estaba siguiendo al resto del pueblo y haciendo lo que estaba de moda. Sansón estaba viviendo por las apariencias y no por la fe. Estaba controlado por la “concupiscencia de los ojos” (1 Juan 2:16) y no por la Ley de Dios. El problema más serio era que Sansón no estaba agradando ni al Señor, ni a sus padres, sino solo a sí mismo (2 Cor. 5:14, 15).
Elena de White es clara: “A todos los que tratan primero de honrarlo a él, Dios les ha prometido sabiduría; pero no existe promesa para los que se obstinan en satisfacer sus propios deseos” (Patriarcas y profetas, p. 606).
Hay muchos ejemplos en la Biblia de personas que tomaron decisiones basadas en el Principio. Estas elecciones nos sirven de modelos hoy. Recuerdo el caso de José, en Génesis 39:8, cuando resistió la tentación sexual de la esposa de Potifar. “José sabía muy bien cuál sería el resultado de su resistencia. Por un lado, habría encubrimiento, favor y premios; por el otro, desgracia, prisión, y posiblemente la muerte. Toda su vida futura dependía de la decisión de ese momento. ¿Triunfarían los buenos principios? ¿Se mantendría fiel a Dios? […]. La contestación de José revela el poder de los principios religiosos. No quiso traicionar la confianza de su amo terrenal y, cualesquiera que fueran las consecuencias, sería fiel a su Amo celestial” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 217).
Basado en el Principio, José exclamó: “¿Cómo pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” (Gén. 39:9). Es mejor perder la vestimenta que perder la conciencia. José fue sabio en su elección para seguir el mismo consejo que Pablo le dio a Timoteo: “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Tim. 2:22).
Cuando el Principio está basado en lo que Dios dice, en lo que él manda y en su voluntad, podemos tener la convicción de que estamos por un buen camino. Ahora bien, ¿cómo saber la voluntad de Dios si no paso tiempo con él? ¿Cómo entender la verdad si yo no paso tiempo con ella? La Verdad es Jesús, y cuando yo estoy en sintonía con lo que él quiere para mi vida hay una conversión: dejo de tener una vida egocéntrica y paso a una teocéntrica, focalizada en lo que Dios espera de mí.
Sin embargo, cuando tomo la Biblia y quiero adaptarla a mi gusto, estoy torciendo la voluntad de Dios para que se adapte a mis conveniencias personales. Allí es cuando se pierde la identidad bíblica y profética. Nosotros, los Adventistas del Séptimo Día, tenemos un mensaje para los últimos días de la historia de este mundo. Este mensaje se encuentra en Apocalipsis 14:6 al 13. Este mensaje debe ser vivido, proclamado y anunciado al mundo, que está desesperado por escuchar una voz de esperanza, distinta de las demás voces. Allí se declara que debemos temer a Dios y darle gloria, ya que él es nuestro Creador. Cuando tú sabes de dónde vienes y hacia dónde vas, no te distancias del Principio y quedas afirmado en la verdad bíblica, y reconoces que nuestra identidad es Cristo y su misión. Nuestras huellas digitales, nuestro ADN y nuestro DNI, son únicos. Lo que nos diferencia de los demás es lo que define nuestra identidad.
La gran pregunta que debemos hacernos es: ¿En qué están basadas nuestras elecciones? Cuenta un relato que un chofer manejaba con prisa. Al llegar a una esquina, vio que el semáforo estaba en rojo. Miró hacia ambos lados y, como no venía nadie, avanzó. Al instante, lo detuvo un policía de tránsito y le preguntó: “¿No vio Ud. que el semáforo estaba en rojo?”. “Sí”, respondió el conductor, “pero no lo vi a usted”. Esto sucede cuando la Preferencia está por encima del Principio. Parece que solo obedecemos o somos fieles cuando sabemos que somos observados. El carácter de un hombre es como una antigua película de máquina fotográfica, solo se puede revelar en la oscuridad.
Por eso, en las elecciones que hacemos existe un factor muy importante: el autocontrol. Este factor es decisivo en la construcción de nuestro carácter. “Como ciudad destruida y sin murallas es el hombre que no pone freno a su espíritu”, sostiene Proverbios 25:28. Cuando no hay murallas, cualquier cosa puede entrar o salir. José ejerció el autocontrol, pero Sansón usó el cuerpo para satisfacer sus propios placeres. José terminó reinando en un trono, mientras que Sansón terminó su vida sepultado bajo un montón de escombros (Juec. 16:23-31).
Por lo general, en asuntos de principios, la mayoría se equivoca. Debemos tener cuidado con lo que todo el mundo hace, ya que esto no sirve como patrón para la realización de las buenas elecciones. La voz del pueblo no es la voz de Dios. Entonces, y en relación con este tema, es preciso dejar en claro lo siguiente:
- La Biblia siempre es la base.
- El principio no es negociable. Negociar tus principios es un pésimo negocio.
- El principio es inmutable (Dios y sus principios nunca cambian).
- Dios es soberano (Sal. 103:19). Elige siempre con base en el principio, que Dios nunca te desamparará.
- Obedece, y deja las consecuencias a Dios.
Somos embajadores
San Pablo es claro en Filipenses 3:20: “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo”,
Si nuestra ciudadanía está allí arriba, ¿por qué será que paso más tiempo pensando en las cosas de aquí y de ahora? Quédate conectado con el Reino de Dios y su justicia. Sé un embajador de Cristo en todo lo que pienses, decidas y actúes, para que Cristo se reproduzca en ti hoy y para siempre.
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