“Y el dragón se plantó a la orilla del mar. Entonces vi que del mar subía una bestia, la cual tenía diez cuernos y siete cabezas. En cada cuerno tenía una diadema, y en cada cabeza un nombre blasfemo contra Dios” (Apoc. 13:1, NVI).
El Apocalipsis es considerado por muchos como apenas un testigo y producto de su época, un reflejo de las creencias que permeaban el mundo del Mediterráneo oriental y del Cercano Oriente desde tiempos remotos. Entre esas ideas, descollaba el mito politeísta acerca de un caos primordial y de las prolongadas luchas de las deidades creadoras contra las del desorden y la esterilidad para poder por fin traer la vida y el orden a la existencia. Entre los dioses siniestros y opuestos a la Creación, se destacaba el mar, el vasto e insondable océano, siempre dispuesto a invadir y desolar la tierra firme con sus airadas olas.
Para empezar, la evidente agenda antimítica de Juan hace impensable que dependiera en alguna medida de su entorno ideológico pagano a la hora de escribir su mensaje. La mayoría de los destinatarios originales del Apocalipsis habían sido idólatras y, a juzgar por las cartas a las siete iglesias en los capítulos 2 y 3, algunos de ellos estaban sucumbiendo a la tentación de volver atrás o de transigir con alguna síntesis entre paganismo y cristianismo. Por lo tanto, no tendría sentido que Juan se opusiera tan firmemente a ello por una parte y lo evocara luego usando los mismos elementos (el mar entre ellos) para exhortar a su audiencia contra la idolatría.
Por otra parte, y a diferencia del mito del caos y de la lucha entre Dios y un mar divinizado, la naturaleza toda, incluyendo al océano, es presentada en la Biblia no como una deidad, sino como la Creación perfecta de Dios (Gén. 1:31), a menudo retratada poéticamente como la dócil y fiel súbdita de su Amo y Hacedor.
En cuanto al Apocalipsis, el hecho de que la bestia blasfema surja del mar no significa de por sí que este participe intrínsecamente de la hostilidad de ella contra Dios. De la misma manera, el hecho de que el dragón Satanás provenga del cielo tras su derrota (Apoc. 12:7-9) no implica que tal ámbito (o esfera) esté de alguna manera asociado con el mal o sea un enemigo de Dios.
En otro orden de cosas, el Apocalipsis es un libro eminentemente simbólico, en el que el mar suele representar, en consonancia con el Antiguo Testamento, diferentes cosas en los distintos contextos donde aparece: parte de la Creación, personificada como un coro que alaba a su Creador (Apoc. 5:13; 10:6; 14:7); las personas seducidas por el mal y convertidas en instrumentos de este contra los fieles de Dios (12:12); el sepulcro o la muerte (20:13); una fuente de riquezas en virtud del comercio marítimo (18:17, 19) y una representación de derrota (8:8; 18:21).
Finalmente, todos los componentes del cuadro simbólico de Apocalipsis 12 y 13 aluden natural y directamente al Antiguo Testamento como su principal fuente teológica y literaria (por ejemplo: Gén. 3:1-15; 16; 21; 37:9-11; Éxo. 15:12; 16:4-17:7; Núm. 16:32-34; 19:4; Dan. 3; 7; 8: 10) antes que a la atmósfera mítica pagana tan claramente combatida en la Biblia desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22.
De esto da testimonio, además, la comprensión que la iglesia cristiana primitiva tuvo del Apocalipsis, ya que los comentadores cristianos de la era posapostólica, a comienzos del siglo II, no vieron ningún componente mitológico pagano presuntamente cristianizado en el Apocalipsis.
En resumen, ¿podría Apocalipsis 13 reflejar antiguas tradiciones míticas presentes en la atmósfera ideológica grecorromana del siglo I, tales como la lucha cósmica entre deidades rivales? Ciertamente, no; al menos no como una adaptación por parte del intransigentemente antimítico Juan. Sobre todo, en vista de la clara evocación que Juan hace de los grandes eventos de liberación divina del antiguo Israel para animar y exhortar a su audiencia en los capítulos 12 y 13.
¡¡Excelente!!
¡Muchas gracias apreciado Leandro! Que el Señor te bendiga.