Un año inesperado con un virus sorpresivo que reconfiguró nuestras realidades, nuestros trabajos, nuestros hábitos y toda nuestra vida. ¿Qué balance podemos hacer sobre estos doce meses que ya se acaban?
Por Bruno Raso.
Para Mariam Berrios lo peor que ocurrió en este año fue perder a su madre. Algo similar le sucedió a @nora_cadenas, quien desde ahora anhela con más fuerzas el regreso de Jesús y ora para que la fe de todos se fortalezca en el dolor. Por su parte, @jessicavaleriogonzalez lamenta mucho el fallecimiento de familiares cercanos por causa del coronavirus. Sin embargo, @lilibeth.morales_ celebra en este año la llegada de su hijo, aunque se queja del encierro.
La vida y sus extremos. El nacimiento y la muerte convergen en caminos similares a la hora de hacer evaluaciones e inventarios.
Hace unas semanas, desde las redes sociales de la Revista Adventista, se hizo una encuesta especialmente para este artículo en la que los usuarios contaban qué fue lo que les dejó el año 2020. Los hechos comentados arriba aparecieron entre las respuestas. Además, los lectores vivenciaron otras experiencias y elaboraron variados testimonios.
Jorge Corzo entendió cómo Dios lo cuida y, gracias a un dolor en la rodilla y una posterior trombosis, aprendió a vivir por fe. “Por la gracia divina, llegué justo a la intervención quirúrgica y pude curarme de algo que puede ser mortal”.
Matías Fernández Riquelme pudo darle orden y sentido a su vida, ya que esta pandemia (que sufrió en carne propia) contribuyó a que organice mejor sus tiempos. “Le he podido dedicar más tiempo a la oración, al estudio de la Biblia y a la misión desde casa. He podido fortalecer amistades con las que hemos decidido servir al Señor en la búsqueda de nuevas almas y el crecimiento espiritual de nuestra iglesia. Aprendí a estudiar de mejor manera los contenidos de mi carrera universitaria. He comprobado que la mano de Dios se mueve en mi favor aun cuando estuve enfermo de la COVID-19. Agradezco a Dios porque en medio de esta crisis ha levantado mi espíritu misionero, ya que me ha mostrado que nada puede detener la predicación del evangelio”.
Elvis Ayala Santos fue categórico: “Lo mejor del año fue Dios y lo peor es dudar de Dios”. También lo fue Vero García: “Lo mejor es saber que Cristo viene pronto y lo peor es ver a mucha gente con grandes necesidades”.
Para @gustavo_costa71, lo mejor de 2020 es “el énfasis en los distintos aspectos y enfoques como herramientas de prevención y de fortalecimiento del sistema inmune, como la higiene, la alimentación, el ejercicio físico, las relaciones saludables, la elección de pensamientos positivos y la comunicación con amigos y familiares, mediante dispositivos electrónicos como elemento de contención ante la distancia y la esperanza como aliada de la resiliencia”.
Para @claudittamora, lo peor fue estar lejos de su familia, ya que residen en otra ciudad. Pero no estuvo sola. Al contrario, se benefició con la mejor compañía: “Me reencontré con Dios después de estar alejada mucho tiempo de él y de la iglesia”. Definitivamente, los editores de esta nota podrían agregar aquí un gran: “Amén”.
2020, con esta brevísima muestra de comentarios de lectores de diversos lugares, nos muestra las variadas experiencias, revela las distintas facetas de la vida: cosas positivas, cosas negativas, cambios, modificaciones, adaptaciones, reinvenciones… lágrimas y risas; proyectos y cancelaciones; marchas atrás y reorganizaciones… solo para seguir adelante.
Seguir. Sí. Siempre seguir. Ese es el gran desafío.
Más crisis, más misión
Con la población en cuarentena en la mayoría de los países de la División Sudamericana (DSA), con un virus que contagia enfermedad, esparce muerte e infunde temor en la población, bien podríamos pensar que lo que dejó este 2020 en relación con la misión de la iglesia fueron migajas. Lo lógico sería pensar que se pudo hacer poco y nada. Y es cierto. Pero tenemos un Dios de maravillas, que hace milagros.
A más crisis, más misión. Así, la Iglesia Adventista elaboró el proyecto Oído amigo, a fin de atender consultas psicológicas gratuitas causadas por el aislamiento social durante el período de cuarentena. Estas consultas están siendo atendidas por psicólogos y terapeutas, quienes brindan diariamente palabras de consuelo, consejos y orientación a quienes lo requieran. Porque la crisis producida por la aparición de la COVID-19 no solo es sanitaria y económica, también es social y psicológica. De este modo, 827 profesionales adventistas de la salud se unieron de manera voluntaria y atendieron (de manera gratuita) miles de llamados telefónicos, así como consultas mediante Skype, Zoom y WhatsApp. Hasta ahora, fueron atendidas 73.531 personas en toda la DSA.
A su vez, ASA (Acción Solidaria Adventista) ha entregado en toda la DSA más de 4.000.000 de kilos de alimentos para ayudar a las personas y 93.989 de ellas recibieron canastas de alimentos en los primeros tres trimestres del año. Como resultado de esto, unas 61.000 personas han aceptado recibir estudios bíblicos.
¿Hay bautismos si las iglesias están cerradas?
Evidentemente, sin reuniones presenciales la mayor parte del año, el hecho de congregar a personas para una ceremonia bautismal era impensado. Aun así, el mensaje adventista se siguió predicando y, a veces, en los patios de las casas y luego en los templos habilitados para hacer las ceremonias, se realizaron miles de bautismos.
Si bien la campaña de evangelismo de Semana Santa (que este año cumplía cincuenta años) no se pudo llevar a cabo en los templos, salones y demás lugares de reunión, miles de pastores y hermanos predicaron esos días por medio de las redes sociales, por Zoom y por YouTube. También se predicó por la radio y por la televisión.
Se estima que unas 700.000 personas por noche escucharon el mensaje de la Biblia en toda la DSA y se obtuvieron luego de esos días 106.000 estudios bíblicos.
Un hecho extraordinario ocurrió en la Unión Ecuatoriana, más precisamente en el distrito de Portoviejo, de la Misión Sur Ecuatoriana. El pastor local de allí, Israel Delgado, desarrolló junto con todas sus iglesias una campaña evangélica en una de las zonas más afectadas por este coronavirus. Por la gracia de Dios, la cosecha fue abundante: hubo 71 bautizados luego de 40 días de campaña. Como un grato recuerdo, el texto de Hechos 2:47 dice: “[…] Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.
Todo es por la gracia de Dios y todo para dar gloria a Dios. A pesar de la situación adversa, la Iglesia Adventista siguió sirviendo y predicando como una voz de esperanza. Hasta fin de octubre, momento en el que estoy escribiendo estas líneas, teníamos registrados en la secretaría de la DSA un total de 123.113 bautismos en este 2020.
Una voz de esperanza en medio de la tempestad
En el capítulo 42 del libro Los hechos de los apóstoles, Elena de White relata con maestría el naufragio sufrido por Pablo, narrado en Hechos 27. En aquellos días, viajar por mar traía innumerables dificultades y peligros. Los viajes se efectuaban a la luz del Sol y orientados por las estrellas. En tiempos de tormenta no se realizaban viajes, porque la navegación segura era casi imposible. Pero, en este relato, la travesía enfrenta una tormenta feroz, que termina en el naufragio del barco frente a las costas de Malta. Pablo soportó las penurias de ese largo viaje a Italia como preso encadenado.
Los vientos contrarios obligaron al navío a hacer escala en un puerto intermedio. Como allí no podían quedarse, y si lo hacían no llegarían a tiempo a su destino final, tuvieron que zarpar. Poco después, el barco, azotado por la tempestad, con el mástil roto y las velas hechas trizas, era arrojado de aquí para allá por la furia de la tormenta.
No había ni un momento de descanso para nadie. Durante 14 días, 276 personas (Hech. 27:37) fueron llevadas a la deriva (Hech. 27:16) bajo un cielo sin sol y sin estrellas. Como consecuencia lógica, habían perdido toda esperanza de salvarse (Hech. 27:20). ¿Todos? No. Había uno que tenía palabras de esperanza para la hora más negra y tendió una mano de ayuda en semejante emergencia. Era uno que se aferraba por la fe del brazo del Poder infinito y su fe se apoyaba en Dios. No tenía temores por sí mismo; sabía que su Creador lo preservaría para testificar en Roma a favor de la verdad de Cristo. Aun en una situación límite, su corazón se conmovía por las pobres almas que lo rodeaban.
Ese uno era el gran apóstol Pablo, quien casi de manera ilógica ordena a todos que tengan buen ánimo; porque solo habría pérdidas materiales y ninguna humana. ¿Por qué? Porque se apoyaba en las promesas divinas: “El ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo, dice: Pablo, no temas; es menester que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo” (Hech. 27:23, 24). Estas palabras despertaron la esperanza, sacudieron la apatía y renovaron los esfuerzos. ¿El final? “Sucedió que todos llegaron a tierra y se salvaron” (Hech. 27:44).
Pablo era minoría, uno entre 276. Estaba enfermo, padecía en carne propia el fuerte viento y el agua helada, y estaba encadenado. Pero era prisionero de su fe y libre de sus pecados. Tenía identidad porque sabía de quién era y a quién servía. Ese uno fue determinante. Él mismo lo dijo en Hechos 27:25: “Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho”.
Puede que tus circunstancias no sean tan desfavorables como las de Pablo, pero tu testimonio y tu fidelidad con la esperanza necesitan ser los mismos.
Todo el libro de Hechos nos muestra el crecimiento del evangelio desde Jerusalén hasta Roma. Un tema central del libro es el rechazo del mensaje por parte de muchos judíos y la aceptación del evangelio por parte de muchos gentiles. El abanderado en llevar las buenas noticias a estos nuevos grupos fue el apóstol Pablo; por eso su anhelo por llegar a Roma era intenso. El camino no fue fácil, pero Dios lo sostenía, lo inspiraba y lo guiaba para cumplir su misión.
Sin embargo, este gran hombre de Dios llegó preso a Roma. Dos años enteros pasó este gigante de la oratoria y la enseñanza en arresto domiciliario. ¡Cuántas predicaciones públicas podría haber hecho en ese tiempo! Sin embargo, fue durante estos dos años que escribió sus cartas a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses y a Filemón, conocidas como las “cartas de la prisión”.
Dios siempre tiene un propósito para nuestra vida que va más allá de lo que nosotros podemos entender y percibir. No podríamos tener hoy el audio de los sermones de Pablo en esos años, pero tenemos sus necesarias e inspiradoras cartas. El Pablo escritor llegó más lejos que el Pablo predicador.
Siento admiración por la pasión sin límites de Pablo. Si bien no por causa de un virus, él estaba “en cuarentena”, encerrado. Estaba encadenado, pero trabajando. Pusieron un cepo a sus pies, pero no a sus manos. El mensajero está preso, pero el mensaje está libre.
Así, y por la gracia de Dios, él convierte su celda en una iglesia; y su prisión, en un púlpito. El evangelio estaba llegando al mismo corazón del Imperio y del mundo. ¡Cómo no admirar tamaña entrega y sublime compromiso!
¿Qué harías si estuvieras preso de manera injusta? ¿Te quejarías? ¿Protestarías? ¿Te deprimirías? Todas estas son reacciones lógicas. ¿Qué harás tú en este contexto de pandemia, de dolor, de aislamiento y de muerte? Mira lo que hizo Pablo: “No se desanimó mientras permanecía preso. Por el contrario, una nota de triunfo resonaba en las cartas que escribía desde Roma a las iglesias” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 386).
Podemos aprender, de esta historia de Pablo, la manera en que Dios está en el control de todo lo que nos pasa; que nada lo toma distraído y que todo lo que él hace o permite tiene destino de eternidad.
Como Pablo, todos nosotros somos también llamados por Dios como sus mensajeros, sin depender de la situación que estemos atravesando.
Una carta de Navidad
Quiero cerrar este artículo con una carta que Elena de White escribió el 26 de diciembre de 1886. Ella dijo: “Ayer fue Navidad. ¿Hicieron como los sabios que ofrecieron sus dones a Jesús? ¿O cambió el enemigo el orden de las cosas, haciendo que la adoración se dirigiera hacia él? Los regalos se otorgan ahora a los amigos en vez de ofrendarlos a quien hizo un sacrificio tan grande por nosotros. Todos los regalos deberían fluir hacia otro canal, donde puedan ser usados en la salvación de los hombres […].
“El nuevo año está delante de nosotros. ¿No deberían los regalos ser colocados en una cuenta mejor que en la que los depositaron ahora? ¿No deberíamos confesar y apropiarnos de la sangre de Cristo, quien está dispuesto a limpiarnos de todo pecado? Fue por nosotros que Cristo se hizo pobre […].
“Hay almas que salvar en todo nuestro derredor. Cada uno debe hacer una obra de reconciliación con Cristo. Esta es la obra que debemos emprender en el nuevo año. Estamos viviendo para el tiempo y la Eternidad. Deseamos que la luz brille sobre nuestro sendero, y deseamos extender sus bendiciones a otros […].
Esforcémonos por tener un registro mejor en el año venidero, y por vivir tan cerca de Dios que podamos estar rodeados con la atmósfera del cielo, y ser así representantes de Cristo” (Manuscrito 60).
El año se acaba; pero nuestro compromiso con Dios no. Quizá pueda renovarse hoy.
2020 se termina; pero nuestra misión no. Tal vez pueda empezar ahora.
Bruno Raso, es pastor y vicepresidente de la División Sudamericana. Además, es un reconocido evangelista y orador del programa “Reavivados por su Palabra”.
AMÉN GLORIA A DIOS!! Por todo el nos sigue sosteniendo.. saludos y Bendiciones..